Encefalopatía Espongiforme Bovina, mal de las vacas locas (II)

Los versos de Rosalía de Castro (As follas novas, 1880 ), cantados en "Que non xime" por el berciano de Dehesas, Amancio Prada, definen a la perfección, las actuaciones que se tomaban en el pasado, cuando una pandemia como la peste, asolaba el mundo: enterrar deprisa "os mortos", resignación, paciencia y esperar a la siguiente

Manuel Bernardo
14/08/2020
 Actualizado a 14/08/2020
Ejemplar de vaca asturiana de la montaña de ganadería Beneitez, Piedrafita de Babia.
Ejemplar de vaca asturiana de la montaña de ganadería Beneitez, Piedrafita de Babia.
En la Encefalopatía Espongiforme Bovina, (EEB)hubo mucha incertidumbre. Se dudaba en parte de la Etiología, (priones) de la Patogenia (mecanismo de acción) de la transmisión de la enfermedad, del diagnóstico.

Sucedieron ocultaciones interesadas y actuaciones muy reprobables, públicas y privadas, desde su origen, en la ‘pérfida albión’ (término que popularizó Napoleón Bonaparte, por su singular y reciproco ‘cariño’ a los ingleses). Prohibieron el consumo de piensos por herbívoros en UK en 1989, pero permitieron seguir vendiéndolos al exterior, a Francia, Irlanda, Portugal, Holanda, Bélgica, España, los países más perjudicados después, donde más casos habría.

Los médicos británicos se rebelaron y rompieron el silencio oficial de su gobierno, con un artículo científico en Nature, primero con una carta anónima, (la primera y única carta anónima, que ha publicado este medio) denunciando la gravedad de la situación. Fue remitida en 1988, en la que «el autor denunciaba que el MAFF  (Ministerio de Agricultura Británico) falseaba los datos epidemiológicos». Nature es una de las más importantes revistas científicas del mundo, tiene carácter semanal. Fundada en 1869.

El MAFF era el responsable de la producción y del consumo de los alimentos. Estaban obsesionados con proteger la poderosísima ganadería británica, ocultando información a los científicos y al Ministerio de Sanidad. John Collinge profesor del University College London, demostró en 1996 que la nueva enfermedad priónica humana, variante de la ECJ, era causada por la misma cepa de priones que causa la EEB en el ganado vacuno. Publicó en Nature la primera evidencia científica de que la enfermedad podía transmitirse a los humanos. Desarrolló, posteriormente, el primer análisis de sangre para diagnóstico precoz. Contabilizaban ya ochenta personas muertas en Reino Unido y casi todos jóvenes.El MAFF se negaba a reconocer la evidencia.

Las libras hacían honor a su apellido, sterling, stiere, fuertes, inamovibles.El pronóstico mortal, y el período de incubación de la enfermedad, tan largo, añadían un plus de gravedad a la situación. Sin tratamiento ni vacuna, ni posibilidad de diagnóstico en los animales vivos, era un escenario terrorífico hasta que no aparecían los síntomas. Tardaban años en aparecer. ¿Se heredaba? Otra incógnita. Raro, pero posible. Una vaca de producción láctea puede tener de media, a lo largo de su vida, siete u ocho crías, dependiendo de la raza, la alimentación, el clima, el suelo, el manejo y la sanidad.

Ya saben: «tengo una vaca lechera...no es una vaca cualquiera...me da leche merengada…ay que vaca tan salada...» canción divertida, compuesta por Fernando García Morcillo, al que los «tunos universitarios» le deben la letra de la canción «tuna compostelana», y algunas de sus composiciones fueron interpretadas por Sara Montiel, Mª Dolores Pradera, Frank Sinatra y José Guardiola, que en Eurovisión de 1963 nos representó con «Algo prodigioso», otra de sus canciones. Pero, tolón tolón, cerramos anecdotario y volvemos seriamente al tema de la EEB.

Pasaron once años, desde 1985 hasta 1996, para que Stephen Derrell, ministro de Sanidad, reconociera en el parlamento británico, que podía transmitirse a los humanos.

Los veterinarios en España no sabíamos aún cómo actuar. Había EEB en toda Europa, en el ganado vacuno desde 1985 y algunos casos humanos, reconocidos desde 1996, y «apareció» en España, en diciembre del año 2000. No teníamos suficientes conocimientos técnicos, ni instrucciones al respecto.

Había mucho miedo en la población y comenzó un período de aversión al consumo de carne. Se hablaba en todos los corrillos y tertulias del peligro de comer sesos, mollejas, de comer hamburguesas, de si eran los huesos y tuétanos los causantes, desconcierto, desinformación y sobre todo hundimiento del sector ganadero de vacuno.

El Laboratorio Regional Pecuario de León, (hoy Laboratorio de Sanidad Animal) donde la doctora en Veterinaria, Paquita Fernández, vuelvo a mencionarla con cariño, era su directora, convocó a los Veterinarios Oficiales de Agricultura y Ganadería de León y de gran parte de la Comunidad Autónoma, el 20 de diciembre del año 2000 y nos entregó algún equipo de protección individual, un teléfono móvil, un cargador y nos ordenó tenerlo encendido las 24 horas.

Se nos transmitirían instrucciones a medida que se fueran sabiendo las cosas. Se desconocían cuántos animales podían estar infectados, las posibles vías de contagio, y lo que tendríamos que hacer llegado el caso en las explotaciones ganaderas, tomar muestras o inmovilizar animales y piensos, y las precauciones, las medidas de bioseguridad, que deberíamos adoptar para protegernos.

Aislamientos, por granjas, por localidades, por municipios, encuestas, toma de muestras, análisis, identificación, o vaciados sanitarios. Esas medidas epidemiológicas que ahora todos conocemos por Covid-19 y que los Veterinarios hemos hecho en la práctica de nuestra vida laboral, muchas veces, en miles de animales, en miles de actuaciones, con grandes epidemias animales para erradicarlas, y para prevenir enfermedades en las personas, para salvaguardar la economía y la Salud Pública.

Actuaciones de nuestra profesión, que no se han explicado suficientemente a la ciudadanía, que no se han valorado, ni reconocido, porque seguimos siendo invisibles para la sociedad y para los dirigentes políticos. La sociedad, nos identifica y nos encasilla exclusivamente con la clínica de mascotas, que es una gran labor, pero hacemos muchas más cosas por la salud pública, que permanecen ocultas y que son poco valoradas. Si me permiten el símil, a los veterinarios nos pasa como a las vacunas y su indudable éxito: solo tienen importancia, cuando no las tenemos.

Les recomiendo la película ‘El hombre invisible’de H.G. Wells, una adaptación de la versión de 1933. Se estrenó en Estados Unidos el 28 de febrero de 2020 y después se distribuyó y vendió on-line. No trata precisamente de su presidente, el de los rubios cabellos, que pone en tela de juicio a todos y a todo, menos a su magnífico ego. Es bien visible.

Teletrabajo, cine on-line, cosas nuevas de una pandemia que cambiarán nuestras vidas y modificarán muchos hábitos sociales. La EEB la paramos los veterinarios en los animales, la controlamos con la invisibilidad de nuestro trabajo y con mucha eficacia, caracteres inherentes a la profesión veterinaria, con pocos medios humanos y materiales. Somos treinta mil veterinarios en España, clínica de grandes y pequeños animales, trabajos en el campo y en la granja, producción y reproducción animal, campañas de saneamiento ganadero, laboratorios de sanidad animal y de salud pública, Veterinaria oficial, control de algunas zoonosis. Política Agraria Comunitaria, ayudas ganaderas, profesorado de la universidad, institutos y Formación Profesional, inspección de alimentos, puestos de control en frontera, mataderos e industrias alimentarias. Inspección de bares, restaurantes, carnicerías, pescaderías, supermercados. Inspección de tabaco (es la última moda, «servimos para un roto y para un descosido», para todo) pero invisibles.

¿Se imaginan un confinamiento sin alimentos? Cuanto más trabajaron los supermercados, no recibieron inspecciones ni asesoramiento oficial. ¿Eficacia y visión de los políticos y de los portavoces científicos? Falta de previsión. Solo estuvieron activos los veterinarios en los mataderos. Grandes nuestros políticos. Solo nos ven como sanadores de mascotas, como nos ve la sociedad. Claro, ya hay más población en las grandes ciudades que en el campo. La España vaciada no. Olvidada y envejecida. Pero ahí seguimos.

En la EEB hicimos epidemiología de campo, de establo y de granja, de matadero, de pueblo en pueblo, a bordo de un 4Latas, de «suela de zapato». Ahora, por las cosas de la política, se nos tiene «olvidados» y «apartados». Nos buscan cuando están en la oposición, como arma arrojadiza. Permanecimos desactivados, en Covid 19 para el gobierno central y en muchas autonomías. ¿Podríamos haber participado, o estar participando en las encuestas para detectar portadores de Covid 19? La respuesta es sí. Madrid acaba de privatizar el servicio de rastreadores. Madrid es una bomba.Lo hemos hecho muchas veces y lo hacemos a menudo, en las alertas, en las intoxicaciones, en el saneamiento ganadero, conocemos los pueblos, las ciudades, las residencias de ancianos, trabajamos en ellos. ¿Pero no lo saben? Ah se me olvidaba, somos invisibles.

Juan José Badiola Diez acababa de ser nombrado presidente del Consejo General de Colegios Veterinarios de España, y pronunció una conferencia en enero de 2001, para Veterinarios en León, a la que acudimos cientos de compañeros de toda Castilla y León. Nos explicó como estaba la situación y lo que se sabía hasta el momento, se repetía mucho entonces la frase de, «a la luz de los conocimientos científicos actuales» que resumía a la perfección las dudas existentes y que era algo así, como la «evidencia científica actual»que es la frase «tipo» para Covid 19. Muletillas, que quieren transmitir calma y lo único que transmiten es miedo.

«El miedo se transmite más rápido que el virus»(López Goñi). Añádanle a las ‘vacas locas’, que el agente causal era un prión, un patógeno nuevo, que rompía los moldes de la teoría de la infección. Se conocían otras enfermedades neurológicas parecidas, una en venados, incluso otra que era el resultado de prácticas caníbales (abolidas en 1951) en Guinea Papúa, como el ‘kuru’. Se sabía del scrapie de ovino y de caprino. Se conocía el Síndrome de Creutzfeldt –Jacob en humanos (un trastorno de tipo neurológico destructor del sistema nervioso central).

Covid 19 nos ha vuelto a mostrar todo esto, veinte años después, de forma desgarradora en nuestras propias carnes. Miles de contagiados y de muertos, dolor, sufrimiento por doquier y tener que resolver los problemas de una enfermedad nueva, con miles de pacientes, sobre la marcha. Si no hubiera sido el confinamiento, se habría desbordado completamente el sistema asistencial y hospitalario. Es ineficaz e insostenible.

En tiempos de la peste negra de 1348 un agente patógeno, tardaba años en recorrer el mundo. Ahora no. La globalización y el movimiento de personas y mercancías tienen estos inconvenientes. El virus Sars cov2 en ocho meses, ha sembrado de dolor el planeta. Reforcemos la PREVENCIÓN. Europa lo hizo después de la EEB. Pero han cambiado muchas cosas en el primer mundo, (para bien), la asistencia sanitaria y hospitalaria especializada, la alimentación, las condiciones higiénicas y sanitarias de las casas, las aguas residuales, el arsenal de medicamentos, la esperanza de vida, las TIC (internet).

Hubo que hacer una gestión correcta de los residuos y de los cadáveres de los animales que mueren en la explotación. Más complicado era enterrar a los animales que mueren en el monte por el peligro de que transmitieran la EEB a las aves carroñeras y estas pudieran actuar de reservorio. Epidemiología en animales salvajes, medidas de prevención en el medio natural, esas son las bases de UNA SOLA SALUD. Se había creado el SIMOGAN en 1998, que es un verdadero «Registro Civil del ganado Bovino».Conllevó un mayor control de los bovinos y la creación de un sistema de «trazabilidad» desde el nacimiento de los animales hasta el etiquetado de la carne de los mismos. (España tiene seis millones de vacunos).

Todos los bovinos tienen crotales, con un número que se refleja en su DNI, llamado para ellos DIB (Documento de Identificación de Bovino). En 2013 se creó para ovino y caprino y en 2016 para equino. Gran labor. Dura, difícil, callada e invisible labor la de los veterinarios de Agricultura y Ganadería y la de todo el personal administrativo y auxiliar. Controlan a los animales vivos, desde el nacimiento hasta el sacrificio, sus movimientos, y supervisan algunas zoonosis como la rabia, la brucelosis, la tuberculosis.

Pero es invisible sanitariamente y muy poco agradecida por la sociedad de las ciudades, que desconocen estas tareas. También ardua labor la de los veterinarios clínicos de las explotaciones ganaderas, sobre todo las de aptitud láctea, que resultaron las más afectadas por la EEB, (comen más concentrados de pienso que las de aptitud cárnica). Los priones viajaron con los piensos desde la gran Bretaña y tardaban años en aparecer...Continuará.


Manuel Bernardo Alvarez.
Veterinario
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