Emilio Vega, el poeta que siempre está de guardia

El poeta Emilio Vega regresa con Cazador de lunas, un libro donde la vida, la suya y la de aquellos que le rodean, toma el protagonismo de la mayoría de los versos que dibuja

Ruy Vega
27/08/2023
 Actualizado a 27/08/2023
Portadas de algunos de los libros de Vega.
Portadas de algunos de los libros de Vega.

Papá, podría comenzar esta carta hablando directamente del libro, pero lo más honesto es detenerme unos instantes para resaltar que creo que estamos ante una de las obras más emblemáticas de Emilio Vega. Sin duda, asistimos a la indiscutible madurez de un poeta que lleva décadas haciendo una gran poesía. Papá, en esta nueva Carta a ninguna parte te traigo el último poemario del poeta de la vida. Hoy te traigo Cazador de lunas. Y es que en este ejemplar del que hoy te hablo todo desborda poesía, comenzando por su título, muy acertado por el mensaje poético que nos transmite, pero también por la gran carga de profundidad que refleja.

Recuerdo hablar con él antes de que el libro tuviera este título, recuerdo que él me comentó otras opciones, recuerdo decirle que era este el que más me gustaba, recuerdo afirmarle que me encantaba el título. Como también recuerdo que, haga lo que haga Emilio, está tocado por esa varita del talento, sabiendo que siempre será un acierto. 


La escritora Raquel Villanueva, a quien ya conoces de otras cartas, nos indica en su prólogo que «dicen que la poesía muestra las cicatrices del que escribe y las heridas del que lee». Estoy muy de acuerdo con esta afirmación. Y lo estoy por propias experiencias, por todas las sinceras sensaciones que he vivido leyendo. Sin duda, una magnífica y acertada frase para comenzar un libro que, sin duda, te gustará.

Emilio nos regala excelentes textos trazados con el alma en el lienzo de lo cotidiano, llevándonos a reflexiones y detalles que bien podrían formar parte de cada una de nuestras vidas. Esa es la magia de los poetas en mayúsculas, la de hacernos sentir que hablan de nosotros y de lo que nos preocupa, nos emociona, nos divierte u odiamos. Y, para muestra, los primeros versos de Cazador de lunas: «Aunque no encuentro nada que me asombre, / hoy me dio por pensar, meditabundo: / ¡Qué eternidad tan grande es un segundo / cuando con él se mide la soledad de un hombre!». Otro ejemplo que te puedo resaltar es cuando el autor nos habla del momento de irnos hacia lo eterno, ese por el que, inevitablemente, pasaremos todos y cada uno de nosotros.

No hay aspecto más seguro de nuestra existencia que saber, a ciencia cierta, que pasadas unas décadas, puede que algo más de cien años, ya nos habremos ido todos y cada uno de los seres humanos que hoy mismo vivimos en este planeta. Y por eso es bueno releer los siguientes versos, que los encontrarás un poco más adelante, y que nos hacen reflexionar: «Hay que ser indulgente cuando llegue el momento; / desterrar los rencores a la hora de irnos: / Por ejemplar que fuese nuestro comportamiento, / todos tenemos algo de lo que arrepentirnos». En este mismo sentido también podemos encontrar el pensamiento que verás en el poema Cuando llega el final, que podrás leer más adelante, y que dice así: «Todos los hombres sienten opresión en el pecho / cuando llega el final, y cada cual intenta / saldar a toda prisa las deudas el pasado. / Cuando llega el final, nos damos cuenta / que nada importa más que el bien que hayamos hecho; / pues solo la bondad, y lo que representa, / será cuanto dejemos a modo de legado». Siempre he dicho, papá, que has triunfado en la vida cuando al partir sin retorno dejas un mundo mejor que el que te entregaron, cuando queda alguien que te echa de menos y cuando esbocen una sonrisa al mencionar tu recuerdo. 


Emilio Vega, papá, es un buen hombre. Una buena persona que busca la felicidad de los suyos, alguien que la vida ha colocado para extraer flores cuando llega la tormenta, para perfilar sueños cuando tienes pesadillas. Él es alguien capaz de apartar su camino para ayudarte en el tuyo. Por eso me gustaría destacar, de entre todos los poemas del libro, el siguiente, que tan bien define su actitud: «Mi canto se compone de pétalos y espinas. / Nací siendo poeta, y soy afortunado; / pues dejo sentimientos por todas las esquinas / del aire que respiro, a modo de legado. / No persigo la Gloria, ni me mueve tampoco / la vanidad que implica querer ser recordado. / Soy tan sólo el profeta de algún demiurgo loco / que exige que transmita con rigor su dictado».

Varios ejemplos de ello vas a poder encontrar a lo largo del poemario. Algunos tan directos e impactantes como los versos del poema No contéis conmigo, donde podrás leer: «Trato siempre que puedo de no causar agravios, / lo intento cada día de acuerdo a mis principios; / si alguien busca mi apoyo para herir a la gente, / se lo dejo muy claro; / que no cuente conmigo. / Para los ciegos lo traduzco al braille, / para los sordos uso su lenguaje de signos. / Y a los demás les digo sin rodeos: / para dañar a otros nadie cuente conmigo». 


Mención especial, haciendo hincapié en lo comentado antes, merece la segunda parte del poemario, donde Emilio nos entrega una gran cantidad de poemas dedicados a parte de sus amigos, mostrando una gran generosidad: «por los valles frondosos que hay en la estrella Vega; / apellido que invita a seguir conociendo / a Lope, Garcilaso… y algún que otro colega. / Y honra el nombre de Ruy, como engalana del mío». Estos versos pertenecen al poema Historia fabulada sobre una utópica reunión y cena del grupo literario «Verso libre».
Al igual que en las anteriores cartas que le dediqué y te envié, papá, querría resaltar la capacidad de Emilio para ser poeta. Y no, no estoy hablando de escribir poemas.

Son muchos los que han escrito poemas, versos de calidad que nos llegan a lo más profundo. Pero no todos ellos son poetas. Nunca me cansaré de repetirlo, al menos es lo que pienso a día de hoy. Poeta, además de escribir poesía, es aquel que tiene una actitud concreta ante lo que nos rodea y una capacidad innata para ver con otros ojos lo que acontece a nuestro alrededor, para palpar sentimientos en lo común, para encontrar la belleza del instante donde a otros nos pasa desapercibido. Todas ellas son habilidades que no se aprenden en las escuelas ni en las universidades, sino en la vida.

Puedo afirmar que he conocido más poetas entre la oscuridad de días de dolor que entre las estanterías de las bibliotecas. Y se percibe muy bien cuando lees versos que, si bien son hermosos, no llegan a donde tienen que llegar: el alma. Emilio es un poeta en toda su extensión y significado, Emilio escribe poesía, Emilio vive y siente como un poeta, Emilio camina donde otros no llegamos, Emilio, como bien dice en el último poema de Cazador de lunas es testigo de su tiempo: «Testigo soy del tiempo que me toca. / Bajo el brillo azulado de estrellas meridianas, / trazo mapas celestes de miradas internas / que fijan los linderos de la elegía del alma. / […] / Asumo, resignado, mis soledades propias. / Redacto en mi cuaderno las alegrías foráneas. / Y vuelvo a ser notario de mi tiempo, / porque un poeta siempre está de guardia».

«Sin duda, asistimos a la indiscutible madurez de un poeta que lleva décadas haciendo una gran poesía»


No puedo dejar de mencionarte que el libro está embellecido con los dibujos de José Luengo, autor también de la portada, alguien por el que, sin duda, circula arte en la sangre y be lleza en el corazón.  Me despido ya, finalizo esta nueva Carta a ninguna parte. Siempre me queda una sensación agridulce tras estas últimas líneas. Por un lado, presiento que hemos vuelto a estar cerca, más que nunca; que nuestros caminos siguen cruzándose, periódicamente, tras cada una de estas líneas. Por otro lado, recuerdo la distancia que nos separa, que quizá algún día ya no sea ni exista, pero sí a día de hoy. 


En cualquier caso, donde exista el recuerdo de alguien, él siempre estará presente, nunca se olvidará. Porque lo material, incluso las fotos que guardamos y enmarcamos, son perecederas, y no son más que un instante detenido. Lo realmente eterno son, precisamente, los recuerdos. 
Por eso, por eso y por mucho más, sigo convencido de que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida. 

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