“No hay un estudio de mercado sobre cómo está afectando la crisis del Covid-19 a las intenciones de los posibles peregrinos en los albergues que nosotros atendemos”, reconoce Barreda, que explica que los voluntarios italianos son los más perjudicados por la situación, aunque “por ahora es un número insignificante el que ha dicho que no vendrán a ser hospitaleros”. “Algunos han mostrado temor a que las autoridades italianas restrinjan las salidas a otros países, pero eso aún no ha pasado y en todo caso lo que hacen es avisar a la organización de Hospitaleros que pudieran incumplir sus compromisos. No está sucediendo con voluntarios de otros países con o los nacionales”, apunta.
En esa línea, la responsable de Hospitaleros Voluntarios subraya que “cada uno de los voluntarios es libre de declinar el compromiso de ir a un albergue hasta que la crisis finalice por la razón que sea y así está explicado a todos”. “De todos se espera sentido común y si están en zonas de riesgo o experimentan los síntomas de esta enfermedad, Hospitaleros Voluntarios quiere entender que se abstendrán de venir a ser hospitaleros”, señala Barreda, que recuerda que las únicas medidas adoptadas con respecto a los voluntarios que atienden a los peregrinos son “las que en cada momento adopte el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas”.


Concienciar al peregrino
Entre los albergues de la comarca, la normalidad continúa siendo la tónica dominante, aunque existe una natural preocupación por la expansión del virus, que se hace más patente cuando la mirada se fija en los guantes que los hospitaleros usan estos días, como medida de precaución, para atender a los pocos peregrinos que mantienen vivo el goteo durante estos meses de temporada baja.
Al respecto, el responsable del albergue parroquial San Nicolás de Flüe de Ponferrada, Miguel Ángel Pérez, explica que los voluntarios, que van cambiando cada 15 días, reciben al inicio de su colaboración una pequeña charla informativa sobre la situación, con el objetivo de “hacer conscientes a los peregrinos de las medidas y recomendaciones básicas”, como mantener una adecuada higiene de manos, toser en el codo o avisar a los responsables del alojamiento si notan síntomas que puedan estar relacionados con la infección.
“Si llega alguien con esos síntomas, lo único que podemos hacer es seguir las recomendaciones, estamos en manos de lo que vayan diciendo día a día los técnicos sanitarios”, remarca el responsable del albergue, que valora que “afortunadamente no ha surgido ningún caso” relacionado con la Ruta Jacobea y coincide con De la Cruz en que es pronto para evaluar la repercusión de esta crisis en la afluencia de peregrinos.
Sin embargo, Pérez admite que “probablemente disminuirá el número de peregrinos por el lógico miedo al contagio”. “¿Cómo controlas a toda la gente del Camino? Puedes controlar a los que presentan síntomas, pero ¿qué pasa con los asintomáticos?”, se pregunta el responsable de las instalaciones, que subraya que “un albergue de peregrinos es otra realidad, con gente que viene de mil sitios, y no sabes si alguien ha pasado por aquí y ha infectado a otros sin darse cuenta”.
En ese sentido, también opina que ante la ausencia de un protocolo específico, los albergues se verían desbordados en su capacidad de abordar el problema en caso de registrar un positivo por coronavirus. “Habría que ver qué gente estuvo en contacto con el peregrino”, explica Pérez, que subraya que la responsabilidad de decretar medidas más severas, como la clausura del albergue o una cuarentena de sus huéspedes, dependería de las autoridades sanitarias. En cualquier caso, Pérez apunta que, de acuerdo con los expertos, la expansión del virus se verá dificultada por la subida de temperaturas que acompañará a los próximos meses, lo que supone “un consuelo menor”. “Si todo eso ayuda y podemos normalizar la situación, pasaremos a un estadio más favorable”, vaticina.
Por su parte,el responsable del albergue Ave Fénix de Villafranca del Bierzo, Jesús Jato, se muestra más tranquilo respecto al avance de una epidemia a la que considera que “se le está dando mucho bombo”. “No hay preocupación, creo que no va a tener influencia en el Camino”, augura Jato, que bromea con que “los gallegos presentan como protección la concha de una centolla”.
Convencido de que el actual estado de pánico “pasará dentro de cuatro días”, este hospitalero de tercera generación lamenta la “propaganda” que se ha dado a una enfermedad que compara con “una gripe fuerte”. “La gente sabe que si estás débil te puede ventilar, pero los peregrinos normalmente son gente que está bien de salud, gente sana”, remarca. Ante la posibilidad de que las autoridades decreten medidas más restrictivas por la proliferación de positivos por coronavirus, Jato se muestra confiado. “Si se limita la circulación una temporada, los peregrinos vendrán después”, vaticina.