Economato de la Minero y la Navidad

Rafa Casas
17/12/2023
 Actualizado a 17/12/2023
Exterior del economato de MSP en Ponferrada. | Luciano Galbán
Exterior del economato de MSP en Ponferrada. | Luciano Galbán

Ante una sociedad consumista y deseando superar una depresión postvacacional damos un salto en el tiempo de forma que pasamos del verano al invierno sin apenas disfrutar del otoño. Podemos adquirir un décimo de lotería para el sorteo del 22 de diciembre desde julio; las grandes, medianas y pequeñas superficies con productos como turrones o polvorones, desde octubre, en sus estanterías; vías públicas de la ciudad, barrios y pueblos del municipio con una decoración luminosa navideña, desde primeros de noviembre e incluso antes. En los estertores del estío, la ciudad celebra sus fiestas patronales en honor a la Virgen de la Encina y somos muchos los bercianos que de nuestros labios sale el dicho de… «después de la Encina, el invierno encima». Todo este lenguaje nos habla de las fiestas a celebrar apenas iniciada la estación invernal, la Navidad.

De forma que de un plumazo eliminamos la estación otoñal, a la que podríamos dedicar un largo y extenso artículo para enaltecer su encanto, belleza, armonía, luz... Soy un enamorado y defensor de la misma, que en el Bierzo tiene y goza de una idiosincrasia muy peculiar ya sea a nivel de tradiciones, paisajístico o climatológico. Período del año que nos habla de nueces, avellanas, almendras, castaña, pera conferencia, manzana reineta, higos, ciruelas, membrillos, arándanos… y que son aprovechados para la elaboración de diferentes clases de mermeladas; recogida del pimiento berciano y su posterior asado y embotado; tomates y su proceso para elaborar la salsa de dicho producto; vendimia, recogida de la uva; magosto, asado de castaña, que para generaciones de décadas atrás gana por KO al Halloween; sacrificio del cerdo, matanza, tradición en declive con el paso de los años.

Haciendo un ejercicio mental retrocedamos a mediados del siglo pasado. En aquellos años los acontecimientos que marcaban el inicio de la Navidad giraban en torno a la compra especial de ciertos artículos para las fiestas a celebrar; el comienzo de las vacaciones escolares del mes de diciembre y lo que con ello acarreaba (sin lecciones que estudiar, sin madrugones, sin exámenes); mayor tiempo libre para el encuentro con los amigos de la pandilla; regreso del amigo que estudia en la Universidad; pariente que se alojará en nuestro hogar, durante unos días; abrigarse para combatir los fríos días del mes que abre las puertas al invierno («días de perros» con hielos, nieve o nieblas).

En reuniones familiares oía hablar a las personas adultas (tíos y tías, especialmente) mayores y ancianos (abuelos de manera más destacada) que España había pasado por un período de escasez, restricciones e incluso falta de ciertos productos básicos aun teniendo dinero para poder pagarlos. Son los conocidos años de la cartilla de racionamiento y del pan negro. Con el fin social de poder adquirir los productos elementales, como podían ser patatas, tocino, embutidos, sardinas en conserva, pan o leche para alimentar a todos los miembros de la familia a un precio asequible, empresas como la Minero crean los economatos laborales o de empresa. Partimos de la premisa que sus salarios eran muy bajos, por ello no podían permitirse el lujo de comprar algunos de los productos mencionados en lo que hoy en día denominados tiendas o establecimientos tradicionales. El único sueldo que entraba en las casas era el de hombre, cabeza de familia; dado que nuestras madres, generalmente, se dedicaban a la realización de las tareas y obligaciones del hogar como eran cocinar, planchar, lavar, zurcir la ropa y un largo etcétera de cosas más. Era lo que se conocía de profesión ama de casa, escasamente valorada y agradecida, y sin sueldo, sin vacaciones, sin paga de jubilación, sin jornada de descanso. 

Cuando yo empecé a ir a comprar al Economato de la Minero la lista de productos era mucho más amplia que en sus comienzos. Ya se podía adquirir aceite, azúcar, arroz, garbanzos, lentejas, alubias, café y sucedáneos, leche condensada, chocolate (Dolca Néstle), pescado en conserva… y un salchichón y un bacalao con un sabor que nunca más han vuelto a saborear mis papilas gustativas como aquel que allí se vendía... ¡qué gozada! En la planta superior del economato de Ponferrada se podía comprar, además, ropa, calzado económico (botas de tela para el trabajo, marca Chiruca; las archiconocidas katiuskas), vestidos y ajuar de casa (telas de sábana Viuda de Tolra, Burrito Blanco, mantas Mora). Nunca llegó a venderse productos de lujo, ni electrodomésticos. Sin variedad a la hora de elegir marca, lo normal una, raramente dos. 

Eran estancias amplias con unos mostradores enormes. Al frente del economato, un jefe y dependientes para atender a los clientes. Este tipo de empleado portaba bata blanca; el encargado del almacén, bata azul. El suministro de productos como eran patatas, vino de mesa (Carpal, de Cacabelos) o del pan, se realizaban en un espacio distinto del resto del propio economato. Para poder gozar de los beneficios del mencionado establecimiento era imprescindible la presentación de una libreta-cartilla que era expedida por la empresa, en mi caso MSP, a nombre de su empleado. Todo un rito era acceder a sus dependencias, por un riguroso orden de llegada se colocaba la libreta en un determinado lugar. Se llegaba a generar una pequeña montaña con ellas. El titular de la cartilla era llamado por el dependiente que le atendería. De no acudir, ni responder a su llamada, perderías el turno, lo cual conllevaba colocar la misma la última del montón, para una segunda llamada. No era necesario pagar al contado. Se podía anotar los gastos en la libreta y a final de mes se descontaba dicha cantidad en la nómina del trabajador.

Una golosina que hizo furor en el economato, ya fueses niño o no tanto niño, resultó ser un bollo, surgido de una masa de pan que no salió como deseaban los panaderos. Pensaron en la manera de no desaprovechar dicha masa y haciendo diferentes pruebas con leche, huevos y azúcar obtuvieron un bollo dulce y suave. Se llegó a usarse la leche condensada. Su nombre para nosotros, «bollo suizo». Otro producto con la calificación «estrella» fue la compra los fines de semana del pollo fresco, viernes o sábados. Rara era la familia que en el menú del domingo no hubiese la correspondiente ración de pollo asado.

De la historia del que considero «mi economato», dos recuerdos. Uno, el fallecimiento en accidente de tráfico de dos empleados que tantas veces me habían atendido con sumo cariño. Eran Manuel de la Rosa Balboa ‘Manolín’ y Francisco Álvarez Peláez ‘Paco’, que perdieron la vida al perecer ahogados en las aguas del embalse de las Rozas en la zona de Villablino. Venían del entierro de un compañero suyo del economato de Villaseca. El otro, su cierre definitivo, 31 de diciembre de 1988. Cómo olvidar las horas y horas pasados en este establecimiento, unas veces sólo y otra con la compañía del amigo Jose L. Núñez (’Catoño’). La primera quincena de diciembre era la fecha indicada para ir a comprar el turrón a saborear en las fiestas navideñas. Todo un reto y una auténtica odisea el corte en trozos de la tableta del llamado «turrón duro».

En los últimos años, gracias a la labor de los miembros del comité del Grupo de Empresa de la Minero, fue posible la compra de juguetes a buen precio para los hijos de los empleados de la Minero. Los mismos hacían acto de presencia, de manera mágica, en nuestra habitación la noche de Reyes. Dos juegos inolvidables; ‘Juegos Reunidos Geyper 40’ y ‘Scalextric’. Mención especial de un juego clásico, el ‘Monopoly’. ¡Cuántas veces nos hizo más llevaderas y amenas las largas tardes invernales, de tonalidad grisácea».

Diciembre, mes con carisma propio. Con celebraciones, unas del ayer y otras del hoy. Día 4, Santa Bárbara, patrona de la minería y el recuerdo de mi padre, que fue trabajador de la MSP. Dos días después, celebración de la Constitución Española de 1978 y fecha de mi cumpleaños (todo un señor de edad, «Es en las caras de los demás y no el espejo donde uno ve el paso del tiempo», Antonio Muñoz Molina). El 8, Inmaculada Concepción, en décadas pasadas celebración del día de la madre. «Por Santa Lucía, mengua la noche y crece el día», es el día 13 de mes. Noche del 24, cena de Nochebuena con comensales de tres generaciones: abuelos, hijos y nietos. Navidad, 25, comida con infinidad de recuerdos y añoranzas; últimamente con un nuevo comensal Papa Noe o Santa Claus. Santos Inocentes, 28, comida compartida con los amigos del ayer; este año con un recuerdo y una mención especial por ellos: José -nuestro Escolante- y Mateo. Último día del año 31, San Silvestre, con la consabida frase de Feliz salida y entrada de Año.

A todos y a cada uno de ustedes, gracias por los meses compartidos por este medio de comunicación LNC. Un deseo: ¡FELIZ NAVIDAD y VENTUROSO 2024!

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