Corsarios, un oficio de riesgo en el siglo XVII

El profesor e historiador Enrique Otero presenta hoy en la Casa de la Cultura de Ponferrada su libro sobre este singular trabajo

N. González
24/02/2015
 Actualizado a 19/09/2019
Los corsarios eran un arma de guerra contra el comercio enemigo. | L. N. C.
Los corsarios eran un arma de guerra contra el comercio enemigo. | L. N. C.
El corsario en el siglo XVII en España era una especie de pirata con licencia, de ahí la confusión que se produce a veces entre ambos términos. Eran oficios parecidos, pero no el mismo. ¿Y quién otorgaba esa licencia? Los reyes, por supuesto, que veían en el corsario un arma de guerra más, ya que servía para atacar al comercio enemigo y perjudicar su economía marítima.

«Los reyes concedían un 20% de las ganancias con la idea de aumentar el corso. Después había un juicio que legalizaba la presa. Por eso ser corsario no era tan rentable como se puede pensar, porque podía tener que devolverse lo tomado y también había mucho riesgo de volverse sin nada o perder la tripulación. Era una especie de empresa capitalista, de capitalismo primitivo, en el que el armador ponía el dinero y la tripulación ganaba según los beneficios. Al final un problema de capital y trabajo como en cualquier empresa, pero se trataba de una empresa arriesgada». 

El profesor e historiador Enrique Otero explica así el singular trabajo del corsario y ampliará esta información durante la charla que realizará este martes a las 19:00 horas en la Casa de la Cultura de Ponferrada. En ella presentará su libro Los corsarios españoles durante la decadencia de los Austrias, una edición corregida y aumentada de su tesis, ganadora del Premio de Investigación sobre el Mar del Ministerio de Defensa.

Otero, nacido en Ferrol pero antiguo profesor del instituto Gil y Carrasco de Ponferrada, siempre tuvo vinculación con el mar a través de una familia de marinos y militares y de ahí su interés por este tema, tan querido por otra parte por la literatura y el cine y a la vez tan lleno de confusiones. Historias, desde luego, no le faltan a los corsarios. Desde figuras como el guipuzcoano Alonso de Idiáquez, que formó la Escuadra del Norte y organizó el corso vasco, al corsario irlandés Richard Pronovil, que se casó en Ribadesella y utilizó este puerto como base para una escuadra de doce barcos corsarios.

«Siempre se piensa en la idea romántica de las películas, pero los barcos corsarios, por ejemplo, solían ser pequeños y no muy armados. Lo que sí solían tener era mucha tripulación», añade.
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