De Cartas a ninguna parte a Lecturas de un alma vagabunda

Solo el destino sabe cuál y cómo será la próxima carta. Por eso, me gustaría finalizar esta confesión hablando de mi padre, la persona de la que heredé, sin duda, la amistad con la lectura y la necesidad de la escritura

Ruy Vega
21/04/2025
 Actualizado a 21/04/2025
Presentación del nuevo libro de Ruy Vega en el Museo de la Radio, con Elisa Vázquez y Manuel Morales. | MAR IGLESIAS
Presentación del nuevo libro de Ruy Vega en el Museo de la Radio, con Elisa Vázquez y Manuel Morales. | MAR IGLESIAS

Cualquier cosa, cualquier momento e instante, cualquier sensación, tiene un principio y un fin. Todo comienza, todo acaba. Creo que, tras la publicación de Lecturas de un alma vagabunda, ha llegado el momento de parar, de reflexionar y dejar atrás las Cartas a ninguna parte.

Han sido siete años maravillosos, siete años de creación literaria que, sin duda, me han llevado a uno de mis proyectos más personales, sino el que más. Creo que, desde el momento en el que escribí la primera línea de la primera carta, sentía que iba a ser algo especial, algo distinto, algo que era tan mío como vuestro. 

Fueron muchas, muchas las veces en las que me autoconvencí de que las Cartas a ninguna partedebían finalizar, que el mantra de que las cosas bien hechas era mejor dejarlas en su mejor momento aplicaba perfectamente a esta experiencia. Sin embargo, nunca encontraba el momento; momento que con la publicación del libro recopilatorio ha llegado. Si no lo hice antes fue por la búsqueda del instante en el que escribir el último y más hermoso verso, por encontrar un hermoso final a una historia única.

Quería agradeceros el enorme apoyo durante todo este tiempo. Muchas gracias a Mar Iglesias, alma invisible de este proyecto, una de las personas que más ha empujado la literatura berciana durante años, sin querer jamás darse ninguna importancia siendo un eje fundamental. Por supuesto, también gracias a David Rubio y a La Nueva Crónica de León, cofre que acogió mis textos sin poner, jamás, ni un solo “pero”, dándome completa libertad. Y, como pilar esencial de todo, gracias a cada uno de los autores y autoras que habéis conformado este proyecto, porque sin vuestros libros, sin vuestros poemas y sin vuestras novelas, esta aventura no tendría ningún sentido. Finalmente, poéticas gracias a cada una de las personas que habéis leído las cartas.

Cada vez que publico una, cada carta lanzada al infinito de la sociedad, sois muchos los que me enviáis mensajes, los que me hacéis sentir enormemente afortunado por leer lo que me atrevo a redactar desde mi ordenador. Por último, me gustaría pedir disculpas por todos aquellos que no he reseñado. Son muchos, muchos, los libros que me enviáis, gran parte de ellos merecedores de una carta, pero que por diversos motivos han quedado fuera. Ojalá pudiera acogerlos a todos, pero es imposible por tiempo y cantidad. Eso sí, he de confesar que, si no recuerdo mal, creo que los he leído todos y cada uno de ellos. Cada uno de esos libros ya forman parte de mí. 

Las Cartas a ninguna parte han sido una experiencia tan maravillosa, tan única, que en distintas presentaciones que hice de mis novelas, en lugares como Madrid, Gijón, Valladolid y otros tan lejos de nuestro hogar, me presentaban como el autor de estas cartas. Y eso es también parte vuestra, no solo mía. 

No acaban aquí mis reseñas, no finalizan aquí mis textos hablando de literatura, pero sí que creo que el formato debe cambiar. Solo el destino sabe cuál y cómo será la próxima carta. Por eso, me gustaría finalizar esta confesión hablando de mi padre, la persona de la que heredé, sin duda, la amistad con la lectura y la necesidad de la escritura. Mi padre, del que tomé el Ruy por nombre, el Vega por apellido; mi padre, al que, y esto lo digo sin dudar, le gritaría una y mil veces que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.

Ojalá que las Cartas a ninguna parte permanezcan en vuestro recuerdo. Ojalá que cada uno de vosotros y vosotras tengáis a alguien al que escribir que, pasados los años, todavía echáis de menos. Hubo un tiempo en el que la ciencia creyó que había el mismo número de estrellas en la Vía Láctea, nuestra galaxia, como seres humanos han fallecido en la Tierra a lo largo de la historia. Y eso, quizá, no sea casualidad…
 

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