Aunque hasta el momento no se lo habían planteado, al echar la vista atrás y ver que han pasado más de 25 años de aquel histórico descubrimiento del conocido como edicto de Augusto, que se fue para el Museo de León, la alcaldesa de Bembibre, Silvia Cao, abría la posibilidad de solicitar su recuperación para la villa del Boeza. «Tenemos posibilidades para su conservación. Lo estamos haciendo con documentos muy vulnerables como la primera edición del Señor de Bembibre», explicaba. Aunque reconoce que anteriores corporaciones solicitaron la devolución de esta pieza, localizada en los dominios de este municipio berciano, sin éxito, también apunta que ella no lo ha pedido y, aunque tanto ella como la concejala de Cultura, Belén Martín, prevén que no haya voluntad para que el edicto regrese a casa, ahora se plantean remangarse para pedirlo.
Al Museo de León se fue, justificando la decisión del traslado en su conservación, y allí hay que ir a verlo hoy, 26 años después de que la tierra removida en un lugar que se puso en cuestión, entre Castropodame y Bembibre, se encontrara el llamado edicto de Augusto. Una placa de bronce rectangular de 24,4 x 15,3 x 0,2 cm y un peso de 336 gramos de un valor incalculable por lo que cuenta y por su historia. La pieza presenta una pátina verde muy característica y ha sido restaurada por el Museo de León.
La placa lleva una inscripción, escrita en letra capital (dividido en cuatro párrafos de 27 líneas) y recoge un texto jurídico en el que el emperador Augusto desde Narbona, otorga a los Paemeobrigenses, de la gens de los Susarros una serie de privilegios en agradecimiento a su apoyo en la guerra. Textualmente, lo que se lee en la placa es : Imp(erator) Caesar Divi fil(ius) Aug(ustus) trib(unicia) pot(estate)/ VIIII et proco(n)s(ul) dicit/ Castellanos Paemeiobrigenses ex/ gente Susarrorum desciscentibus/ ceteris permansisse in officio cog/ novi ex omnibus legatis meis qui/ Transdurianae provinciae prae/ fuerunt itaque eos universos im/munitate perpetua dono quosq(ue)/ agros et quibus finibus possede/runt Lucio Sestio Quirinale leg(ato)/ meo eam provinciam optinentem/ eos agros sine controversia possi/dere iubeo/ Castellanis Paemeiobrigensibus ex/ gente susarrorum quibus ante ea(m)/ immunitatem omnium rerum dede/ram eorum loco restituo Castellanos/ Allobrigiaecinos ex gente Gigurro/rum volente ipsa civitate eosque/ castellanos Allobrigiaecinos om/ni munere fungi iubeo cum/ susarris/ Actum Narbone Martio/ XVI et XV K(alendas) Martias M(arco) Druso Li/bone Lucio Calpurnio Pisone/ co(n)s(ulibus)
La traducción de la ficha de CERES es: El emperador César Augusto, hijo del divino (Julio César), durante su novena potestad tribunicia y proconsulado, dictamina: He sabido a través de todos mis legados que gobernaron la provincia Transduriana que los castellanos Paemeiobrigenses, de la gente de los susarros, permanecieron en obediencia al margen de otros y por tal motivo concedo a todos ellos la inmunidad perpetua y ordeno que los campos con aquellos límites que poseyeron cuando mi legado Lucio Sestio Quirinal gobernó aquella provincia, los posean sin litigio alguno. En beneficio de los castellanos Paemeiobrigenses de la gente de los Susarros, a quienes antes había concedido la inmunidad de todos sus bienes, restituyo al lugar de aquéllos (los susarros) a los castellanos Allobrigiaecinos, de la gente de los Gigurros, con el consentimiento de la propia ciudad, y ordeno que los castellanos Allobrigiaecinos cumplan con todas sus obligaciones junto con los Susarros. Hecho desde Narbo Martius (Narbona), los días 16 y 15 antes de la kalendas de Marzo, siendo cónsules Marco Druso Libón y Lucio Calpurnio Pisón.
De excepcional se califica el hallazgo de un documento jurídico de este periodo tan temprano en territorio astur.
La información que ofrece la placa ha desencadenado múlitples estudios y dudas porque por primera vez queda constancia de los Allobrigaecinos y los Paemeobrigenses, además de añadir fuentes sobre los Susarros y Gigurros. «Nos precisa la división territorial en la zona del Bierzo en el cambio de era», explican los historiadores.
«La primera de ellas es que este texto probaría la existencia de una hipotética provincia Transduriana que posteriormente quedaría integrada dentro de la Tarraconense. Quizá una demarcación territorial necesaria durante el periodo de conquista. Esa provincia estaría compuesta más o menos por los territorios de los conventus Bracarense, Lucense y el posterior Conventus Asturum, y no debió existir más que en ese corto periodo de tiempo. Se fundaría probablemente tras la toma de Lancia en el 25 a.C. y estuvo gobernada por Lucio Sestio Quirinal, al menos en los años anteriores a los que hace referencia el texto». También se confirma que los astures se organizaban, al menos los de la parte occidental del territorio augustano en castella igual que los galaicos. Y dice que los términos castella y gente no son excluyentes, estando englobado el primero en el segundo sin problemas.
El edicto da cuenta de la estrategia de Roma con los pueblos vencidos. «Se utiliza la sempiterna estrategia romana de pacto o agresión, y se da un trato desigual a los vencidos. El castro de Paemeobriga de los Susarros se mantuvo al lado del invasor, y los Allobrigaecinos se resisten a ellos. A los primeros se les otorga inmunidad permanente, y exenciones tributarias».
Una pieza fundamental para la historia, aunque, en estos más de 25 años, hubo diversas confrontaciones de su autenticidad, apagadas hoy, pero muy vivas por momentos que recuerda un estudio de Joseba Rodríguez, de la Universidad de Catalunya. «El Edicto del Bierzo fue, en el momento de su aparición, una sorpresa y una fuente de discrepancias», dice en sus conclusiones, primero en tanto su aparición –algunos exponían su localización incluso en Castropodame-. «Lo extraño de las circunstancias de su hallazgo y la naturaleza de su contenido suscitaron muchas suspicacias hasta el punto de que parte de la historiografía llegó a negar su validez». Pero hace una reflexión diciendo que “tristemente, las circunstancias de su hallazgo no han sido, ni son, ni, probablemente, serán una excepción.
"La actividad irresponsable de aficionados y la acción delictiva de otras personas tiene estas consecuencias, aparecen documentos arqueológicos y epigráficos descontextualizados arqueológicamente, lo que, además de generar encendidos detalles sobre su autenticidad y valor, hace que se pierda una gran cantidad de información potencialmente muy relevante”, lamenta.
Considera que solo la educación “y una más efectiva aplicación de la ley” son el único camino para empezar a resolver este problema.
Reconoce que la aparición del Edicto del Bierzo “produjo una sacudida en la historiografía que trabaja la romanización y, más concretamente, la romanización del NO. La aparición de la hasta entonces Transduriana prouincia supuso un cuestionamiento de lo que hasta entonces se creía como seguro respecto al proceso de constitución de las provincias hispanas”.
“En muchas ocasiones, vemos que nuevos documentos o nuevas aportaciones echan por tierra convicciones sólidamente asentadas en una larga tradición investigadora. Eso provoca que, cuando aparecen nuevos elementos, epigráficos, arqueológicos o de cualquier otra naturaleza, inicialmente el rechazo y la resistencia a su aceptación suscite unas discusiones que no hacen sino obstaculizar el proceso de comprensión de los procesos históricos en estudio”. Considera que se debería aceptar “con más humildad” que nuestro conocimiento de los procesos históricos de la Antigüedad, especialmente, en entornos como el del NO. “son bastante limitados, basados en fuentes de información escasas, fragmentarias, parciales y, especialmente en el caso de las literarias, condicionadas por sus objetivos artísticos y propagandísticos al servicio del poder establecido”.
Considera muy probable que la aparición de documentos como el Edicto del Bierzo pueda echar por tierra planteamientos que consideramos como definitivamente validados. “La discusión científica es fundamental para el avance del conocimiento, pero siempre desde la humildad y desde el reconocimiento de que sabemos muy poco sobre la temática que estamos investigando, y lo que sabemos, en muchas ocasiones, es producto del azar y de interpretaciones fundamentadas en un conocimiento muy limitado, cuando no de nuestros prejuicios”.
Pide como “imprescindible” la multiplicación de los trabajos de investigación arqueológica. La abundancia de topónimos del estilo de “castro” o “corona” considera que debería impulsar el desarrollo de campañas sistemáticas de prospección y excavación en aquellos lugares que muestren un potencial relevante.” La realización de estas campañas no solo permitirá aumentar nuestro conocimiento sobre el desarrollo de los procesos de cambio en Antigüedad en este territorio, sino que también limitará mucho las posibilidades que tenga la actividad clandestina de encontrar objetos arqueológicos o epigráficos significativos y que queden ocultos al conocimiento historiográfico”.
“Únicamente la colaboración coordinada de todas estas instituciones permitirá el avance en el conocimiento que nos permita salir del círculo cerrado de la constante relectura y reinterpretación de las fuentes literarias antiguas. Todo ello sin dejar de lado la importancia del azar en estos hallazgos. El Edicto del Bierzo es un ejemplo evidente”, concluye.