El berciano que no tuvo miedo a ETA

El escritor Raúl Guerra Garrido recibió en el País Vasco un gran homenaje institucional por su valiente y digna postura frente al terror de ETA

Fulgencio Fernández
31/03/2019
 Actualizado a 16/09/2019
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Raúl Guerra Garrido, de los Guerra de Cacabelos, pagó muy cara su valiente y digna postura frente al terror etarra. Pero jamás se doblegó, jamás dejó de escribir sobre lo que se vivía en aquella tierra.

La farmacia de la familia (es farmacéutico, como su mujer, y tenían una en el barrio de Alza de San Sebastián) sufrió continuos ataques de la llamada kale borroka, fue muchas veces quemada hasta que en el año 2000 fue calcinada; tuvo que vivir conescolta por ser una de las caras visibles del Foro de Ermua; sufrió constantes amenazas a las que respondió con novelas en las que se denunciaba el terror —Micrófono oculto, Cacereño, La carta, Tantos inocentes...—. Quisieron que se fuera y se quedó.

Seguramente el peor día de su vida —o uno de los peores— fue aquel 7 de mayo del año 2.000 cuando sonó bien temprano el teléfono de su casa para anunciarle que habían asesinado a su íntimo amigo José Luis López de Lacalle, con quien había estado unas pocas horas antes. Su respuesta fue coger el coche, acercarse a esa imagen que se convirtió en un símbolo de un paraguas rojo y los periódicos junto a su cuerpo sin vida y contarlo, revelarse una vez más con su arma, la literatura, en el estremecedor relato ‘Corto viaje hacia la muerte’.

Recuerdo un titular de una entrevista en la vieja La Crónica: «Si el miedo oliera en Euskadi habría un hedor insoportable», en la que él mismo confesaba tener miedo, pero no estaba dispuesto a que nadie lo oliera.

Esta misma semana, esta postura tan digna como valiente tuvo un merecido homenaje institucional, con medalla de Alfonso X el Sabio y ministra portavoz, con muchas víctimas del terrorismo y familiares, con amigos, con gente que quería reconocer a este berciano que decidió no arrodillarse ante ETA. En nombre de todos los que le arropaban realizó la laudatio el escritor Fernando Aramburu, el autor de Patria. Destacó «el coraje de Guerra Garrido en una sociedad que estuvo encogida de miedo» y alabó su carácter «independiente e insobornable», que causó no pocos problemas a quien definió «como demasiado español en Euskadi y demasiado vasco en otras partes». Y quiso poner sobre la mesa la máxima que siempre ha confesado Guerra Garrido para andar por la vida: «Ante situaciones de injusticia Raúl cree que uno debe comprometerse, alzar la voz; no hacerlo supone una forma de complicidad con el agresor».

Y Raúl Guerra Garrido jamás ha sido cómplice de los agresores, la suya ha sido una larga y tortuosa carrera por estar pronto al lado de las víctimas.

Por caro que resulte. Que resulta.
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