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El ayuno de Torra

16/12/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Tengo un amigo que suele ayunar una vez al año, durante uno o dos días, para «compensar episodios tóxicos», dice, como el Purple o las navidades. Lo lleva a cabo sin ceremonias ni avisos, y a menudo lo remata en un convento donde compra unos dulces que finiquitan su sacrificio.

El Molt Honorable Senyor Torra se ha tomado también dos días de ayuno en el monasterio de Montserrat donde ha ingerido frugales y mediáticos vasos de agua. Lo suyo, sin embargo, consistía en un gesto simbólico de apoyo a algunos de los presos de Lledoners en huelga de hambre. Otro símbolo más, otro gesto más. Los últimos tiempos de la política catalana, en particular la independentista, pero no solo, consisten en un atragantón constante de ambas cosas. Aburren ya, y no van a ningún lado, y desembocan en el ridículo, como esta fugaz privación del president Torra.

El inmovilismo tacticista de la política y la creciente efervescencia de los ‘indepes’, solo dejan espacio para dos alternativas: el absurdo o la violencia. Los CDR han optado por esta segunda opción, mientras que los dirigentes catalanes (salvo honrosas excepciones) parecen entregados a la primera. Detrás de tanto símbolo a menudo no hay nada, desde la sonrojante jornada en que se proclamó la república catalana para desproclamarla acto seguido; pero la segunda de las alternativas alienta un peligro real, sea esloveno o austrohúngaro, que diría García Berlanga, por seguir con la dicotomía.

El fugacísimo retiro del president, además, tiene escenario e imaginario en una especie de nacional-catolicismo que quizás no satisfaga a sus socios. Esta es, para la vieja CiU, hoy PDeCat, mañana quién sabe qué, el tercer pilar de su ideario, junto a la banca andorrana y la reciente aversión a una España que cada vez que la mencionan me sucede lo mismo que cuando lo hacen otros para exaltarla: me da urticaria y no sé de qué. España vale para todo, culpable o solución, sobre todo sin explicar qué se entiende por tal. Algo muy español que siempre nos ha traído problemas a todos.

No sé si Cataluña sigue formando parte de España en su sentimiento de pertenencia a una comunidad, pues esa emoción personal de una mayoría suficiente de catalanes no ha sido sopesada con un referéndum que lo hubiera solventado hace tiempo, cuando aún era lógico y sencillo hacerlo sin las heridas abiertas o reabiertas en los últimos meses. Nadie lo sabe, pues las encuestas no sirven y las votaciones unilaterales tampoco. Tampoco creo que la pertenencia a un país sea únicamente cuestión emotiva, ni tan importante. Pero lo que sí sé es que así no se va a ninguna parte, salvo a futuras lamentaciones, como no se va por la vía del abusivo encarcelamiento preventivo de políticos o los porrazos en los colegios electorales. La responsabilidad de políticos que solo parecen pensar en más cuota electoral, es que este desbarajuste no prospere. De momento es un hartazgo tóxico que va a requerir prolongados ayunos.
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