El arte como vida y como crecimiento personal

Gemma García Blanco no entiende la vida sin el arte, un lenguaje universal que todos podemos entender, una forma de expresarse y de sentir, de sacar lo mejor de uno

Mercedes G. Rojo
23/11/2021
 Actualizado a 23/11/2021
La artista y galerista Gemma García Blanco. | MAURICIO PEÑA
La artista y galerista Gemma García Blanco. | MAURICIO PEÑA
«El arte es mi vida. No podría vivir sin él. Es mi día a día».  (Gemma García Blanco. Artista plástica).

Nuestra próxima protagonista ya ha visitado con anterioridad nuestras páginas, aunque lo ha hecho en calidad de galerista. Era hora, pues, de que su particular faceta de artista encontrase también eco en este rincón destinado a la creación de las leonesas. Hablamos de Gemma García Blanco, nacida en una pequeña localidad leonesa en 1970, y trasladada a León capital con apenas ocho años, lugar en el que se formará y vivirá desde entonces, salvo en lo que al espacio temporal de su carrera –que cursó entre Salamanca y Berlín– se refiere. Desde que concluyó sus estudios en Bellas Artes, por la especialidad de pintura, han pasado ya veinticuatro años, los últimos veinte destinados a desarrollar una intensa actividad como docente en dibujo y pintura para todas las edades, especialmente niños y personas con necesidades educativas especiales, usando técnicas de terapia artística, y como galerista. Pero lo que nos interesa en esta ocasión es sobre todo la sólida carrera artística que durante estos años se ha venido labrando como pintora, con numerosos premios y exposiciones de obra propia, además de las colectivas.

Nos cuenta del agradecimiento que siente hacia sus padres por alentar siempre sus inquietudes artísticas que ya manifestaba desde bien pequeña y que pronto estimularon su camino futuro tomando como punto de partida las clases particulares en el estudio de Vicente Gutiérrez Tascón (estudio del que han surgido también otros artistas leoneses), con apenas ocho años (la más pequeñas de todo su alumnado en aquel momento), donde tuvo su primer encuentro con las nociones iniciales, iniciándose en el dibujo, el dominio de la forma, de las proporciones, etc., siguiendo las pautas del realismo puro, que finalmente le permitirían acceder a la carrera de Bellas Artes en Salamanca. Será tras la misma (y tras encontrarse con el decano Rafael Sánchez Carralero (reconocido pintor de estilo expresionista-abstracto) que reconoce en su pincelada fuerte y en la potente expresividad de su color, una clara inclinación hacia el expresionismo, animándola a que viaje a Berlín. Lo hace con una beca Erasmus; corría el año 94 y el viaje le permitirá entrar en contacto de lleno con dicho estilo que surge precisamente allí, especialmente en el Berlín del este, a través del grupo de pintores conocidos como el colectivo de El jinete azul, «una pintura de sentimientos y emociones que reflejó toda la época de la guerra, y la de miseria y muerte que sobrevino a la misma». Gemma G. B. proclama a los cuatro vientos que «sin el arte no podríamos vivir». Especializada en pintura, reconoce disfrutar de todas las facetas del mismo, ya sean la fotografía, la cerámica (en torno a la cual desarrolla ahora mismo un proyecto que la enlaza con la tierra y con el barro) o la escultura, aunque se define como pintora plástica que trabaja el estilo expresionista, con un trazo lleno de fuerza y color que le permite «con cuatro brochadas, expresar con rapidez lo que siento (…) un estilo en el que me encuentro muy bien para comunicarme». Dice gustarle también la figuración y no haberse desvinculado nunca del expresionismo, mientras se encuentra cada vez más a gusto en la abstracción: «no sé si porque este mundo es también un poco abstracto». Hasta ahora su pintura se traducía solo en cuadros; ahora ha comenzado una línea relacionada con el reciclaje que le permite expresarse sobre «objetos que me encuentro, que yo misma voy manipulando y con objetos de la naturaleza», un trabajo en la línea de la pictoescultura, que ya practicaba Louise Nevelson (1899-1988) a mediados del pasado siglo, incorporando a sus obras platos, vasos, cubiertos,… Con ella dice identificarse mucho, sobre todo en la idea de que «el arte es un espacio interior de sufrimiento, porque a la hora de crear se sufre». Sus proyectos de «arte reciclado» no sólo la llevan a la creación de composiciones a partir de elementos tan variados como puertas o sillas viejas, donde todo vale y todo tiene una segunda oportunidad (…) aspecto que se podría extender a la vida misma»; también es una forma de trabajar la conciencia ecológica a través del trabajo artístico que desde su Escuela hace con los más pequeños. Agradece la cada vez mayor visibilización que la mujer tiene en el mundo del arte, y también el importante crecimiento cultural y artístico de nuestra provincia en los últimos años, sin dejar de considerar que en ambos casos aún queda mucho por hacer; y recuerda el sistema berlinés donde cualquier artista tiene muchas oportunidades de mostrar su obra en diferentes lugares «aunque sea por una semana, tiempo en el que pueden ocurrir muchas cosas». Según ella, aún nos falta ese respeto por el arte, en todos los sentidos y a todas las disciplinas, que se sólo se inculca desde la más pronta educación y que deriva en una mayor presencia y aceptación del mismo por toda la sociedad.

Gemma, que además de crear fomenta el arte tanto en centros escolares, como en centros de mayores o con los jóvenes de su ayuntamiento – con los que la encanta trabajar–, cree firmemente que «el arte va a salvar el mundo y es un lenguaje universal que todos podemos entender, una forma de expresarse y de sentir, de sacar lo mejor de ti y poder expresar tus sentimientos, tus valores más profundos (…), te ayuda a ser mejor persona y a valorar todo lo que tienes en la Tierra». Cuenta que así ha sucedido con ella y que es lo que le ha permitido ser quien hoy es; por ello no deja de crear día a día, de investigar y de poner todos los medios a su alcance para que otras personas se inicien en los caminos del arte. Gracias Gemma.
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