Eduardo Aguirre: "En el mundo de la creatividad no somos hijos de nuestra generación"

Junto al artista zamorano Rafael Carralero comparte la autoría del libro ‘Cine para caminar’, una reflexión a través de 30 películas sobre algunos de los grandes problemas de nuestro tiempo

Joaquín Revuelta
04/05/2021
 Actualizado a 04/05/2021
Eduardo Aguirre Romero y Rafael Carralero Carabias son los autores del libro ‘Cine para caminar’.
Eduardo Aguirre Romero y Rafael Carralero Carabias son los autores del libro ‘Cine para caminar’.
'Cine para caminar' es uno de los libros más hermosos que han pasado por las manos de este cronista, no solo por su exquisita edición, como ya viene siendo una constante de la editorial Caparredonda de Gregorio Fernández Castañón, que ha editado este volumen en la colección ‘Los Cuadernos de Plata’, sino por la lucidez y la profundidad de los textos del periodista y escritor Eduardo Aguirre Romero y por la obra plástica del artista zamorano Rafael Carralero Carabias, de la que Aguirre asegura «abre una dimensión a las películas, pero también a mis textos. Realmente, es un diálogo entre tres lenguajes. Rafael es uno de los mejores pintores e investigadores españoles del paisaje, entendiendo este en una acepción muy amplia, que recoge a Caspar Friedich pero también a Turner y a Rothko. Nunca supe por dónde iba a abordar cada película, y pese a ello sabía que compartíamos parte de una misma visión, no solo del cine sino de la existencia. Le gustan los caminos difíciles, y los ha seguido», asegura el periodista y escritor madrileño residente en León de su compañero de viaje en esta aventura editorial de la que también ha sido partícipe ese editor tan singular y original que es Gregorio Fernández Castañón, que proporcionó el mejor soporte imaginable a las inquietudes de dos maestros en lo suyo como son Aguirre Romero y Carralero Carabias.

Hablar de cine con Eduardo Aguirre resulta tan placentero como leer los reflexivos y cargados de profundidad y cierta melancolía, que no nostalgia, textos que pueblan este libro planteado, en palabras de uno de sus autores, «como un diálogo entre tres lenguajes, el cine, la palabra y la imagen plástica, y que es la respuesta a la crisis. Este libro tiene un antecedente en otro, como digo en el prólogo, que fue una pequeña edición no venal de ‘Préstame tus zapatos’, en la que se hace alusión a la frase de Atticus Finch en ‘Matar un ruiseñor’ que dice: ‘Nunca se comprende realmente a un hombre hasta que te has calzado sus zapatos y caminado con ellos’. Aquel librito de 2008 fue mi respuesta a la crisis, que en el mundo de la cultura y del periodismo afectó de una forma brutal, y a través de doce películas hacía una reflexión en torno a la pobreza, la expiación, el dolor, temas que están muy presentes en películas como ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ o ‘Gran Torino’, entre otras, que a la gente les gusta, las ve, pero a veces no llega a captar lo que esas historias tienen de expiación. Entonces ahora, que todavía no hemos salido de la crisis, me surgió la posibilidad de hacer esta prolongación a treinta películas», señala Aguirre, que quiere dejar muy claro que en el libro no hace crítica de cine sino «una reflexión a través del cine sobre algunos de los que yo considero grandes problemas de nuestro tiempo que siguen siendo los mismos de siempre pero acuciados».No es la primera vez que el cine y las grandes crisis caminan de la mano, pues ya en los años de la Gran Depresión americana el cine se convirtió en la mejor manera de evadirse de la realidad y fue precisamente el musical el género que mejor contribuyó a ello con películas como la mencionada en el libro ‘Sombrero de copa’ o ‘El mago de Oz’, convertido este último en uno de los títulos predilectos del público estadounidense durante el tramo final de aquella crisis social y económica que azotó el país. Pero ese carácter escapista asociado a la crisis que tiene el séptimo arte no es lo que Eduardo Aguirre y Rafael Carralero Carabias han querido reflejar en ‘Cine para caminar’. «La visión que del cine hemos tratado de dar en el libro no es evasiva sino muchísimo más misteriosa. Mi formación es católica y por tanto yo puedo ser un hombre pesimista pero sin embargo veo las cosas con esperanza. Por eso siento tanta identificación con Tolkien y el libro, que empieza con esa proclamación de la alegría que es ‘Sombrero de copa’, termina con ‘El retorno del rey’ y con un aspecto muy concreto como es la sonrisa melancólica de Frodo cuando ya regresan a la Comarca pero él tiene la herida de saber que también fue débil y que pudo caer. La elección de las películas que abren y cierran la publicación no es casual porque yo sí que creo que el cine a nuestra generación nos ha salvado», sostiene Aguirre, que recuerda el impacto que siendo todavía un adolescente le produjo la visión en un cine de Madrid de ‘Fat City’, de John Huston. «Ese canto a los perdedores no tenía nada que ver con los ‘Rocky’ o con las películas de boxeo que podían interesar a mis amigos. Como verás, cada película entra por una puerta, que no es necesariamente la del argumento. En el caso por ejemplo de ‘El tesoro de Sierra Madre’, también de Huston, me interesa el misterio de la risa final ante el fracaso. Me atrevo a decir que es un libro con un sustrato religioso, en el sentido más amplio del término, y de respuesta a la crisis y al derrumbe de las cosas en la creencia de que el mundo que conocimos está desapareciendo, aunque he querido rehuir de la nostalgia», argumenta. Eduardo Aguirre tiene muy claro que «en el mundo de la creatividad no somos hijos de nuestra generación» y prueba de ello es que «las películas en blanco y negro con las que nos hemos formado no eran el cine de nuestra generación sino el cine de la generación de nuestros padres, gracias a una ley franquista proteccionista que impedía que se pusieran películas recientes. Eso nos llevó a que tanto tú como yo creciéramos viendo películas de John Ford, de Bogart... Te digo esto porque en el fondo, Rafael y yo, que somos de generaciones distintas, hemos conectado a través de la sensibilidad y no a través de la generación. El esfuerzo que ha hecho Rafael ha estado orientado a que su obra siguiese dialogando con su campo de investigación al ser uno de los grandes paisajistas españoles en este momento. Él ha querido hacer algo que al mismo tiempo fuese fiel al espíritu del libro en el que estábamos trabajando pero sin alejarse de su campo de investigación. Por eso verás, y esto creo que es importante subrayarlo, dos registros, uno figurativo y otro que es pura abstracción. Así en ‘Dersu Uzala’ hace la aurora boreal, en ‘Crash’ el fuego de un coche ardiendo o en ‘Lucky’ el rostro del personaje que interpreta Harry Dean Stanton».

Uno de los juegos a los que Eduardo Aguirre invita al lector del libro es a establecer una serie de conexiones misteriosas entre películas que pertenecen a distintas épocas. «Yo voy estableciendo como una especie de bucles, encontrando conexiones misteriosas entre las películas. No son conexiones documentales», sostiene Aguirre, para quien su juego no tiene nada que ver con la erudición sino con una percepción mucho más espiritual.

Esa conexión a través de la sensibilidad, que ocurre entre Aguirre y Carralero Carabias, se da también entre el primero y este cronista cuando le comento que el cine está lleno de momentos inolvidables y que uno de ellos es la despedida que el pueblo de Ángel, el componente mexicano de la banda, hace a sus compañeros al son de la canción ‘La golondrina’ en una película tan difícil de olvidar como es ‘Grupo salvaje’. «Para mí es una de las secuencias más bellas que ha dado el cine y eso me da pie a comentarte otra conexión espiritual, como es la risa final cósmica con la que termina ‘Grupo salvaje’ y que es la misma de ‘El tesoro de Sierra Madre’ o de ‘Zorba, el griego’, que también cito en el libro», argumenta el periodista y escritor madrileño afincado desde hace muchos años en León, para quien ‘Cine para caminar’ es «una respuesta conjunta de un escritor y un pintor a la crisis y a algunos de los problemas acuciantes de nuestro tiempo, donde no tiene cabida la nostalgia pero sí evidentemente una melancolía por un mundo que desaparece, porque es así», reconoce.

Preguntado por su relación actual con el cine, Eduardo Aguirre declara que «es una relación de lealtad hacia los autores que quiero y que siguen vigentes. Por ejemplo, mi lealtad a Woody Allen, mi lealtad a Clint Eastwood, entre otros nombres. Sigo viendo sus películas, pero también te diré que he vuelto al cine clásico. He vuelto a descubrir la serie B americana, Como habrás podido ver en el prólogo digo que Tarantino es también un genio, como Peckinpah, pero Tarantino no me salva. Si yo tengo una tarde de dolor o de melancolía me salva la secuencia de ‘La golondrina’ de ‘Grupo salvaje’», reconoce el autor, para quien otro de los temas que se prodigan en las películas de Peckinpah y en otros maestros del cine como Hawks, Huston y otros más es el de la relación de amistad que se da entre hombres. «Así es. Fíjate cuando en ‘Grupo salvaje’ a Pike Bishop (William Holden) alguien le habla mal de Deke Thornton (Robert Ryan), que es su perseguidor, y sin embargo le para los pies con el argumento de que es su amigo. La amistad, pero también el tema de la expiación de un dolor secreto, que ha sido Clint Eastwood el que lo ha vuelto a recuperar en ‘Million dollar Baby’, en ‘Gran Torino’, pero que ya estaba en una película como ‘El aventurero de medianoche’ sobre un cantante country enfermo que va a Nashville para a grabar un disco antes de morir y lleva dentro un dolor secreto y es que abandonó a una chica embarazada. Hay una serie de temas que siempre me han interesado pero no desde el pesimismo. A nivel de géneros he tratado tanto la comedia como el drama, por supuesto el western, pero no la ciencia ficción o el cine de terror, porque no es un ranking cinematográfico sino películas que tanto a Rafa como a mí nos han tocado espiritualmente».
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