El pasado viernes, 31 de mayo, tuvo lugar la II Jornada sobre la Pesca organizada por ‘Boñar: El Espíritu de las Aguas’, donde el Ingeniero Técnico de la Sección de Pesca de León, César Gómez Cáceres, explicó las razones para desmentir los bulos sobre la pesca en los ríos de León.
León tiene el privilegio de poder presumir de una naturaleza envidiable en general, pero en particular puede decirse que tiene el mejor conjunto de ríos trucheros de España. Otras regiones de España, con magníficos ríos trucheros, han tenido numerosos problemas que los han deteriorado, bien por contaminación intensa derivada de la industrialización de la zona sin la adecuada depuración de sus aguas, o simplemente se ha permitido un aprovechamiento abusivo de su producción piscícola.
La provincia de León sufrió estas dos ‘pandemias’, una contaminación derivada de los vertidos urbanos, de menor intensidad que los industriales, y una abusiva explotación del recurso truchero, bajo la excusa tanto de la comercialización como del derecho a consumir las truchas pescadas.
Afortunadamente estos problemas sufridos en León han sido posiblemente de menores que en otras provincias, y la política autonómica supo ver a tiempo que la situación era límite, prohibiendo la venta de esta especie, para posteriormente modificar la gestión de la pesca llevándola a un nuevo planteamiento más respetuoso, que ha permitido equilibrar la extracción con la capacidad de recuperación del medio.
Esto ha permitido que los ríos que discurren desde la cornisa cantábrica, Esla, Luna, Porma, Sil y todos los que constituyen la red hidrográfica de la provincia, hayan conseguido recuperarse de aquella situación de finales del siglo XX y comienzo del XXI, donde las truchas brillaban por su ausencia y los pescadores perdían la afición ante la escasez y su escaso tamaño.
Las antiguas políticas de gestión de los ríos, trataban de paliar estos problemas mediante la creación de instalaciones donde criar ejemplares de truchas para posteriormente soltarlos en el medio natural, lo cual lejos de mejorar la situación, tan solo la empeoraba al tratar de compensar con unos pocos miles de truchas los cientos de miles que se extraían por unos pescadores que cada vez tenían más tiempo para practicar este deporte y con mejores medios para engañar a estos peces. Este es el planteamiento erróneo que llevó los ríos al estado en el que se encontraban hace unos 15 años, lo cual demuestra que las piscifactorías no son la solución a una falta de truchas.
El único sistema de conseguir que los ríos de forma generalizada mejoren a nivel poblacional, es un cambio de gestión, que es lo que se consiguió con la actual Ley de Pesca, la cual hizo que cientos de kilómetros de ríos que estaban considerados como tramos de acceso libre, donde se podían sacrificar varias truchas al día durante todos los días del periodo de pesca, pasen a ser tramos de pesca sin muerte, de manera que esos cientos de km, pasasen a ser reservorios donde los ejemplares que allí se encontraban, pudiesen crecer y criar sin riesgo de que los mejores ejemplares reproductores fuesen sacrificados.
Estas nuevas reglas de juego son las que en pocos años han hecho que los ríos de León se hayan recuperado en abundancia y tamaño, recobrando ejemplares plenamente capaces de mantener la especie de forma natural.
Sin repoblaciones, un cambio hacia una gestión piscícola basada en la capacidad natural del sistema. Las repoblaciones no son una medida de conservación, sino una estrategia artificial con beneficios cortoplacistas y costes ecológicos a largo plazo. En muchas ocasiones, cuando se hace referencia a tiempos pasados, siempre se cree que fueron mejores, pero en este caso hubo algunas décadas de declive, que han demostrado que la existencia de centros de cría de trucha común no son ninguna solución a una mala gestión.
En cualquier tipo de gestión de recursos naturales renovables, madera, caza, pesca, etc., el único sistema que puede garantizar un mantenimiento en el tiempo de esa explotación es extraer menos de la productividad anual, evitando en la medida de lo posible que su mantenimiento dependa de la intervención humana, especialmente en momentos como éste, en el que las decisiones políticas son determinantes para cualquier tipo de acción.
Tras comprobar como no hay nada mejor que dejar a la naturaleza actuar por si misma, todo aquel pescador leones, nacional o extranjero, bien sea un aficionado o uno de alta competición que se acerque a los ríos de León a disfrutar de la pesca, y tenga abundantes y grandes capturas, debe agradecérselo a la capacidad del ecosistema para preservarse en el tiempo, lo cual demuestra el buen estado de estos ríos, y aunque podrían estar mejor, ahora mismo constituyen un paraíso de la pesca. Disfrutémoslo y presumamos de que los ríos leoneses no necesitan de los humanos ni de sus repoblaciones. Respetemos los ríos y las leyes.