Y es que hasta el ‘boom’ de Lydia, la halterofilia era una deporte más que minoritario en España, especialmente en categoría femenina. Poco a poco, la berciana logró combatir todos los clichés y estereotipos y ahora las niñas que quieren ser como Lydia no son solo una excepción.
Prueba de ello es que en el Bierzo ya hay halteras que se están haciendo un hueco, como la cacabelense María Emma López Crespo, que ya sabe lo que es competir a nivel internacional, mientras que a nivel nacional la federación cada vez cuenta con más fichas en las categorías inferiores.
Así, en el campeonato de España sub-17 que se disputará este sábado en Madrid habrá el mismo número de atletas en categoría masculina y femenina, algo casi impensable hace un década.
Esto también está provocando que empiecen a surgir jóvenes talentos y que la halterofilia española se haya hecho un hueco entre las escuelas más importantes.
En este último Europeo, la selección española ha conseguido un total de trece medallas. Los metales de Josué Brachi, David Sánchez, Andrés Mata, Alberto Fernández, Irene Martínez y la propia Lydia Valentín son la mayor cosecha del equipo nacional en un campeonato de Europa y el mejor legado de la berciana, que se retirará tras los Juegos Olímpicos de Tokyo en 2020.
Icono del juego limpio
Otra gran herencia que deja Valentín es una halterofilia más limpia. A la de Camponaraya le tocó lidiar con una de las épocas más oscuras de este deporte, marcado por los escándalos de dopaje y sanciones que desvirtuaron por completo cualquier competición.
Lydia no pudo disfrutar de dos podios olímpicos y su caso fue la gota que colmó el vaso. La Federación Internacional de Halterofilia (IWF) se ha puesto como gran objetivo erradicar estas prácticas y en el pasado Mundial y este último Europeo no participaron por sanción las federaciones más salpicadas por el dopaje.