"Las ‘ostias’ que metían los centrales eran de muerte"

Cuatro jugadores de las dos etapas más gloriosas de la Cultural se reunieron en el centenario Casa Benito y lo llenaron de historias

Fulgencio Fernández
09/07/2023
 Actualizado a 09/07/2023
Larrauri, en primer término, y Raúl, Villafañe y Ovalle esperan ‘en vestuarios’ junto al moderador, el momento de saltar al Casa Benito. | REPORTAJE GRÁFICO DE MAURICIO PEÑA
Larrauri, en primer término, y Raúl, Villafañe y Ovalle esperan ‘en vestuarios’ junto al moderador, el momento de saltar al Casa Benito. | REPORTAJE GRÁFICO DE MAURICIO PEÑA
"Distintas formas de mirar el fútbol" podría ser, tomando el título de una novela de Llamazares (Julio), como se podría definir el encuentro que cuatro jugadores de la Cultural de dos épocas bien diferentes mantuvieron en el bar del Barrio Húmedo Casa Benito, dentro de los actos del Centenario culturalista. "¡Qué mejor lugar que en otro lugar centenario!", explicó Chus de Casa Benito, recordando asimismo que este centenario rincón del popular barrio leonés siempre fue un templo del fútbol, el lugar donde se jugaba la quiniela más popular y sin olvidar que el recordado Alfredo, por ejemplo, "llevaba a un grupo de ciegos a la Puentecilla, les sentaba a su alrededor y les radiaba el partido que el equipo leonés estaba disputando en el estadio".

Los históricos de la Cultural que acudieron a esta cita —junto a Goyo Chamorro, encargado de los actos del Centenario— fueron Raúl, Ovalle, Villafañe y Larrauri; el primero de ellos, delantero centro, es el único integrante que aún vive del equipo que hizo historia al ascender a Primera División y jugar en ella una temporada (1955-56) y los otros tres integrantes de la recordada delantera de Segunda División que marcó una época por su buen fútbol y las goleadas que se veían en La Puentecilla, llegando a rozar el ascenso a la máxima categoría.

Aquel equipo tenía una delantera que todo buen culturalista recita: Ovalle, Villafañe, Marianín, Larrauri y Zuazaga.Tres de ellos allí estaban. Eran protagonistas de las dos épocas consideradas más gloriosas del equipo leonés, el año en Primera y la etapa en Segunda con el mejor fútbol, ascenso que se logró precisamente con un gol de Larrauri a filial del At. Bilbao.

El balón cogía agua y pesaba dos kilos, caía en el barro, sacarlo era una odisea; allí quería ver yo a Vinicius El encuentro, muy divertido, fue una sucesión de anécdotas para poner de manifiesto cómo ha cambiado el fútbol en todos los aspectos. Algo que ya puso de manifiesto un Raúl que se mostró especialmente divertido. Sobre la mesa en la que estaban había un balón de fútbol de cuero "de la época" (años 50) y unas botas, también de cuero, duras como el pedernal. "Jugar con esto ya era una odisea, encima en un campo lleno de barro, hasta los tobillos. El balón cogía un kilo de peso, de agua y barro, cuando caía al barro quedaba allí, enterrado en el fango, ya era una odisea sacarlo. Allí me gustaría ver a Vinicius". 

Pero especialmente gráfico se mostró al hablar de la contundencia de las defensas contrarias. "Venían tíos como Campanal, el del Sevilla; Marquitos, con el Madrid; Biosca, el del Barcelona; Lesmes, del Valladolid... que metían unas ostias de muerte. Recuerdo un calentamiento antes de jugar conel Sporting que el central ya me decía: Guaje, voy a partirte por la mitad y la rodilla te la mando a la grada. En el calentamiento". Y recordaba una trifulca con Amancio en Coruña...

- ¿Cómo recuerdas el partido en el Bernabeu?, ¿qué os decía Di Stefano?
- Nada, ni nos vieron. Aquel año fue bonito pero es verdad que lo pasamos mal en muchos campos.
Para ilustrar cómo eran aquellos años en el fútbol contó Raúl, con 87 lúcidos años, que "en los vestuarios no había agua caliente, llegabas allí de barro hasta el alma, y fuera de casa te habían quitado la cebolla de la ducha y te caía el chorro de agua helada en la cabeza que parecía que te iba a hacer un agujero".

- ¿Y los viajes?
- Ufff. Había que salir el viernes si jugabas lejos. En un autobús que nos habían regalado los indianos, sin calefacción.... los utilleros tenían unos recipientes en los que echaban el alcohol del botiquín y le prendían fuego para que entráramos en calor.

Reconoció Raúl que, además, hubo etapas de mal ambiente. "Yo fui mucho más feliz en el Júpiter, con amigos, gente de León. Aquel año en Primera vinieron tres cedidos por el Atlético de Madrid que se creían que eran Gento y no jugaban ni a las tabas...".

Y con tan solo 26 años se retiró. "Estuve cuatro meses probando en Barcelona, con César de anfitrión, y fueron inolvidables, pero no me pude quedar por una ley que obligaba al Barça a pagar 250.000 pesetas por inscribirme y no quisieron... Tal vez habría cambiado mi vida. O no". Lo que no quiso desvelar fueron las experiencias junto a su gran amigo Coque, el affaire con Lola Flores... "Eran otros tiempos, era otra vida, era lo que te daba el fútbol".

Si Raúl reconoció que no hubo muy buen ambiente en el vestuario en aquel año en Primera, los representantes de la gran Culturalde los setenta —Ovalle, Villafañe y Larrauri— contaban exactamente lo contrario. El gran secreto de aquella Cultural era la amistad entre todos, éramos una piña, aparte de que de los 18 ó 19 de la plantilla la gran mayoría eran de León (Larraz, Piñán, Ovalle, Villafañe, Casas, Félix, Mundo, Marianín, Diego, Iglesias...) y los que vinieron se integraron de fábula: Larrauri aquí sigue, el fallecido Maño es como si fuera de León; en fin, creo que ése fue el secreto", decía Ovalle, a lo que Larrauri matizaba: "Y que metíamos goles, que no éramos unos tuercebotas. Y a ver si dejáis hablar a Villafañe, que cuando jugábamos le teníamos todo el partido corriendo y ahora sigue estando ‘castigado’", decía manteniendo las bromas entre ellos y con ‘Villa’, "no solo culturalista por los cuatro costados sino que en mi familia hay ocho miembros que han formado parte de este equipo".

Y los centrales seguían siendo bastante duros, explicando Ovalle cómo pasaba más tiempo rodando por el suelo que nadie por su velocidad y porque jamás rehuía la batalla.

- ¿Y Marianín?
- Era muy fácil jugar al fútbol con él; no sabías qué hacer con el balón, pueslo mandas a la zona por la que andaba Mariano y él se arreglaba, de cabeza era un verdadero portento; decía Llarrauri y Villafañe se atrevía a aventurar que saltaba más que Santillana.

Jugamos la eliminatoria de ascenso más larga de la historia, el empate se decidió por el número de córners Pasaron por la conversación y el recuerdo los aficionados (Duviz, Magín...), utilleros, masajistas... "¿Sabéis la profesión de Mohino? Era zapatero, pues de trabajar en ese oficio tenía unos callos en las manos terribles, pues se los quitaba frotando para los masajes. Fuera de broma, era muy bueno", explicaba un Ovalle que llevaba la voz cantante de su grupo.

No faltó un largo y curioso anecdotario, como haber jugado "la eliminatoria más larga de la historia, un ascenso contra el Cartagena que se decidió por número de corners sacadosy que, mientras se jugaba, fue el día que ardió la Catedral de León (el 29 de mayo de 1968)". También hablaron de las manías de Rafa, el entrenador. "Con la corbata que ganaba la mantenía hasta el infinito. Pero la más llamativa es que nos hacía orinar en un árbol. Un día orinó uno de camino hacia el partido, ganamos por goleada y desde entonces nos obligaba a todos, en el mismo árbol, todo igual. Rafa era muy supersticioso".

Y así siguieron en la cena.
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