La caza y la conservación de la naturaleza

Las dudas sobre la viabilidad o ética de la caza podrían resolverse con la respuesta a la pregunta sobre cómo preserva el cazador el medio natural

Ignacio de Lucio Benéitez
21/06/2023
 Actualizado a 21/06/2023
Imagen de un cazador en el medio del monte. | I.L.B.
Imagen de un cazador en el medio del monte. | I.L.B.
A modo de presentación, para esta nueva sección de caza en La Nueva Crónica, dedico unas líneas al principal argumento de la actividad cinegética en todo el mundo. Llevo cinco años trabajando como guía de caza en España y en el extranjero, por lo que he podido comprobar en varios lugares las consecuencias de la prohibición de la caza o los beneficios de seguir prácticandola.

Cualquier cazador podría explicar de mil maneras los beneficios de la actividad cinegética sobre las especies en las que se practica y el hábitat en el que viven, principal beneficiado por cierto, de la reducción anual de animales que se ejerce en sus áreas. De no ser así, dañaría la cubierta vegetal y fomentaría la aparición de parásitos y demás enfermedades entre esas poblaciones. El ejemplo está en los lugares donde la caza ha sido restringida, como en la sierra de Guadarrama, donde la proliferación de la cabra hispánica está a punto de convertir la sierra en un desierto sin vegetación aprovechable por el conjunto de animales que allí viven, tanto silvestres como domésticos.

Quizás todas las dudas sobre la viabilidad o ética de la caza podrían resolverse con una sola pregunta: ¿cómo preserva el cazador el medio natural? La respuesta es obvia para cualquier persona ligada al campo, pero imposible de entender por la gente que no sale de las ciudades y critica fervientemente la actividad venatoria. El cazador medio respeta los diferentes cupos que puede soportar cada área o especie. El cazador extrae cada año un pequeño porcentaje de presas que permite a la población animal no extraída (los animales no cazados) poder reproducirse de nuevo, sin llegar a unos mínimos que pongan en peligro la supervivencia de su especie. Este lógico sistema, convierte a la caza en un recurso natural renovable, cuyo aprovechamiento ordenado garantiza la conservación de especies a lo largo del tiempo. Es lógico, porque el cazador disfruta con la actividad y es el principal interesado en no acabar con ella, para poder seguir practicándola año tras año. Es decir, si posee dos permisos anuales de ciervo en un coto que gestiona durante cinco años, por ejemplo, lo lógico sería tratar de abatir esos dos ciervos anuales, para poder seguir haciéndolo en años venideros, o incluso aumentar el cupo, si la administración competente lo considera oportuno.

Este ejemplo se aplica en todo el mundo. Incluso en lugares remotos donde las especies salvajes causan auténticos destrozos a la agricultura o a la ganadería. Cuando la caza legal de determinadas especies se prohíbe, se aproxima a su extinción. Al no tener un valor económico con el que paliar dichos destrozos, pierde su protección y los damnificados acaban con el problema. Véase la problemática del lobo en España o de igual manera, los leones en Zambia.

En nuestro planeta, con más de siete mil millones de seres humanos, los animales salvajes no pueden autogestionarse y moverse libremente como podían hacerlo hace tres o cuatro mil años. El ser humano ocupa el eslabón más alto en la cadena trófica, por eso es quien debe regular la naturaleza a la que ha puesto límites, fronteras, etc. No se me ocurre mejor forma de hacerlo que no sea mediante la actividad cinegética, ya por motivos económicos o simplemente por continuar con una actividad milenaria que practica el hombre desde que es hombre y que nos conecta con la naturaleza como ninguna otra acción puede hacerlo, nada más y nada menos que tomando parte en su gestión, como especie que gobierna el planeta. Al final, la caza se rige por hechos demostrables en materia de conservación, y las nuevas «soluciones» que promueven los falsos ecologistas son utopías que sólo conseguirán llenar los bolsillos de cuatro listos y cargarse siglos de conservación animal en rincones de todo el mundo. Puede que sea difícil intentar razonar con gente de una mentalidad tan cerrada y con unas ideas tan fijas, pero vale la pena defender nuestra actividad desde el punto de vista que ellos no quieren escuchar y desconocen: el del conservacionismo.
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