Estabilidad hidrológica y evolución positiva en los ríos leoneses

Con los caudales altos y aguas frías, los señuelos que mejor funcionan son las ninfas, cucharillas y moscas ahogadas

25/04/2025
 Actualizado a 25/04/2025
Pescador cobrando una trucha río Porma.
Pescador cobrando una trucha río Porma.

Desde que comenzó la temporada de la trucha en León, el 29 de marzo, las condiciones meteorológicas han sido variables, con bajas temperaturas, lluvia e incluso nieve, pero estos últimos días algo han mejorado. Estas temperaturas, junto con los caudales más estables, han creado un entorno un poco más favorable para la actividad truchera. Ahora mismo en León, con los caudales altos y aguas frías, los señuelos que mejor están funcionando para la trucha son las ninfas, las cucharillas y las moscas ahogadas.

Con los caudales crecidos y aguas turbias, para tener éxito pescando, es importante proponer el señuelo adecuado en los lugares más protegidos o de menos corriente; remansos, orillas con poca profundidad y vegetación que retienen la corriente y detrás de piedras que formen pequeños remolinos. Esto puede ser la diferencia entre un buen día de pesca o un fracaso. 

Escasa fue la presencia de pescadores en los ríos naturales de León, con un poco más de afluencia en los ríos del Bierzo. Los aficionados prefirieron los ríos regulados donde encontraron mejores condiciones para la pesca, aunque el río Órbigo presentó un caudal muy alto por la aportación del río Omaña. Dentro de una provincia, como es León, siempre hay ríos que destacan sobre los demás, los del Bierzo; Sil, Valcarcel y Boeza, están teniendo un comportamiento regular y también es de destacar la pesca en el río Esla, Luna y Porma que están siendo los más frecuentados. Dentro de los malos resultado que se dieron estos días los señuelos que mejor se comportaron fueron las ninfas y los perdigones. A la leonesa y a mosca seca no hubo sorpresas por falta de eclosiones y la poca actividad que mostraron las truchas fue entre aguas y por el fondo, comiendo en superficie en horas de mediodía. 

Las cucharillas con aguas tomadas y altas siempre ofrecen buenas prestaciones para los pescadores que practican la técnica del spinning. En la pesca a pluma o pesca a la leonesa, en tramos lentos o tablas profundas, están dando buen resultado el “sangre de toro” y el “paja vieja”. En superficie hay muy poca actividad, pero se puede pescar a mosca seca en las horas más cálidas del día, las olivas y pardones, se están llevando la palma como ya es tradicional a principio de temporada en León. 

Toca esperar para pescar con más posibilidades de éxito, pero pronto los ríos naturales empezaran a bajar en buenas condiciones, no hay que desanimarse y tener paciencia porque en los ríos de León cuando mejor se pesca siempre es de mediados de mayo en adelante.

Demasiados cormoranes

 En los últimos años, los ríos de León han experimentado una transformación silenciosa, pero alarmante. La proliferación de cormoranes grandes, Phalacrocorax carbo, ha alterado el equilibrio natural de nuestros ecosistemas fluviales, generando un debate creciente entre pescadores, conservacionistas y autoridades ambientales.

El cormorán, antaño una especie escasa en el interior peninsular, ha encontrado en los ríos leoneses un hábitat ideal para subsistir, gracias en parte a la abundancia de peces y a la ausencia de depredadores. Sin embargo, lo que podría parecer un triunfo de la biodiversidad se ha convertido en una seria amenaza para la fauna ictícola. Estas aves pueden llegar a consumir hasta medio kilo de pescado diario por individuo, lo que representa una presión insostenible sobre especies autóctonas como la trucha común, ya de por sí amenazada por otros factores como el cambio climático o la contaminación.

Los cotos de pesca y las zonas tradicionales donde el río es fuente de ocio, deporte y economía, están viendo cómo sus poblaciones de peces se resienten. Los pescadores, que llevan décadas siendo guardianes del río, manifiestan que la abundancia de cormoranes está perjudicando la pesca recreativa, vital para la economía rural en muchas zonas de León. 

Lo que era antes una rareza hoy es rutina: te plantas en cualquier tramo del Órbigo, del Esla o del Porma y los cormoranes allí, quietos como estatuas o buceando con toda viveza. Y claro, no están mirando el paisaje: están comiendo peces. Un solo cormorán puede zamparse medio kilo de pescado al día. Si ahora multiplicamos eso por decenas, o incluso cientos, de ellos, el resultado de truchas y otros peces autóctonos extintos será preocupante. 

Es urgente que la administración central escuchen a las autoridades del territorio y reevalúen los criterios de protección, permitiendo y aumentando los planes de control poblacional en las zonas donde el daño ecológico sea más evidente. León necesita unos ríos vivos, donde todas las especies puedan convivir en armonía.

No se trata de culpar a una especie por hacer lo que dicta su instinto, sino de pedir una gestión racional y equilibrada de la fauna. Proteger al cormorán no puede implicar condenar a otras especies, ni mucho menos comprometer el futuro de los ecosistemas acuáticos y las economías locales. Las leyes de protección están para cuidar la naturaleza, no para descompensarla.

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