El eco de la madera resonó con pesar en Maraña

El local Gustavo González en individual, y la partida de Liegos salen triunfadores de un torneo de bolo leonés que se vio ensombrecido por los incendios

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23/08/2025
 Actualizado a 24/08/2025
Aspecto que presentaba la bolera de Maraña en la competición por equipos
Aspecto que presentaba la bolera de Maraña en la competición por equipos

“Cuando rompía el silencio, el eco de la madera, de aquellos bolos tan recios”. Con esa estrofa, el cantautor montañés Nando Agüeros afinaba las cuerdas vocales de cara a su concierto del 15 de agosto en Maraña, a apenas unos metros de la bolera municipal, mientras el sol languidecía y comenzaba a mirar humillado desde abajo a los majestuosos picos del Mampodre.

Tradición inveterada, un año más la bola cacha rodaba por el castro, cuidado con esmero, y reunía en la localidad del alto Esla a jugadores y aficionados llegados desde diversos puntos de la provincia, ávidos de disfrutar de los ‘ahorcados’, las bolas ‘altas y pingonas’, y de estéticos birles.

Aunque con el sabor añejo de siempre, no todo era igual en esta ocasión. Un halo de humo se extendía por el horizonte al mismo tiempo que la incertidumbre crecía por la dramática situación de tantas localidades cercanas, cuyos terrenos y montes eran pasto de las llamas. Desde Tierra de la Reina hasta Casasuertes, pueblos en los que los bolos mantienen un arraigo ancestral se afanaban por seguir existiendo en medio de ese infierno desatado en el paraíso del Parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre.

Bajas sensibles

No estaban para bolos, y no es de extrañar que se produjesen bajas sensibles, especialmente en la competición por equipos del día 16. “Si los de Cuénabres y Boca de Huérgano no han venido es que la cosa está fea”, se escuchaba en los corrillos. Y -fiel también a la tradición- la cobertura telefónica se tomó el día libre cuando más falta hacía, impidiendo cualquier tipo de comunicación con los ausentes.

Así, aunque de forma indeseada, el camino a la final se presentaba más allanado para el resto de cuartetos. Liegos, que había eliminado a la talentosa partida de Maraña en cuartos -no sin la también vernácula polémica arbitral- apeó después a los chavales de Burón y privó de revalidar triunfo a Villafrea en una disputada final.

Podio de categoría individual
Podio de categoría individual

Los ‘lentejeros’, liderados por Carlos Carande -otro de los que combinan afición por los bolos y la lucha- se mostraron seguros en el tiro y avasalladores en el birle. Para el debate quedará si el podio hubiese sido el mismo de estar en liza las partidas de Cuénabres o de Barniedo. Habrá que esperar a 2026 para conocer la respuesta.

Para entonces contará con un año más el aún imberbe Mario, que jugando en el equipo B de Liegos ya dejó destellos de calidad propios de su padre, José Vicente Álvarez, que venía de ser tercero la víspera en individual.

Una competición que, con una dotación en premios superior a la habitual, atrajo a Maraña a jugadores de puntos tan distantes como Coladilla. Mención aparte merece el veterano Salvador, emigrado a México, al que, con cerca de 90 años, los trece metros de la mano se le hicieron algo largos. Pero su viaje a Maraña desde Coladilla no fue en balde. En la bolera pudo conocer a Chema Alonso, gran aficionado y mecenas de los bolos, procedente de la ciudad mexicana de Puebla, con el que pudo departir de recuerdos y sentimientos comunes a quienes se ven obligados a abandonar su patria.

Gustavo, imperial

Volviendo a lo puramente deportivo, los 49 bolos del ‘pintor’ de Liegos fueron superados por uno por Jaime, de Cuénabres, letal birlador de poderoso brazo, que se desesperaba al ver cómo otro jugador que dejó buenas sensaciones, Fernando Lario, de Cofiñal, desaprovechaba con birles fáciles lo que con tanta clase había logrado desde la mano. “Si a mí me dieran esos caramelos...”, salivaba Jaime.

Equipo de Liegos
Equipo de Liegos

Pero ni con una siega a guadaña hubiera alcanzado los 57 palos (tres ahorcados) de Gustavo, ‘alma mater’ de los bolos en Maraña, pulgarista acreditado y a la altura de los ases de la capital con el nichi a la izquierda, al que la justicia premió con el primer puesto por su infatigable labor por mantener la bolera en perfectas condiciones. Doscientos veinte euros, un jamón, una botella de whisky y pastas de la panadería Tomás de Riaño conformaron un magro botín para un deporte tan necesitado de incentivos para que siga sonando la madera en los pueblos.

Aun así, el bolo leonés fue el gran vencedor de esa doble jornada. Magullados por los nuevos tiempos y el olvido al que los relegan a menudo las instituciones, en Maraña los bolos libraron con éxito una batalla por su supervivencia en una desigual guerra que no se resignan a perder.

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