"De León me quedo con Las Ubiñas, es un gran escenario para entrenar y disfrutar"

El alpinista Juanito Oiarzabal, protagonista junto a Pasabán y Soria del FID, cuenta en una entrevista sus vivencias y da como consejo a quien empieza "informarse, no subestimar a la montaña e ir muy bien equipado"

Jesús Coca Aguilera
27/10/2020
 Actualizado a 27/10/2020
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A la hora de hablar de alpinismo en España, el nombre más importante es sin duda el de Juanito Oiarzabal. Icono de la época de despegue del montañismo, fue la sexta persona de todo el mundo en completar los catorce ochomiles y vivió múltiples aventuras en las diferentes cumbres. Él, junto a otros dos iconos como Edurne Pasabán y Carlos Soria, es el protagonista de la charla de la IV edición del Foro Internacional del Deporte que se celebrará en el Auditorio ante algo más de 200 personas, el tope dada la situación sanitaria pues en apenas dos horas se agotaron las 100 entradas que había a la venta, y antes repasa su carrera, sus historias e incluso habló de las montañas leonesas en una entrevista en La Nueva Crónica.

–Juanito Oiarzabal, Edurne Pasabán y Carlos Soria juntos en la misma mesa. No es algo habitual...
–En la misma conferencia es la primera vez que nos juntamos, con Carlos de hecho es la primera vez que coincido. Somos tres generaciones con tres puntos de vista diferentes y tres formas de hacer montaña distinta.

–¿En qué se diferencian?
–Con Carlos eran otros momentos y situaciones, con menos información y cuando los materiales que tenían eran muy rudimentarios. En mi caso eso avanzó muchísimo, ya comencé a conocer los nuevos equipos y tecnologías. Y en el de Edurne ya se desencadenó una masificación de las montañas y una tecnología sin precedentes.

«Somos 3 generaciones con 3 puntos de vista diferentes y 3 formas de hacer montaña distintas. No me dan envidia» –¿Te da envidia haber vivido algunos de esos otros dos momentos?
–No, todo lo contrario, el que yo viví fue una explosión de esa primera generación de los años 70 que a mí me enseñaron mucho. En la siguiente, la mía, comenzamos a conocer cosas nuevas y diferentes y a lo largo de 14 años, que fue lo que me costó subir los 14 ochomiles aunque luego he subido otros 10, es cuando empezóa evolucionar de una manera determinante el himalayismo. Quizá en los 80 estábamos acostumbrados a ver aquellas grandes expediciones de los polacos, eslovenos o británicos, pero a partir de ahí empezamos a compararnos un poco con esos personajes, aunque a otro nivel porque estaban a uno altísimo. Ahí se desencadenó de forma muy rápida el hacer ochomiles en España y yo en esos años realicé muchísimas expediciones y me quedo con las cosas que descubrí, los lugares que vi, las montañas que subí, y las situaciones comprometidas y de riesgo, pero también otras de locura o disfrute, que viví. Así que no echo en falta ni la generación anterior ni por supuesto la posterior. Viví mi momento, que fue muy dulce.

–Tú fuiste un icono de esa explosión que comentas...
–Rompí muchos tabús. Hay que darse cuenta de que en el año 85 ni se me pasaba por al cabeza utilizar oxígeno artificial para subir una montaña de más de 8.000 metros, sin embargo más del 80% de las personas que suben al Cho Oyu lo utilizan. Todas las ascensiones que yo hacía las realizaba sin él, eso si quien tenga una cierta experiencia en montaña se pone a analizarlo, es algo tremendamente significativo y que muchos quisieran tener en su historial.

«En una tormenta en el Kanchenjunta casi morimos. Ahora los partes del tiempo son claves, antes no había» –¿Cuál es el momento de mayor disfrute que te ha dado el montañismo?
–Muchas. La primera vez que subí al K2 en 1994 fue algo muy especial, porque subimos por una ruta nueva, que hoy se conoce como la vasca, y era la primera ascensión que se hacía a esa montaña tras dos años en los que nadie lo había subido y fuimos los primeros en llegar a la cumbre, fueron momentos muy bonitos. Pero si tengo que hablar de un ochomil siempre hablo de mi primero, del Cho Oyu, las sensaciones que tuve en él no se han vuelto a repetir en ningún otro, los ha habido diferentes pero como ese ninguno. Había muchos tabús, muchas incógnitas sobre si seríamos capaces de subir sin oxígeno, qué nos íbamos a encontrar allí arriba, la altura, la aclimatación... todo ese cúmulo de cosas y de circunstancias hace que fuera muy especial y del que siempre guardo mejores recuerdos.

«¿Mis mejores momentos? El primer ochomil, nunca se han repetido esas sensaciones , y la subida al K2, la primera que nadie hacía en dos años, en el 94» –¿Y la situación más comprometida?
–También muchas, demasiadas, date cuenta de que yo he perdido nueve compañeros directos en el Himalaya, con los que empecé de crío. He tenido momentos tremendamente jodidos, accidentes con mis compañeros en los que yo he vivido pero ellos han perdido la vida. Pero si tengo que hablar de una, aunque no hubo ningún accidente mortal, siempre comento la situación que vivimos en 1996 en la cara norte del Kanchenjunga, que es la gran desconocida pero es la tercera montaña del planeta, y después de alcanzar la cumbre nos envolvió una nube, una tormenta, ya que los partes metereológicos son un factor importantísimo ahora mismo pero antes no los había, tenías que salir de la tienda a la aventura. Bajando nos envolvió una tormenta y fue probablemente la situación más dramática y dura que yo he tenido en todas las ascensiones del Himalaya, teníamos continuamente la sensación de que no llegábamos, de que no bajamos, y todavía hoy es el día que cuando nos juntamos comentamos todavía aquella situación que tuvimos allá, donde estuvimos a punto de morir y gracias a nuestra experiencia, pero sobre todo a las ganas de vivir, pudimos llegar al campamento y refugiarnos en la tienda.

–¿Cuál es la sensación al hacer cumbre en un ochomil?
–Cuando llegas a la cumbre es cuando más centrado tienes que estar, porque llegas cansado, agotado, deshidratado, sin reflejos y con esa euforia de haberla hecho y te olvidas de lo más importante, que es bajar. Siempre hablamos de que una montaña no termina en la cumbre, sino cuando llegas al campamento base, es ahí cuando hay que disfrutar de todo.

–¿Qué se le pasa a uno por la cabeza cuando está ahí en la cima a más de 8.000 metros?
–Lo que quieres es escapar rápidamente, porque cuando estás por encima de 8.000 metros aquello ya se complica, así que lo importante es llegar, centrarte e intentar bajar sobre todo de altura, que la línea de los 7.000 metros para arriba es la peligrosa, aunque la marca el propio terreno, no la altura, que cada uno se adapta mejor o peor a ella.

«Al hacer cumbre es cuando más debes centrarte. Estás agotado y sin reflejos, pero lo más importante es bajar» –¿Se llega a disfrutar?
–Cuando vas subiendo, le vas ganando terreno a la montaña y vas colocando los diferentes campamentos de altura, los vas abasteciendo, colocando cuerda fija, haciendo huella y progresando, eso es lo que realmente a uno le hace sentirse bien. Luego el último día, el de cumbre, que es el más importante, lógicamente tienes que intentar disfrutar al máximo posible, pero hace frío, falta oxígeno, hay que abrir huella, no suele haber cuerdas fijas, es un terreno técnico, hay mucha tensión, cambios de tiempo, tienes que llegar arriba y ver qué horario es... todo ese cúmulo de circunstancias hace que ahí sea una forma muy particular de disfrutar, en realidad lo que quieras es llegar allí arriba, sacarte la foto, darte una vuelta de 360 grados alrededor y bajar.

–León tiene mucha montaña, ¿qué zona de la provincia recomendarías para realizar montañismo?
–Las Ubiñas, que es una zona muy particular que para la práctica de la montaña es muy válida: tiene altura, una cara norte fantástica, se forman unos corredores de hielo y de nieve y sobre todo en invierno es un escenario muy bueno para entrenar, disfrutar y hacer las actividades.

–¿Qué consejo le darías a la gente que está empezando con el montañismo?
–Lo más importante de todo es fundamentalmente informarse, no subestimar nunca a la montaña, calcular el riesgo, saber dónde vas y por supuestísimo ir muy bien equipado. Siempre hay que llevar ropa de recambio,un goretex, una buena chaqueta y por supuesto siempre un teléfono móvil
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