Deberes

Ornis
09/02/2016
 Actualizado a 11/02/2019
Querido Sócrates: Cerca de casa hay una plaza peatonal. En el centro tiene un conjunto de columpios, trepaderas, toboganes y juegos que hacen la delicia de los niños. Yo la llamo ‘La pingüinera’ porque, en el centro, donde los juegos, se concentran los ‘pollitos’ y, alrededor se agrupan los adultos. Al igual que en los vídeos antárticos, los progenitores reconocen a las crías por sus gritos. Mientras, los viejos pájaros bobos que por allí pasamos, únicamente vemos confusión y ruido.

Nunca vi una obra concejil más acertada y mejor aprovechada por los ciudadanos. En cuanto hace un poco de buen tiempo, los niños acuden rápidamente al igual que las aves a sus colonias de cría. Da gusto ver su felicidad. Mientras te escribo esto, me doy cuenta de que no he visto a ninguno llorar, excepto cuando se los llevan de allí porque es hora de cenar.

Bueno, Sócrates, pues a esta plaza, con nombre de poetisa, acuden mi vecino Davidín y su hermano Rodri cuando se han portado bien y terminan sus deberes.

Estos meses se está oyendo hablar mucho de los deberes de los niños. Unos están totalmente a favor, otros totalmente en contra. Unos que si un máximo de cinco horas a la semana, otros que si un aumento progresivo de la tarea con la edad, y nadie parece ponerse de acuerdo. ¿Por qué, Sócrates, esa inflexibilidad entre los distintos grupos de docentes y de políticos, y entre ellos, nadie parece ponerse de acuerdo? Ellos que desde cada uno de los estamentos proclaman las bondades del acuerdo y el consenso. ¿ No será que no han reflexionado sobre lo más sencillo?

¿Para qué sirven los deberes? ¿Que se pretende imponiéndolos? ¿Qué condiciones serían necesarias para que se impongan o no los deberes? A ‘contrario sensu’ deberíamos preguntarnos para que no sirven y que es lo que no se pretende.

Las preguntas son de mucha responsabilidad porque su respuesta, y por lo tanto las decisiones que tomemos, influirán sobre la formación y por lo tanto sobre la vida y felicidad de nuestros hijos y, a la vez, de los suyos. Porque los hábitos y la educación que adquieran, repercutirán en las futuras generaciones.

Lo que yo entiendo que se pretende con los deberes es contribuir a formar un joven autónomo que cuando llegue a la Formación Profesional o a la Universidad, y se convierta en corresponsable de su formación, afronte su trabajo sin reticencia, deba saber buscar la información que necesite, organizarla, memorizarla, expresarla y aplicarla. Entonces tendríamos un profesional con habilidad y voluntad que le capacitarían para enfrentar nuevos trabajos y situaciones colaborando con nuevos equipos humanos y técnicos.

Lo que no se debe pretender es convertir a los padres, indefensos, en suplentes del responsable de la enseñanza. ¿Que se les impondrá cuando llegue la Universidad o la Escuela de idiomas? Si el maestro los utiliza es que es malo o que el sistema inviable. No olvides, Sócrates, que los padres educan y los maestros enseñan. Tampoco se deben imponer tareas que no se puedan cumplir y que el progenitor las realice para que su hijo salve los muebles. Eso solamente enseña frustración y lo peor de todo, a buscar trampas e irresponsabilidad.

¿Hay alguien y sobre todo docente, que crea que se puede aprender todo? Espero que no, porque él sabe, pese al refrán, que sí ocupa lugar, porque precisa de tiempo, concentración y uso continuo.

Los deberes son para progresar y para madurar, no para frustrar. Por eso hay que crear las condiciones para que sean eficaces. Los deberes son escuela de trabajo responsable y por lo tanto autoimpuesto, por eso, Sócrates, también son deberes poner la mesa en casa, hacer la cama antes de ir a la escuela o al instituto y dejar la ropa sucia en el cesto y no tirada en el suelo.

La primera condición es convencer a padres e hijos de que el aprendizaje es necesario. No un sistema de guardería ni una tortura gratuita. De ese modo se favorecería una situación imprescindible, el buen ambiente familiar, aunque haya que estudiar en la cocina, para que el alumno cumpla con lo que se le pide con concentración, orden y rutina. Eso se enseña mostrando la necesidad del conocimiento adquirido, en la actividad del día a día. A mi modo de ver es donde la capacidad de comunicación del maestro y el profesor, mejor se expresan.

Algunos arguyen que hay que suprimir los deberes precisamente porque así se eliminan las diferencias socioculturales. Es decir, igualar por abajo, lo que no favorece el progreso sino el estancamiento. Lo contrario de la esencia del aprendizaje y el progreso.

Esa desigualdad puede eliminarse fácilmente, pero con trabajo. Hay que adaptarla a la madurez de cada alumno. ¿Los maestros enseñan a hacer los deberes? Siempre me pareció inmoral el que encarga un trabajo y, como toda instrucción dice: «Búscate la vida». El maestro puede y debe enseñar activamente a hacer los deberes y a presentarlos en grupo para que unos aprendan de otros, el grupo progrese y los jóvenes se vuelvan autónomos. Ese tiempo, aunque pueda parecer perdido, es una inversión en formación, y el alumno formado, sabrá encontrar la información y la solución.

Hay que comunicar a los padres que el fin de acudir a la escuela o al instituto no es sacar buenas notas, sino crear habilidades y ciudadanos. Pensar y hacer lo contrario es pretender que todos los corredores de una maratón entraran entre los diez primeros. Después la vida nos coloca en nuestro lugar y, para aceptarlo, debemos estar preparados.

Por eso, Sócrates, yo pienso que para que los deberes sean algo eficaz para el alumno, sea cual sea su edad, debe ser capaz de de superarlos con un tiempo y un conocimiento razonables para, mediante este instrumento educativo, fijarle las rutinas del conocimiento y el trabajo y, sobre todo, darle la suficiente seguridad y autoestima.

Pero, Sócrates, yo solamente he sido un artesano y no he tenido tiempo para estudiar las modernas doctrinas.

Siempre tuyo.
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