De una "catástrofe" a otra para poder arreglar la quitanieves

El alcalde de Villamanín viaja a Madrid en medio del colapso para conseguir una pieza y seguir limpiando la nieve de sus 19 pueblos

David Rubio
24/01/2021
 Actualizado a 24/01/2021
José Luis García Oblanca, alcalde de Villamanín, junto a la quitanieves que se estropeó en medio del último temporal | MAURICIO PEÑA
José Luis García Oblanca, alcalde de Villamanín, junto a la quitanieves que se estropeó en medio del último temporal | MAURICIO PEÑA
La historia de José Luis García Oblanca encierra todas las metáforas posibles de la situación que han generado las últimas nevadas en España. Alcalde del Ayuntamiento de Villamanín desde el pasado 2019 por el PSOE, electricista de profesión, es de los que básicamente entiende de trabajar y trabajar y, seguramente por eso mismo, huye de todo tipo de protagonismos, por eso hay que insistirle para cuente su caso.

«Cuando me metí en esto sabía lo que me iba a tocar, no puedo decir que me sorprenda. Tengo que buscar soluciones echando hostias, hay cosas que no pueden esperar, y a veces pues me toca trabajar más que a los propios trabajadores del ayuntamiento», dice Josón, como le conocen en su comarca. «Ahora, con la nieve, hay urgencias que no pueden esperar, los consultorios, el colegio, los cementerios tienen que estar despejados. Así que, como quiera o no tengo que compatibilizar lo de ser alcalde con mi trabajo, a veces de instalador eléctrico, a veces con obras de albañilería, en esta época me toca compensarlo los fines de semana, trabajando sábados y domingos».

La famosa borrasca Filomena cubrió el centro de la península y cubrió también todos los telediarios de España. Madrid era, al menos vista desde la televisión, una ciudad completamente colapsada por la nieve. Pero antes de que empezara a nevar en la capital de España, antes de que se conociera la existencia de la borrasca y antes incluso de que hubiera sido bautizada, el manto blanco, los árboles caídos y el hielo ya dificultaban los movimientos del millar de vecinos que se reparten por los 19 pueblos del Ayuntamiento de Villamanín. No era noticia, claro, porque pasa todos los inviernos.

Para limpiar las carreteras y las calles, el consistorio de la montaña central leonesa tiene un acuerdo con la Diputación Provincial, que cada año le provee de material y de una subvención para que se encargue del mantenimiento de las comunicaciones. Pero, coincidiendo con la llegada de Filomena a Madrid, la cuña que los operarios municipales de Villamanín se averió. Lo intentaron todo, pero hacía falta una pieza, la «puta meseta». El alcalde hizo las llamadas pertinentes, en la fábrica le respondieron que la tenían disponible, «pero que Madrid estaba colapsado, que no había forma de garantizar el transporte, que tardarían en hacérmela llegar por lo menos una semana. Y yo, con la nevada que teníamos aquí, no podía esperar tanto».

Por eso, con el aeropuerto de Barajas cerrado, coches abandonados por la M-40, las clases suspendidas y millones de madrileños protestando por la falta de previsión de sus autoridades, la máxima autoridad de Villamanín cogió su furgoneta y se plantó en la capital de España para coger él mismo la pieza en cuestión, que él mismo transportó y él mismo montó en la cuña quitanieves. «Eso de que tuve que entrar en una zona catastrófica lo dices tú. Yo creo que fui de una zona catastrófica a otra, que nosotros estamos así todos los inviernos y tenemos menos medios», dice el alcalde, que no considera ningún heroísmo haber entrado y salido de una ciudad que había sufrido, según los numerosos entendidos que la habitan, la peor nevada del último medio siglo.

«Lo peor es que cuando allí ya ha pasado todo, cuando los telediarios están pendientes de que si empieza a llover para que se les solucionen todos los males, aquí nos ha vuelto a caer esta mañana una nevada de cinco centímetros y tenemos que volver a limpiar todas las calles, todas las carretas, y eso parece que no nos preocupa más que a nosotros», concluye José Luis García Oblanca.

La última de las metáforas que se pueden encontrar en su historia es que la urgencia era para garantizar los servicios básicos de Villamanín, claro está, pero entre ellos, el más urgente, el que no podía esperar, era el que tristemente se puede considerar entre los más habituales en el medio rural de la provincia leonesa: que los coches pudiesen llegar al cementerio para celebrar un entierro.
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