De la patada al postre

13/10/2022
 Actualizado a 13/10/2022
a-la-contra-13-10-2022.jpg
a-la-contra-13-10-2022.jpg
Arsenio, como todos los de su generación, fue niño pastor del ganado. Fue pastor de juegos brutos en los que debería haber perdido un dedo o un ojo, pero no perdió nada. Fue joven que se buscó la vida cerca de casa, pero no había vida muy digna cerca de su madre y su padre, eran muchos hermanos para que la cazuela llegara cada día a llenar todos los platos. Fue emigrante, por obligación.

Arsenio, como todos los de su generación, le dio alguna patada a su perro cuando no tenía otra cosa que hacer en el monte, aburrido mirando para las vacas que no le devolvían la mirada.

Arsenio, como todos los de su generación, salió adelante con solvencia a base de mucho trabajo. Compró casa y coche, arregló la del pueblo, regresó en vacaciones, les dio estudios a sus hijos, que se colocaron pronto.

Arsenio regresó, ya jubilado, a la casa arreglada en el pueblo, con calefacción. Y un día decidió probar lo que en su casa jamás habrían imaginado, primero a salir cada día de paseo con un perro que su hija adoptó en la perrera, después no ir a ninguna parte sin llevar a su lado a aquel perro, tan agradecido de haberle salvado de un final triste.

- ¿Qué tal Arsenio? ¿Qué tal con el perro?

Hizo un gesto como de no saber qué decir, miró para él y respondió con una pregunta: «¿Tú sabes por qué no le dan postre a los perros?».
Lo más leído