29/08/2022
 Actualizado a 29/08/2022
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El repertorio de expresiones coloquiales españolas considera que cuando uno es muy pesado o insistente con un tema, repetitivo con algo y molesto o que aburre con pretensiones reiteradas, entre otros términos que a veces varían con la situación geográfica de donde se desarrolla la conversación, al cargante que machaca con el mismo asunto y no calla se le dice que pare de dar la barrila. Si es leonés, seguro que le suena y si no se lo cuento yo ahora.

Claro, que si trata de explicarle a un extranjero que desconoce nuestro sinfín de expresiones y de sinónimos, incluso de palabras homónimas por no hablar de los dobles significados, que lo de no dar la barrila nada tiene que ver con una pieza de arcilla parecida a un botijo que tradicionalmente se utilizó para llevar el agua y conservarla fresca la cosa ya se complica.

Digo que una barrila es parecida a un botijo para que se entienda a qué me estoy refiriendo pero matizo el tema para que mis vecinos de Jiménez de Jamuz no disparen barro contra el que escribe, y apunto que la barrila es una pieza de dos asas y un cuello ancho, normalmente sin esmaltar, que se utilizaba para llevar el agua y conservarla fresca cuando no abundaban las neveras.

Le traigo aquí este tema porque leo en un periódico más o menos serio que la crisis energética, las intensas olas de calor y los precios desbocados del hielo han disparado el uso del botijo entre los españoles. Sí, como lo lee y supongo que sin sonrojarse un pelo quien firma la supuesta información para seguir dando la barrila con los temas que están de moda y que no tienen más función que continuar metiendo miedo y justificando lo que resulta vergonzoso.

Son los que ahora vienen a descubrir un objeto que, sin ahondar en que se remonta a la Mesopotamia de hace 5.500 años, hace cuarenta, sesenta o noventa quitó mucha sed en los campos leoneses cuando se iba a cosechar o a trillar. Entonces nadie predicaba olas de calor, precios del megavatio hora ni mucho menos el cuento de reciclar los plásticos, pero resulta que ya conocían el simple botijo del que hasta hay museos en Toral de los Guzmanes y en Alicante.
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