28/06/2020
 Actualizado a 28/06/2020
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Las certezas colectivas flojean con las desventuras y el vacío que provoca su desalojo se colma de inmediato con supersticiones y engañifas promovidas por mercachifles y aventadas por incautos.

Entre los escombros del pensamiento ilustrado solían florecer teorías abstrusas, opúsculos más o menos gustosos y metafóricos y todo tipo de entretenimientos performativos cultivados por santones que, sin embargo, rehuían cualquier aproximación o similitud con iluminaciones de corte medieval o fundamento supersticioso. La confrontación de los bloques políticos mundiales fomentaba la tensión dialéctica y el raciocinio mantenía el tipo. A falta de algo más sólido, íbamos tirando. Sin embargo, con el predominio arrasador de la globalización neocon nuestros tiempos líquidos se definen por el afloramiento de líderes entregados al sentimentalismo, a las tripas, para articular discursos tonantes y fugaces como los fuegos de artificio. Después solo huele a pólvora.

Nacionalismos, integrismo religioso o cuestionamiento de las bases científicas comparten difusas líneas que se traspasan con facilidad sin los rubores de antaño. Ahora cualquier entrometido esgrime su derecho a opinar para defender una insensatez, como si la ley de la gravitación fuera opinable o tuvieran el mismo valor las palabras de un especialista que las de un fanático. Eso sí, las difunden desde aparatos que funcionan gracias a todo eso que refutan.

Y luego están los que promueven o difunden esas majaderías: necios o aprovechados, amantes o bandidos. Los primeros dan el cante y respecto a los segundos, hay un truquillo para distinguirlos: cobran. Cherchez l’argent. Todo tipo de mentecateces y soluciones milagreras suelen incluir tarifa o permanencia. Solo en apariencia se diferencian del carromato que vendía elixires prodigiosos a la puerta del saloon. El virus es un espejismo, lo hizo China para acabar con Occidente o para vender mascarillas, un arma biológica descarriada, es extraterrestre, lo provocan las antenas de 5G, Gates quiere implantarnos un chip para saber qué hacemos, Satanás lo mueve... Esas cosillas.

En esta ciudad amagaron con ‘implantarnos’ algo en el anterior mandato municipal ¿recuerdan? Iban a colarnos, a lo Míster Marshall, una tal Universidad Católica de Murcia (UCAM se llama, con ese afán acróstico que no dice nada). Su kiko presidente escribe en la presentación web de la cosa que «la investigación deberá ser respetuosa con el Magisterio y el Credo de la Iglesia Católica», lo que hubiera firmado el tribunal que sentenció a Galileo o a Bruno. Una universidad del siglo XIII. También es autor del hit del verano en ‘El intermedio’. Las fuerzas del mal quieren controlarnos con un chis... En aquel pack iban, sin embargo, fuerzas del bien. Todo encaja. Era la época de la ‘ocultura’ y el Grial, aquella fantasía aparecida en León tras un secreto de siglos, como en una ‘Escape room’ del ‘mineralismo’. Con un chis, con un chis, con un chis chis chis.
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