06/11/2020
 Actualizado a 06/11/2020
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Para los que nos gusta la política, hay que reconocer que este 2020 está siendo apasionante en general, pero esta semana más aún si cabe en particular, por varios acontecimientos nacionales e internacionales. Desde las distintas medidas para luchar contra la transmisión de la covid, hasta la ‘guinda’ de la elección del presidente de los Estados Unidos.

Empezando por lo más lejano (geográficamente porque al final nos toca muy de cerca) hemos vivido y viviremos durante las próximas semanas y quién sabe si meses, al desenlace de una de las elecciones más endiabladas para decidir quién será el presidente de la primera potencia mundial.

El escenario es el peor posible. Un resultado tan ajustado que finalmente judicializará el proceso, con una sociedad americana que, como en muchas partes del mundo, vive la mayor polarización entre adversarios ideológicos, con un exceso de populismo verdaderamente preocupante, una crisis sanitaria empeorando y con una economía dopada a base de deuda. Realmente, lo que nos hacía falta para terminar 2020 por todo lo alto.

A nivel más local, en España, la pandemia vuelve a estar descontrolada y el Gobierno no puede estar más encantado de ponerse de perfil dejando todo el marrón de lo que es un problema nacional, a las comunidades autónomas, mientras sigue con su hoja de ruta de asalto a los derechos y libertades más esenciales, como que un niño catalán aprenda en el cole nada menos que la segunda lengua más hablada en el mundo tras el chino o determinando, desde Moncloa, qué se puede decir y qué no en las redes sociales o qué es una noticia falsa o verdadera.

Mientras tanto, cada responsable autonómico toma decisiones erráticas en lo que se refiere a las medidas de control de la covid, en base a lo que hacen en otros países, con un problema, que España no es ni Francia ni Alemania y que un presidente o un consejero autonómico no es ni Merkel ni Macron.

Unas autonomías confinan perimetralmente todos los municipios, otras dejan libre circulación pero sin salir de las autonomías, otras piden a Pedro Sánchez que decrete ‘arrestos domiciliarios’, otras que se confinan los fines de semana y vísperas de festivos, otros que cierran la hostelería, otras que si el comercio y la hostelería y otras que quieren que se cierre todo menos los colegios…

Pero cuando se les exige a los ciudadanos, también hay que dar soluciones. Es muy bonito ponerse la ‘chaqueta’ de estadista internacional y decretar cierres y limitaciones, pero a un hostelero o un comerciante no se le puede decir que no coma durante 20 días o que no pague sus recibos durante un mes o que no abone el comedor de sus hijos hasta el fin de la pandemia.

Sentido común, empatía y algún que otro autónomo, debería haber entre nuestros gobernantes para que supiesen realmente por lo que van a pasar muchos ciudadanos si no se toman medidas urgentes, transversales y de ámbito nacional.
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