06/11/2015
 Actualizado a 10/09/2019
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Cuando se te muere el primer amigo. Ahí cambia todo, y cómo. Acaban de cumplirse ocho años de la muerte de Amaya y todavía no me creo que ya no está... Ya miro fotos y releo las cartas que durante tantos años nos escribíamos, pero asimilar que se fue para siempre, a los 32 años, no ha sido fácil. Cuánto dolor no habrán pasado sus padres y hermanas...

La película ‘Truman’ volvió a sacar ayer a flote todos los recuerdos. Vayan a verla. A pesar de lo que cuenta (la decisión de un enfermo terminal de no seguir torturando su cuerpo con tratamientos ya estériles, «¿para qué?»), es una historia intensa, vital y optimista de cómo cada uno elige cómo vivir y cómo morir. Un dramón, sí, pero con una visión singular que da mucho que pensar, porque quién no tiene a estas edades una más o menos larga lista de seres queridos que ya no están.

Julián, maravillosamente interpretado por Ricardo Darín, afronta el final de su vida con una valentía acojonante. Con su amigo Tomás (Javier Cámara), que viene a despedirse desde Canadá, pasa cuatro días intensos que dan para reír, para llorar y para pensar. Son fascinantes las reacciones de la gente ante la muerte: los que se cabrean ante el desconsuelo, los que no son capaces de expresar su pena infinita, los que miran para otro lado, y hasta el típico jefazo mamón, que «te piensa todo el tiempo desde que estás malito» pero te echa antes de que la palmes.

Al final, como dice el protagonista, cada uno muere como puede. Y deja cicatrices.
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