Cecilia Bartoli mantiene viva la llama de Rossini

‘La italiana en Argel’, protagonizada por la mezzo italiana, sirve de homenaje del Festival de Salzburgo al compositor en el 150 aniversario de su muerte. Cines Van Gogh emite la grabación este jueves desde la ciudad austriaca

Javier Heras
15/12/2022
 Actualizado a 15/12/2022
La legendaria mezzo Cecilia Bartoli en una imagen del montaje ‘La italiana en Argel’. | L.N.C.
La legendaria mezzo Cecilia Bartoli en una imagen del montaje ‘La italiana en Argel’. | L.N.C.
Pocas estrellas han sabido gestionar su carrera como Cecilia Bartoli. La mezzosoprano italiana (Roma, 1966), apadrinada desde su juventud por Karajan, Muti o Barenboim, ascendió a la fama con sus grabaciones de Vivaldi. Millones de copias vendidas, un festín de premios, incluidos varios Grammy. Tres décadas después, continúa en la cima gracias a su inteligencia artística: escoge meticulosamente su repertorio, investiga y recupera compositores olvidados, se prodiga poco y convierte cada aparición en un acontecimiento. Si recientemente el Real o el Liceu han asistido a su homenaje a Farinelli, a partir de 2023 dirigirá la Ópera de Montecarlo (primera mujer en el cargo). Una responsabilidad que no le queda grande: ya la asume, desde hace una década, en el Festival de Pentecostés de Salzburgo, el certamen que se celebra en mayo, previo al que acoge la ciudad austriaca en agosto.

En verano de 2018, la patria de Mozart celebró el 150 aniversario de la muerte de Gioachino Rossini (1792-1868) con ‘La italiana en Argel’. El elenco lo encabezó Bartoli, fiel al compositor con quien debutó a los 20 años con ‘El barbero de Sevilla’. Se enfrentaba por primera vez al papel de Isabella y a su tesitura, más grave de lo que acostumbra. Y, como siempre, superó el reto con su finura técnica, su dicción nítida, su dominio del legato y el fraseo. Aunque nunca ha destacado por su volumen, saca el máximo partido no solo a su voz, sino también a su carisma, musicalidad y verosimilitud como actriz. Junto a ella, el apabullante bajo ruso Ildar Abdrazakov (1976), el veterano Alessandro Corbelli (1952) y el tenor uruguayo Edgardo Rocha (1983), que parece cantar sin esfuerzo, con facilidad para el sobreagudo.

Cines Van Gogh retransmite este jueves a las 20:00 horas una grabación de ‘La italiana en Argel’ desde Salzburgo. El montaje corría a cargo del dúo creativo formado desde hace cuatro décadas por el belga Moshe Leiser (1956) y el parisino Patrice Caurier, ganadores del Bafta. Sitúan la acción en un Argel contemporáneo (al inicio incluyen una llamada a rezo del muecín) y convierten a Mustafá en un contrabandista de electrodomésticos con aires de Tony Soprano. Tanto la dirección como los coloridos decorados acentúan la comedia, a ratos irreverente. Desde una distancia irónica, critican el turismo masivo y sus estereotipos, y juegan con el choque entre culturas. En el foso, el francés Jean-Christophe Spinosi (1964) comanda la vibrante Ensemble Matheus, que fundó en 1991 como cuarteto.

Considerada la primera obra maestra del cisne de Pésaro, ‘La italiana en Argel’ se escribió en veinte días, por encargo del teatro San Benedetto de Venecia, que en 1813 necesitaba un taquillazo para salir de los números rojos. La trama daba la vuelta a las tradicionales óperas turcas del siglo XVIII, entre ellas el ‘Rapto del serrallo’ de Mozart: aquí es la enamorada protagonista quien se adentra en peligrosas tierras de infieles para rescatar a su prometido, esclavo de un cacique. El compositor, que venía del éxito de la tragedia ‘Tancredi’, reutilizó un libreto de Angelo Anelli al que ya había puesto música Luigi Mosca en 1808. Del texto original suprimió pasajes sentimentales, mantuvo la farsa –exagerada y jocosa– y reforzó la valentía de Isabella, una heroína moderna que consigue lo que se propone gracias a su ingenio y encanto.

Para Rossini supuso un gran salto creativo, aparte del arranque de su conquista de Europa. Contiene todos sus rasgos esenciales: melodías irresistibles, arias de coloratura (trinos, adornos que exigen virtuosismo vocal), un ritmo trepidante, un argumento de enredo desmelenado, réplicas vertiginosas, ingeniosos conjuntos (tríos, cuartetos) el protagonismo de una mezzo astuta y bella (como en ‘La Cenerentola’), un bajo bufo en el papel de jocoso villano, igual que ‘Don Pasquale’… y, cómo no, su reconocible uso del crescendo. Apegado al Clasicismo, dedicó varios guiños a la ‘Sinfonía de la sorpresa’ de Haydn y a ‘Las bodas de Fígaro’. Al mezclar comedia y tragedia, se adelantó a su tiempo; como también sucedió con su instrumentación, que comenta la trama, desarrolla efectos cómicos y genera suspense, algo inédito en Italia. Solo Puccini seguiría ese camino casi un siglo más tarde.
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