23/04/2021
 Actualizado a 23/04/2021
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Vayamos donde vayamos en esta España nuestra, en cualquier ámbito geográfico, me da igual que sea a nivel local, autonómico o nacional, tendemos a sobrevalorar lo que viene de fuera e infravalorar lo nuestro, en una especie de catetismo caníbal que nos conduce a consumirnos en un baile de mediocridad.

En León, presentar un proyecto poniendo énfasis de que se trata de un despacho o un grupo inversor de Madrid, es como en Madrid hablar de alguien que viene de San Francisco o de Nueva York. Parece que por venir de un sitio lejano ya tiene que ser mejor que lo nuestro.

Por un tema personal, tengo la oportunidad de trabajar desde hace algunos meses con 4 chavales con tal grado de excelencia que, si viniesen de fuera, los trataríamos como si fuesen gurús de sus respectivos campos, pero resulta que son de Matarrosa y Peñadrada del Sil, de Corporales y de Navatejera y se tienen que andar buscando la vida para poder trabajar en Madrid o teletrabajar desde León para alguna empresa multinacional. Para que después nos hablen de despoblación. Así nos luce el pelo. Que esto es tan cierto como que nos morimos, cualquiera lo reconoce, pero a la hora de la verdad, importamos ideas, proyectos, costumbres y hasta la gastronomía que vienen del otro lado del Atlántico con la seguridad de que, si funciona en Estados Unidos, debe ser bueno, perfectamente aplicable en España y por supuesto, mejor que lo nacional.

Esta semana hemos tenido (al menos) dos ejemplos de lo que digo. Por un lado, el proyecto futbolístico de Florentino Pérez en el que ha querido hacer una especie de NBA o NFL americana con el fútbol europeo y aunque en muchos de sus argumentos no le falte razón y venga cargado de peso liberal, por unos motivos u otros, parece que no ha cuajado (de momento). En este caso la sociedad europea aún no estaba preparada, pero visto lo visto, es probable que por ahí vayan los tiros.

El otro ejemplo de importación de ‘modas’ americanas, lo tuvimos el miércoles con el debate de candidaturas a la Comunidad de Madrid. Una moda que cada vez coge más auge y hasta se empiezan a organizar debates a nivel municipal con una más que dudosa utilidad. La moda de los debates televisivos no es nueva. El origen lo tenemos en 1960 en el famoso debate de Nixon contra Kennedy en el que la negativa a maquillarse de Nixon, unido a un exceso de sudoración, le hizo perder las elecciones. Cada vez veo en los debates electorales más marketing y más show americano. Parece que hay que ser un monologuista, llevar algo de atrezo, un par de portadas de periódico en cartón pluma, medir muy bien los gestos y las miradas a cámara para salir victorioso, mientras propinas algún golpe bajo y encajas los de los rivales. Como si ser guapo, locuaz y seductor (o seductora) garantizase ser un gran gestor (o gestora).

Empecemos más a valorar nuestras costumbres y nuestras capacidades y no nos dejemos deslumbrar por espejismos de ultramar.
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