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Camiones de comida

02/07/2022
 Actualizado a 02/07/2022
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Siempre me ha interesado el desentrañar cómo surgen ciertas modas y quienes las han impulsado con éxito, para como si fuera por arte de magia, comiencen a formar parte de nuestras vidas. Con el valor añadido de que a ver quién es el valiente que se atreve a poner en duda dichos exponentes de supuesta modernidad. Uno de los últimos ejemplos más evidentes de esta transformación mágica es el gin tonic, que ha pasado de ser una bebida de puretas al máximo exponente del mundo ‘cool’. Pero no, en esta ocasión no toca hablar de esta bebida burbujeante.

La protagonista de hoy es la nueva moda de ingerir alimentos elaborados en camiones. Claro, dicho así en castellano pierde su halo de modernidad. Nada que ver con balbucear eso de Food Trucks. Así sí que mola. Ya sólo con decirlo he rejuvenecido unos cuantos años y he pasado a ser un tipo interesante y del siglo XXI. Ahora no hay ciudad e incluso pueblo que se precie que no tenga una actividad con Food Trucks.

Salvo que algún especialista culinario me contradiga, debemos partir del axioma de que preparar comida en un camión no aporta ningún cualidad superior ni sabor diferente respecto a la que se hace en un restaurante al uso. Hago esta puntualización porque hay gente que saliva sólo con hablar de la comida elaborada en camiones. Siguiente puntualización. Ahí vas tú con tu familia y unos amigos dispuestos a disfrutar de un supuesto plan inmejorable cuando empiezas a ver colas interminables saliendo de todas las furgonetas. Y claro, a uno le apetece una hamburguesa, a otro una pizza y al de más allá un Poke Bowl japonés. En definitiva, lo que iba a ser una actividad en familia se convierte en algo totalmente opuesto. Como las colas no duran igual, cuando uno llega los otros ya han comido o si llegas el primero al punto de reunión no te toca otra que comer en soledad.

Todo esto sin olvidarnos de la lucha encarnizada por encontrar una mesa libre, tarea titánica y que en la mayoría de las ocasiones acaba en la inigualable comodidad de comer de pie. A esto hay que añadir los malabarismos que hay que hacer si también has pedido algo de beber. Dejo para el final, aunque no por ello menos importante, el tema del precio. Claro está que la ley de la oferta y la demanda es la que impera, pero no por ello, es obligado mirar con algo de suspicacia y sospecha los precios de esta moda. Y visto lo visto, como imputen la subida del combustible el día menos pensado saldrá más barato comer en un restaurante con Estrella Michelín.
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