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Buscando soluciones donde no hay que buscarlas

17/10/2019
 Actualizado a 17/10/2019
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No seamos ingenuos. No es la primera vez ni será la última en la que se pretende jugar con el lenguaje para conseguir unos fines ilícitos. En ocasiones ha funcionado y la repetición continua de un mismo mensaje, aunque no corresponda a la verdad, ha conseguido engañar a miles e incluso millones de personas. Sólo tenemos que echar un vistazo a la hemeroteca pasada y también reciente. Las dictaduras, sin importar el punto cardinal que las dirige, es de lo que han vivido. La utilización viciada del lenguaje ha servido para manipular la opinión de la ciudadanía y eso es precisamente lo que está ocurriendo en estos días en los que unos señores con toga nos han regalado un nuevo tipo de condena que no alcanzo a definir, eso sí, conforme a derecho pero también al sinsentido en el que vivimos todos desde hace algún tiempo. Y es que los engranajes de su sentencia chirrían y ese rozamiento indebido genera un olor muy parecido a cuerno quemado. Pero volvamos al asunto del lenguaje.

Tras el fallo del Tribunal Supremo, que como suele pasar no gusta a ninguna de las partes, son muchos los personajes públicos que han repetido hasta la saciedad que «la condena y el castigo no son la solución». Vale que nos tomen por tontos, pero que representantes políticos y de otros colectivos vociferen este lema me parece de juzgado de guardia, nunca mejor dicho. El problema es que me temo que hay muchos seguidores de estas mentes iluminadas que les compran este discurso y no se detienen a pensar en la mentira que se esconde tras esa afirmación. Seamos honestos o al menos intentémoslo. ¿Desde cuándo una condena tiene que ser la solución a un problema? Cuando un juez manda a la cárcel a un maltratador o a un asesino, ¿cuál es la solución que consigue con esa decisión? Cuando los animales de la Manada fueron condenados, ¿se solucionó algo? El daño ya está hecho en todos los ejemplos mencionados anteriormente y la condena lo único que persigue es castigar dichas acciones y que los culpables pasen por el peaje de la cárcel para al menos compensar de algún modo el daño hecho, aunque en algunas ocasiones las heridas recibidas por las víctimas nunca cicatrizarán.

Esta es la razón por la que no salgo de mi asombro cuando escucho eso de que la condena no es la solución. Y es que ni pretende ni puede serlo porque lo que hace es juzgar hechos pasados. Por desgracia, las soluciones se tenían que haber buscado antes de cometer algún delito o una vez cometido y tras cumplir la condena reinsertarte en la sociedad e intentar no volver a cometerlo. Por eso me parece de trileros de poca clase querer buscar una finalidad concreta a algo que no la tiene. Vale ya de tomarnos por imbéciles ¿no? Podrán compartir o no el sentido de la condena, pensar que los acusados son enemigos públicos números uno o mártires de la estelada, allá cada uno, pero lo que no pueden es manipular la realidad con el único fin de conseguir votos o caer simpáticos entre ciertos sectores de la parroquia. O al menos que sean valientes y ante otras sentencias también canten al viento, o al sol si prefieren, que la cárcel no es la solución.

¿O quizás lo que quieren decir es que mandar a los políticos a la cárcel no es la solución? Vaya desilusión, y yo que pensaba que todos los españoles éramos iguales ante la ley. Pero esto tampoco me cuadra, porque esos mismos gurús de la democracia cuando entran en chirona políticos por haber cometido ilegalidades varias aplauden como borregos. ¿Entonces? ¿Para qué meter a un alcalde o concejal a la cárcel por haber robado dinero público si las condenas no son la solución? No sé si ustedes piensan igual, pero quizás deberíamos promover una amnistía general para todos los políticos que están actualmente en prisión, porque como no es la solución que pasen un tiempo entre rejas, al menos que no haya desigualdad entre políticos. Que no seamos iguales la plebe y ellos lo acepto, pero que no haya igualdad entre los que un gran visionario llamó casta, antes de ‘encastarse’ él, no hay derecho.

Son muchas las miserias que se quieren tapar con esa frase grandilocuente que tiene como objetivo que los ciudadanos fijemos la atención hacia otro punto y así pasemos por alto que una vez más, estamos ante un claro ejemplo de que no somos todos iguales ante la justicia. Y si no en unas semanas hablamos cuando seamos testigos obligados de los homenajes y recibimientos a los condenados cuando salgan por la puerta grande de la cárcel al haberles convalidado todos los créditos de su pena sin haber acudido a las clases necesarias. Ah, claro. Esta sí es la solución. Entiendo.
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