Buitres a la parrilla
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OPINIóN IR
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Buitres a la parrilla
Antes de que mi perfil de Facebook sea el escenario de una lapidación virtual o que el hashtag ‘#protejamosalosbuitres’ se convierta en ‘trending topic’ a la misma velocidad que mi reputación desciende inexorablemente al averno, quiero aclarar que los buitres a los que me refiero no tienen plumas, aunque a algunos de ellos, permítanme la obviedad, se les ve el plumero.
Hace unas semanas León se convertía en la Capital Española de la Gastronomía 2018, en detrimento de la ciudad colgada de Cuenca. El éxito de la candidatura leonesa ‘Manjar de Reyes’ estuvo cimentada sobre todo en la unión, un vocablo casi extinto en tierras leonesas, donde las penas de uno son menos penas si el vecino tiene la soga al cuello más apretada que la de uno mismo. Es verdad que hubiera dado algo de colorido alguna alocución de las que pasarán a la historia de la España cañí del estilo «relaxing cup of café con leche with morcilla in the Barrio Húmedo». Pero en esta ocasión los impulsores de la candidatura no quisieron dar trabajo a los memeros, culpables sin presunción de inocencia de que las memorias de nuestros móviles colapsen por culpa de su ingenio y aburrimiento plasmado en una imagen.
Pero no nos equivoquemos. Lo difícil no ha sido quedarnos embarazados de esta capitalidad, lo realmente complicado y doloroso será la gestación y el parto. Porque en estos meses que quedan por delante, será cuando los buitres de traje y de pantalón vaquero aparecerán en escena, sobrevolando a la parturienta buscando el mejor momento para llevarse un trozo de carroña a su pico ganchudo. Pero una carroña con sabor a la moneda que parió la vieja Europa allá por 2002, mucho más sabrosa que la carne putrefacta. Y es que la unión y el amor ya sabemos que tienen fecha de caducidad y no siempre son lo que aparentan. Ya lo decía el buitre negro de Úbeda, Joaquín Sabina, en una de sus canciones que «hasta los huesos, sólo calan los besos que no hemos dado».
Como siempre me recuerda un amigo, no hay nada que una más a las parejas que el dinero. Pues eso, la unión a la hora de apostar por la candidatura leonesa ha tenido como perfecto aliño al aceite y vinagre obtenidas de la fruta prohibida del euro. Pero ahí está el problema. Al igual que en una pareja a veces el amor no se rompe de tanto usarlo, sino por falta de romanticismo monetario, en ‘Manjar de Reyes’ puede pasar lo mismo, cuando los que se encarguen de repartir les perres no lo hagan a gusto de todos. Algo por otro lado que sucederá inevitablemente, ya que lo bueno y lo malo, lo justo o injusto es muy maleable. Y si no sólo tenemos que retroceder unas fechas y recordar a los miles de indepes que salieron a la calle, al más puro estilo Caminantes Blancos de Juego de Tronos, agarrados a una pseudobandera.
Así que ahora tanto las cabezas pensantes de la candidatura, como las que no lo son tanto, tienen en sus manos y también en sus bolsillos, la responsabilidad de que el bebé no venga de nalgas e independientemente de que unos digan que se parece al padre y otros a la madre, León sepa estar a la altura y lo que empezó como una bonita historia de amor finalice como la mejor cena romántica posible, aunque para ello tengamos que comernos por el camino a algunos buitres a la parrilla.
Pedro Lechuga es presidente de la Asociación de Periodistas de León.
Hace unas semanas León se convertía en la Capital Española de la Gastronomía 2018, en detrimento de la ciudad colgada de Cuenca. El éxito de la candidatura leonesa ‘Manjar de Reyes’ estuvo cimentada sobre todo en la unión, un vocablo casi extinto en tierras leonesas, donde las penas de uno son menos penas si el vecino tiene la soga al cuello más apretada que la de uno mismo. Es verdad que hubiera dado algo de colorido alguna alocución de las que pasarán a la historia de la España cañí del estilo «relaxing cup of café con leche with morcilla in the Barrio Húmedo». Pero en esta ocasión los impulsores de la candidatura no quisieron dar trabajo a los memeros, culpables sin presunción de inocencia de que las memorias de nuestros móviles colapsen por culpa de su ingenio y aburrimiento plasmado en una imagen.
Pero no nos equivoquemos. Lo difícil no ha sido quedarnos embarazados de esta capitalidad, lo realmente complicado y doloroso será la gestación y el parto. Porque en estos meses que quedan por delante, será cuando los buitres de traje y de pantalón vaquero aparecerán en escena, sobrevolando a la parturienta buscando el mejor momento para llevarse un trozo de carroña a su pico ganchudo. Pero una carroña con sabor a la moneda que parió la vieja Europa allá por 2002, mucho más sabrosa que la carne putrefacta. Y es que la unión y el amor ya sabemos que tienen fecha de caducidad y no siempre son lo que aparentan. Ya lo decía el buitre negro de Úbeda, Joaquín Sabina, en una de sus canciones que «hasta los huesos, sólo calan los besos que no hemos dado».
Como siempre me recuerda un amigo, no hay nada que una más a las parejas que el dinero. Pues eso, la unión a la hora de apostar por la candidatura leonesa ha tenido como perfecto aliño al aceite y vinagre obtenidas de la fruta prohibida del euro. Pero ahí está el problema. Al igual que en una pareja a veces el amor no se rompe de tanto usarlo, sino por falta de romanticismo monetario, en ‘Manjar de Reyes’ puede pasar lo mismo, cuando los que se encarguen de repartir les perres no lo hagan a gusto de todos. Algo por otro lado que sucederá inevitablemente, ya que lo bueno y lo malo, lo justo o injusto es muy maleable. Y si no sólo tenemos que retroceder unas fechas y recordar a los miles de indepes que salieron a la calle, al más puro estilo Caminantes Blancos de Juego de Tronos, agarrados a una pseudobandera.
Así que ahora tanto las cabezas pensantes de la candidatura, como las que no lo son tanto, tienen en sus manos y también en sus bolsillos, la responsabilidad de que el bebé no venga de nalgas e independientemente de que unos digan que se parece al padre y otros a la madre, León sepa estar a la altura y lo que empezó como una bonita historia de amor finalice como la mejor cena romántica posible, aunque para ello tengamos que comernos por el camino a algunos buitres a la parrilla.
Pedro Lechuga es presidente de la Asociación de Periodistas de León.