¡Ay qué vaca tan salada!

20/10/2022
 Actualizado a 20/10/2022
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Un socarrón recalcitrante, de esos que tenemos legión en la provincia, ironizaba cuando un partido político –qué más da cuál– prometía solución a la despoblación. Se echaban encima del orador en el parlamento de la cantina y el socarrón, extrañamente, pidió comprensión: «No se puede descalificarlo todo, hay que darle tiempo».

Y así quedó la cosa. Se pusieron a jugar la partida, nevaba en el exterior, leña a la caldera y a otra cosa. Hasta que llegó el verano, se llenaron los pueblos, los guajes jugaban por las calles a Tres marinos a la mar, los adolescentes se peinaban despeinado para ir a alguna fiesta y en la terraza del bar un buen número de vecinos hablaba de lo divino, lo humano y también de qué buen verano está haciendo... Entonces el socarrón de guardia desempolvó viejas conversaciones y echó la bronca: «Las pestes que echasteis de aquel hombre y, lo que os dije, le dimos tiempo y mira cómo está el pueblo ¿Qué despoblación?».

– ¿Y el 1 de septiembre? No queda ni uno; le riñeron.

– Bueno, dadle tiempo, de momento ya lo solucionó un mes...

Un mes en el que la vida es de colores en los pueblos, cada día se presenta un libro, hay una carrera, se juega un torneo de fútbol sala, no falta un concurso de tortillas, toca una gran orquesta, venden gallinas de colores...

Hasta las pacas de hierba se visten de fiesta para su baile de disfraces. Y la orquesta tocaba aquella de ‘Tengo una vaca lechera... ay qué vaca tan salada».
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