Artigue lo ha vuelto a hacer, otra obra genial

Luis Artigue, como en sus anteriores trabajos, desborda imaginación y dominio del lenguaje en su nuevo libro: Ficción para multitudes

Ruy Vega
30/10/2022
 Actualizado a 30/10/2022
Portadas de algunos de los libros del autor, Luis Artigue.
Portadas de algunos de los libros del autor, Luis Artigue.
Papá, no lo puedo evitar. Tenía pensado escribirte, en esta nueva Carta a ninguna parte, de otro libro, pero es que he acabado Ficción para multitudes, y, la verdad, no he podido disuadir a mi propio deseo. Hoy te hablaré de la última obra de Luis Artigue, ya más que conocido para ti y de quien ya te hablé en varias ocasiones, siendo uno de los autores de los que más cartas te he enviado.

La verdad es que tengo tantas y tantas frases y textos subrayados en el ejemplar que tengo ahora sobre la mesa del escritorio, justo a mi derecha, que podría hacer una carta entera solo con expresiones geniales. Porque, sencillamente, eso es lo que desborda el autor, eso es lo que, de una forma natural, es capaz de crear.
Tengo la enorme fortuna de conocerle en persona, la gran suerte de habar intercambiado libros con él, la satisfacción de disfrutar de su amistad.Donde siempre es medianoche, Café Jazz el Destripador y, ahora, Ficción para multitudes. Las tres, editadas por Pez de Plata ya forman parte de mi estantería de libros a los que llevarse en el baúl de las obras necesarias para leer. ¡Qué grande, Luis!

La trama no podía ser más imaginativa, propia de su enorme capacidad para enhebrar historias que solo él sería capaz de unificar con la sencillez del que tiene talento para hacer algo realmente único. Nathaniel Mortimer, historietista de cómics de fama mundial, muere en Nueva York durante la terrible pandemia del COVID-19. Tras su fallecimiento, inicia un camino hacia el infierno muy propio de Dante (a quien en el texto se le denomina influencer de su tiempo) y su Divina Comedia, a través de distintos personajes, a cada cual más llamativo, como por ejemplo el genial (y admirado por mí) Philip K. Dick.

Repleta de una gran cantidad de diálogos (prácticamente toda la novela es una sucesión de diálogos), a cada cual más ingenioso, podremos ir conociendo la propia vida del genial historietista. Papá, no te la puedes perder.Del protagonista, Artigue nos entrega la siguiente descripción, ya en la primera página: «Nathaniel Mortimer, tejanos, tatuajes, gafas de pasta, ojos huraños y chispeantes, volubilidad de bebedor, la obsesiva atención a los detalles que caracteriza a los dibujantes, misoginia, manía persecutoria, siempre con una bala de ironía en la recámara y una pesadilla a medio curar».

A partir de ahí, ¿quién se podría negar a seguir leyendo? Por cierto, el propio personaje se define a sí mismo como: «Resido en Manhattan. Odio el pudin de pasas. Colecciono dibujos, libros sobre surrealismo y cine en viejas cintas VHS. Me gustan las gorras de beisbol porque siempre fui uno de esos tipos que parecen haberse quedado prematuramente calvos para llamar la atención. He probado la sodomía, el vuelo sin motor y el estofado de cocodrilo (no, no fue a la vez)».

Uno de los personajes principales, sin duda, es Matelda Loewenstein, con quien en el Paraíso establece la primera entrevista y de quien podrás sacar un montón de ingeniosas conversaciones. Por ejemplo: «-¿Tiene que hacer eso? / -¿El qué? / -Sobreactuar todo el rato / -Si quiere que sea yo mismo, sí». Venga, te dejo otro más, que extraigo del instante en el que ella le pregunta por su personalidad friqui. ¿Su respuesta? Esta: «Es lo que me define como persona: ser friqui socialmente se entiende como ser raro, pero es mucho más que eso; es una exclusividad. Y, como toda exclusividad, requiere dedicación, constancia, esfuerzo, persistencia y vocación».

El texto no solo está repleto de momentos de gran ingenio, sino también de profundas y medidas reflexiones que, entremezcladas con el lenguaje que Artigue maneja tan bien con sus personajes, quedan fijadas aquí y allá. Y eso, realmente, es tremendamente difícil. Sirva de muestra esta reflexión que el protagonista hace de la propia Divina Comedia: «cada época ha hecho su lectura de la Divina Comedia: la lectura teológica primero, luego la literatura política, la lectura moral, la lectura estética ya renacentista, la lectura poética, la lectura europeísta, la lectura transcendente que usted hace, la lectura friqui que hacemos ahora los amantes del género y la serie Z…». Otro ejemplo es cuando el protagonista reflexiona de la propia pandemia, de quien es víctima. De ella nos dice que «me temo que para los gobiernos el peligro no es que se muera la gente, sino que colapse el sistema (y me refiero tanto al sistema sanitario como al económico)».

La imaginación de Luis Artigue, ya mostrada en sus anteriores trabajos, se ve multiplicada en este, donde para mostrar el viaje que el historietista debe realizar a través del Paraíso, el Purgatorio y el Infierno, lo perfila como «aquí primero tenemos el Cielo o Paraíso, un hospital penitenciario de lujo, o más que un hospital: en realidad es algo así como una individualizada mezcla de habitación sanatorio, consulta de psiquiatra y de mesa de cafetería (todo visto a través de la incomparable sensación de beatitud que proporciona la morfina postquirúrgica inyectada).

Luego tenemos el Purgatorio, esto que se ve, que es un gran edificio de oficinas burocráticas anexo al Hospital Penitenciario The Paradise donde los trámites son largos y lentos como la eternidad. Y por último está el Infierno, un rascacielos de la quinta avenida de Manhattan erigido por fuera y por dentro como la inabarcable apoteosis del exceso y del lujo corporativo». Sí, el Infierno es un rascacielos de Manhattan. Genial, ¿no? Y es que es ahí precisamente, en el Infierno, donde la novela llega a momentos de fantástica inventiva, con el propio Philip k. Dick como guía. (Por no desvelarte el final, no te escribiré quién es el demonio, pero, sin duda, es otra maravilla de este texto).

El propio Dick llega a decir al protagonista algo que debo, sí o sí, dejar escrito en esta carta: «Mira, tenía ganas de conversar contigo, así que te hablaré de modo tan directo como me hablas tú: apostar por la literatura fantástica, sensato acompañante, es hacerlo por la libertad, ya que la libertad verdadera, si existe, empieza por la libertad mental, y no hay tal sin una imaginación bien estimulada. Por esos los que leemos literatura Pulp, o literatura friqui como tú dices, lo hacemos porque amamos la experiencia que supone la reacción en cadena de ideas que tiene lugar en nuestras mentes debido a eso que hemos leído, algo novedoso. Así, el propósito final de la mejor literatura friqui es la colaboración entre el autor y el lector».

Luis Artigue tiene premios, premios de gran prestigio, pero creo que su mejor premio es la sensación que deja en el lector de querer, cuando acabas un libro suyo, leer uno más a continuación. Voy finalizando ya esta carta, pero no sin dejar un nuevo texto extraído de Ficción para multitudes, uno más de esos imprescindibles, en donde habla de quién está en el Infierno y, entre otros, son «los que aseguran que la Biblia es un inverosímil cuento chino aunque adoran Star Wars y cree que es posible que un gigante disfrazado de oso pilote una nave espacial, y creen que también lo es ese hombrecillo verde espadachín, sin plantearse siquiera que ese tipo verde es demasiado bajito para poder ser eficaz en duelo».

Papá, no sé cómo es el camino hacia el otro lado, si es como en la Divina Comedia o como en Ficción para multitudes, pero sí sé que tú ya lo has cruzado y que, desde aquí, desde este lado, sigo convencido de que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
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