Aquí se ordeña con Westfalia

01/06/2022
 Actualizado a 01/06/2022
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Mientras los tractores ya se atreven a labrar las tierras sin necesitar ni siquiera un conductor –si llega a tener que hacer ahora San Isidro los milagros lo iba a tener crudo–, mientras las guadañas ya son pasto de museos etnográficos al lado de los trillos, rastrillos, arados y demás familia; mientras esta vida de los tiempos de la PAC nada tienen que ver con la de los 25 años de paz (falsa) también la ganadería vive otros tiempos que nada tiene que ver con sentarse en la banqueta de ordeñar –el único asiento documentado con solo tres patas–, meter la boina por la barriga de la vaca y agarrarse a los tetos con la dulzura y la destreza que permitía arrancarle hasta la última gota de leche, que hasta ella era necesaria «para el convento».

Cuando las ordeñadoras comenzaron a poner el ligero runrún sonoro como música de fondo de la cuadra y el paisano clavó orgulloso en el portalón aquella chapa en la que se podía leer ‘Aquí se ordeña con Westfalia’ también cambió la vida de decenas de ganaderos, un cambio tan sustancial como poner a arar a un tractor sin más ayuda que un GPS.

Por más que todavía haya quien lleva a las vacas a dormir a la cuadra, quien le coloca con mimo una manta para protegerla cuando está cerca de parir como siempre se hacía en la casa cuando perder un ternero era una tragedia de consecuencias incalculables, por más que queden paisanos a la antigua usanza que van llevando la hierba y el pienso pesebre a pesebre mientras les habla como hace el maestro a los escolares, disparando consejos... también ese mundo ha cambiado y la vaca acude a su caldero con la misma certeza que cada compañero acude a su ordenador.

Por más que parezca que duda, no, lo tiene claro.
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