Una gran escalinata preside el escenario, donde predominan las formas geométricas –quizá rascacielos futuristas– y permanecen casi inmóviles los protagonistas: el estadounidense Michael Fabiano (que deja atrás sus inicios como tenor ligero para adentrarse en el repertorio lírico y spinto) y la soprano dramática Oksana Dyka. De voz aguda y potente, ha convencido como Tosca en Milán, Jenufa en Nueva York y Aida en París. Weiwei cierra en 2022 un círculo que abrió en 1987 en Lincoln Center junto a su hermano, el poeta Ai Dan. Entonces, trabajó como extra y ayudante de producción de la versión del mismísimo Franco Zeffirelli.

‘Turandot’ supone, para musicólogos como William Ashbrook, el «último monumento, punto final de la tradición italiana que comenzó con Monteverdi en el XVII». Con su acción rápida y condensada, su profundidad psicológica y la fuerza de escenas como la de los enigmas, confirma a su autor como un genio del drama. No es de extrañar que el fallecido experto Agustí Fancelli la denominase «ópera en Cinemascope».
El canto de cisne de Giacomo Puccini se sitúa en una China legendaria. Ni rastro del realismo de ‘Tosca’ o ‘La Bohème’: el libreto es un cuento sobre una gélida princesa que reta a sus pretendientes con tres preguntas. Si se equivocan, les corta la cabeza, como la esfinge. Hasta que los resuelve Calaf, un príncipe desconocido. El genio de Lucca (1858-1924) vio en teatro la tragedia del alemán Friedrich Schiller, adaptación de una antigua leyenda persa, y pese a no entender los diálogos, pudo intuir su potencial. Trabajó junto a los libretistas Adami y Simoni y dejó su sello tanto en la humanidad de los personajes, en particular de la emotiva esclava Liù y los sarcásticos ministros, como en los temas: el odio, el deseo, la reivindicación del poder femenino.
Aunque falleció de un cáncer sin rematar la partitura, supo aunar tres estilos: la tradición clásica italiana (sus melodías cantables, como el adiós de Liù) con las vanguardias del siglo XX (su armonía furiosa, sus disonancias, ya desde el primer acorde, que transmite el terror del pueblo de Pekín) y, no menos importante, el color exótico de Asia, reflejado en las canciones populares. La orquesta emplea leitmotive, instrumentos de folclore como el gong o los platillos, escalas orientales y otros recursos asombrosos. Hay que esperar hasta el tercer y último acto para el aria más célebre de la historia, ‘Nessun dorma’.