Aguas del río Esla que sí movieron molinos

Hasta 20 artefactos preindustriales que servían para moler cereal y linaza se documentan en las riberas del curso medio del río Esla entre las localidades leonesas de Villacelama y Cimanes de la Vega

Javier Revilla
26/08/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Hay que ser osado y un tanto irracional para tratar de abordar en una conferencia la veintena de molinos que históricamente han existido en el cauce medio del río Esla, acotando entre Villacelama y Cimanes de la Vega. Pero me voy a lanzar al agua, nunca mejor dicho, tanto en estos párrafos como en una conferencia que daré en Valencia de Don Juan el próximo jueves 30 de agosto, organizada por la Asociación Cultural Los Oteros-La Vega.

El Astura o Estola, Esla desde hace ya varios siglos, ha sido un río capaz de dar vida a su enorme ribera, ayudando también a mover ingenios mecánicos capaces de moler cereales y lináceas. Pero su caudal era tan inestable que domarlo siempre fue un imposible para nuestros antepasados. Así, aunque hay referencias a posibles aceñas o molinos dentro del cauce, las enormes crecidas en nuestra zona acabaron sin duda con dichas construcciones que sí se conservaron algo mejor aguas abajo, ya en la provincia de Zamora.Aquí, en su zigzagueante curso medio de las llanuras leonesas, había periodos de mucho caudal y también de tremendos estiajes que dejaban casi seco el río Esla. Por ello, el mejor aprovechamiento se conseguía mediante la derivación de presas o canales ‘sangrados’ del propio río. A ellos contribuyeron en gran parte los conocimientos hidráulicos aportados por los árabes. Desde la Alta Edad Media se documentan cauces de este tipo, que llegaron hasta la Época Contemporánea. Dos serán los principales a los que haré mención. Primero, el Cauce de los Molinos de Valencia de Don Juan que movía hasta 5 molinos con un total de 25 parejas de muelas, casi nada: 3 en Valencia de Don Juan y 2 en Toral de los Guzmanes. El segundo la Presa de Rodrigo Abril y San Marcos, un verdadero rosario de molinos, pues tuvo hasta 9 molinos harineros y 2 de linaza: Villanueva de las Manzanas, Palanquinos, Campo y Villavidel, Cabreros del Río, Fresno de la Vega y también Valencia de Don Juan.

En el siglo XIX se añadió un nuevo cauce con la pretensión de mejorar los riegos de la amplia vega entre Benamariel y Benavente: el Canal del Esla. Esta obra pública, que nació incluso con intención de ser navegable, además del riego estableció varios saltos susceptibles de aprovechamiento industrial. Aunque su desarrollo no fue el esperado, movió molinos o fábricas de luz en Villamañán, Toral de los Guzmanes, Algadefe, Cimanes de la Vega…

Hubo también molinos con sus propios puertos y presas, independientes del resto; ello les daba ventaja en cuanto a evitar repartir el agua, pero también sumaban el coste de mantener por sí solos la infraestructura. De este tipo fueron, por ejemplo, los de Villacelama, Villaornate o Villafer.

Aquella molinería heredada desde épocas medievales, permaneció apenas sin cambios en su sistema de fabricación artesanal o preindustrial. Tampoco varió el modo de cobro, la maquila; así, los molineros se quedaban un porcentaje del grano que se llevaba a moler. Un intercambio en especie, sin moneda.

Sólo uno de esta veintena de molinos que venimos citando dio el paso de convertirse en Fábrica de Harinas plenamente industrial: el de Palanquinos. La familia Crespo, oriunda de Palencia, trajo su experiencia allá en el Canal de Castilla para ampliar y modernizar el molino y convertirlo en una industria harinera de primer nivel, denominada La Flor Leonesa.

¿Y qué nos queda de todo aquello? Pues poco, apenas nada, tristemente. Los molinos fueron cerrando y su falta de actividad los abocó al deterioro o a la desaparición. Muchos sucumbieron por incendios o por riadas, otros por la desidia e incluso fueron directamente derribados. Con suerte quedan ruinas que evidencian suexistencia.
Eso sí, hay excepciones verdaderamente destacables. Ya traje a estas mismas páginas semanas atrás el caso notable del molino de Villacelama, mantenido con celo por sus propietarias. Casos similares son los de los molinos de Fresno de la Vega, de Palanquinos, de Villaornate o de Campo de Villavidel, donde sus propietarios conservan este histórico legado, verdadero patrimonio que merecería un mayor apoyo institucional. Si les apetece, el jueves les sigo contando, en Coyanza, a las 19:30 horas.
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