Afilando la guadaña

29/11/2022
 Actualizado a 29/11/2022
Guardar
Se visten las mañanas en Compostilla de muerte consabida. Cada amanecer, la que fuera cuna de Endesa en su progresión energética desde el fuego térmico, avanza sin hacerlo, como los elefantes, al lugar donde acabará su palpitar. La muerte se presina al salir el sol a las puertas de la central de Cubillos. Una mujer enlutada que se palpa el atuendo para saberse cierta. Lo soy, se dice, al ver entrar otra hornada de trabajadores para desmantelar lo que otros levantaron. Es el ciclo. Ella lo sabe. La muerte da los buenos días a todos y, después de subirse a una chimenea para hacer fotos a la panorámica berciana que le regalan los metros de altitud, se afana en afilar la guadaña. Sonríe y se le lee el pensamiento de lejos. Poco sabe esta torreta del ostión supino que se va a dar, desliza entre los dientes mientras hace hablar al filo de su herramienta cuando lo acaricia con la piedra. La muerte no sabe de chimeneas ni de historias, solo de fines, de eso es experta. Pero las torres de la térmica de Cubillos saben latín. Ora pro nobis, piden las sabias estructuras de hormigón. Son ancianas, pero no dementes. Jubiladas, pero no sobrantes. Abuelas, pero no cansinas. Son un tesorín capaces de hasta mirar a la de negro con dulzura. No te preocupes muerte, si la encomienda es arrasar, tú haz caso al jefe, que está lo laboral muy mal como para desatender mandatos. Mira dónde están los que aquí nos hacían sudar, después de años dejándose la piel en nuestro vientre. Y la muerte no contesta, ella está a lo suyo, que se le está atragantando la misión. Va a tener que darlo todo y más para llevarse por delante a estas pobres del bastón. La escena se rompe de repente. Llega un fax (las chimeneas son más románticas queinternet). Paralizada voladura, dice. ¡Chicas, chicas! La muerte sabe que no va por ella la llamada. In extremis, dice una de las gorditas, la más sabionda. Ojo que suena a bulo, duda la altiricona. Y sigue. Han entendido lo que valemos, parece que con chapa y pintura y una voltereta nos ponen a funcionar como museo. Volvemos a estar en el tapete del futuro berciano. Beati simus, recalca la más pedante. La muerte se queda blanca…bueno, bajo el negro de la capucha, claro. Y hace mutis por el foro sacando el móvil del refajo. Jefe, ¿sigo afilando?, pregunta. Del otro lado, pipipipi.
Lo más leído