Volver a empezar (desde cero) en León

Accem cumple en julio 25 años dando apoyo a los refugiados en León. 725 personas de 68 países han recibido su ayuda. Daouda, Wael, Vardush y Derwin cuentan su historia de vida

Susana Martín
18/06/2017
 Actualizado a 16/09/2019
El palestino Wael Fa Zuhri y el africano Daouda Diakité son dos de los refugiados que viven en León gracias a la ayuda de la Asociación Comisión Católica Española de Migración (Accem). | MAURICIO PEÑA
El palestino Wael Fa Zuhri y el africano Daouda Diakité son dos de los refugiados que viven en León gracias a la ayuda de la Asociación Comisión Católica Española de Migración (Accem). | MAURICIO PEÑA
El drama de quienes lo perdieron todo es también la historia de esperanza de quienes se levantan cada día con la ilusión de recomponer sus vidas en un país al que la mayoría llegaron sin conocer nada, ni su lengua. Daouda, Wael, Vardush y Derwin son algunos de los 725 refugiados de 68 nacionalidades diferentes que han llegado a León de la mano de Accem, una entidad social nacida en la capital leonesa en 1992 y presidida por el sacerdote leonés Pedro Puente. En julio se cumplen los primeros 25 años de andadura de Accem, que en un cuarto de siglo ha pasado de disponer de 18 plazas de acogida temporal de refugiados a contar con siete pisos de acogida y muchos más recursos y servicios para sus usuarios.

Las historias de Daouda, Wael, Vardush y Derwin –africano, palestino, armenia y venezolano– son sólo un ejemplo que relata el dolor de quienes un día tuvieron que abandonar sus países con apenas una mano delante y otra detrás  para volver a empezar a vivir en León, una ciudad, un país de los que no sabían nada. Historias durísimas, algunas aterradoras, salpicadas también de lecciones de vida de quienes sólo ansían encontrar una nueva oportunidad que les permita mirar atrás sin tantas lágrimas, confiando en que el futuro también les tiene reservado un espacio a ellos.

Daouda llegó de Costa de Marfil hace un año. Sólo hablaba malinke y francés. Busca trabajo de cocinero Junto a los diez trabajadores que les dan cobertura en Accem hay también un importante grupo de voluntarios que desinteresadamente ayudan a los refugiados a situarse. Con el idioma, con la informática, con el papeleo, con la vida. Atienden a refugiados que tienen un punto en común: todos dejaron sus casas, muchos sus familias, y se vieron obligados a huir. La guerra, la política, las persecuciones los echaron de sus casa, muchos vivían en Colombia, en Siria, en Armenia... pero también llegaron a León desde Costa de Marfil, India, Argelia, Irán, Venezuela, Ucrania y un largo etcétera de países que los escupieron dejándolos desvalidos, sin nada.

El servicio de acogida temporal para personas solicitantes de protección internacional comenzó su andadura en León en julio de 1992 con 18 plazas en pisos de acogida. Después, 22 plazas. Y desde 2016 Accem cuenta con siete pisos de acogida para que 39 refugiados tengan dónde vivir en los primeros meses de su estancia aquí. Después, poco a poco, también con apoyo, empiezan a ‘volar’.En estos 25 años, las concesiones de asilo y protección subsidiaria que se han concedido son por diferentes motivos, entre los que destacan, por orden de importancia, las opiniones políticas, los conflictos bélicos, orientación sexual, raza y motivos familiares.El programa específico de formación para el empleo para solicitantes de protección internacional de Accem ha ayudado en los últimos quince años a 299 personas a las que se dota de herramientas para adaptar sus competencias socioprofesionales a nuestro mercado de trabajo, con módulos formativos, con itinerarios de inserción individuales. Más de un centenar de ellos consiguieron un contrato para el servicio doméstico, la construcción, la agricultura, la hostelería, la panadería o la repostería.«No podíamos valorar nuestros diplomas profesionales, teníamos que vivir». Lo dice Vardush, una mujer armenia que llegó a León en marzo de 1996 junto a su familia. «Por temas políticos de mi marido», cuenta. Pidieron asilo y los enviaron a León. «Entonces sólo sabíamos decir adiós». 21 años después, ya sonríe cuando piensa en lo mal que lo pasaron al principio, cuando su vida dio un vuelco brutal. Él, profesor universitario, ella, economista, se reconvirtieron en obrero de la construcción y repostera y «volvimos a vivir». Vardush explica que ahora sus compañeros refugiados tienen «muchas más posibilidades, mucho apoyo» y que entonces apenas dispusieron de ayudas. Cree que el que se esfuerza, el que no deja de buscar trabajo, «siempre lo consigue, en lo que sea».Vardush y su marido huyeron de su marido por motivos políticos. Llevan viviendo en León 21 años Daouda llegó de Costa de Marfil hace un año. Hablaba malinke y francés y ha tenido que estudiar español para entenderse aquí. La guerra lo echó de Costa de Marfil. «Ahora, mi vida bien», dice, y eso que no ha conseguido aún encontrar trabajo. Allí era profesor de Primaria y tuvo una granja de pollos. Aquí ha organizado eventos y ha sido ayudante de cocina en una pizzería. «Busco trabajo de lo que haya», insiste. Mientras, comparte piso con dos compañeros. Tiene 34 años.Wael Fa Zuhri lleva más de dos años en León. Es peluquero. Hace unos días, cogió la bici y pedaleó hasta Astorga para una entrevista de trabajo que no consiguió. Su mujer y sus cuatro hijos siguen en Palestina. Cuando hablan, su hija mayor le reprocha que esté aquí o que aún no haya podido enviarles dinero. «Es muy duro, pero no puedo hacer otra cosa que seguir buscando trabajos».El venezolana Derwin es el que menos tiempo lleva en León. Desde enero. «Ay, Dios», dice al recordar que llegó el 6 de enero. Sus hermanos huyeron a Dinamarca y Argentina, sus padres «podrán escapar» este año a Costa Rica. «Tenía una vida normal hasta que empezó la persecución del Gobierno», dice con rabia, «y me tocó salir». «El choque cultural y religioso es tremendo, en mi piso hay gente afgana, de Guinea, de Pakistán, de Gambia...». Él tendrá permiso pronto, a los 6 meses de su llegada.

Derwin, Vardush, Wael y Daouda cuentan historias similares. Sonríen. La dureza extrema del inicio, la desesperación de haber perdido todo y no tener quien los arrope cuando los ánimos flaquean... Pero también la luz que van viendo unos meses después, las oportunidades, la gente que les brinda su cariño.

«El idioma es el camino para ir llegando a todo lo demás», sostiene el palestino. Derwin se dedicaba en Venezuela al mundo de los seguros, aunque ahora piensa que tampoco le importaría dedicarse a la cocina. Wael y Daouda siguen echando currículos y sueñan con que de alguna de sus entrevistas salga un trabajo. De peluquero uno, de cocinero el otro. «¿Sabes de alguien que nos dé trabajo?».

Ella, Vardush, se jubiló el año pasado. «Me quedaré en León para siempre».

León celebra el martes 20 el Día Mundial de los Refugiados en el Crucero


El Centro Cívico León Crucero acoge el martes 20 de junio los actos conmemorativos del Día Mundial de las Personas Refugiadas con varias actividades: desde las 18 horas, la Feria intercultural, con talleres sobre grafías africana, una mesa de África, tatuajes de henna, murales kurdos o estampación de camisetas. Desde las 19 horas, proyección de vídeos y cortos sobre la historia de Accem, entre ellos, ‘Penélope’. A las 19:30, presentación de carteles sobre refugiados de los centros educativos leoneses. Y a partir de las 20 horas, actuaciones musicales.

El leonés Pedro Puente es el presidente de Accem, el pilar de una asociación que cuenta en León con una decena de trabajadores en su sede del bajo del número 48 de la calle Anunciata. También cuentan con la ayuda de una veintena de voluntarios, en su mayoría, mujeres: sobre todo jóvenes, jubiladas. La labor de estos refugiados es ayudarles en todas las tareas que necesiten: papeleos, idioma, ordenadores...

Al cumplirse el 25º aniversario de Accem León, Puente y su equipo sólo tienen un objetivo, el de poder seguir ayudando a los refugiados que llegan a León sin más maleta que sus recuerdos.



Archivado en
Lo más leído