Vigilancia aérea con los pies en la tierra

El Grosa, con sede en el Ferral, cumple un año volando vehículos aéreos no tripulados de tipo II en territorio nacional, una unidad pionera y puntera

I.Herrera
21/11/2016
 Actualizado a 15/09/2019
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43 kilómetros al sureste de la capital leonesa, en un municipio que cuenta con poco más de 300 habitantes repartidos en sus siete poblaciones, en medio de un terreno árido y marcado por suaves ondulaciones, se instruye el único Grupo de Obtención por Sistemas Aéreos del Ejército de Tierra español, el Grosa IV/1, una unidad de reciente creación –el pasado 1 de octubre celebró sus primer aniversario– perteneciente al Regimiento de Inteligencia número 1 (asentado en Valencia) que estableció su sede en la base Conde de Gazola, en la localidad leonesa de Ferral del Bernesga. El primero en el Ejército en utilizar vehículos aéreos no tripulados (UAV, Unmanned Aerial Vehicle) de tipo II.

Hasta allí, a Pajares de los Oteros, al aeródromo de Los Oteros concretamente–de capital privado y que "muy amablemente nos ha cedido sus instalaciones hasta que podamos operar desde la Base Aérea de La Virgen del Camino" donde se están llevando a cabo las obras pertinentes para su acogida en fechas "muy próximas"–, nos acercamos a conocer cómo operan estas aeronaves militares no tripuladas capaces de pasar desaparcibidas al ojo y a la vista a apenas un kilómetro y, al mismo tiempo, tan precisas, que pueden identificar a una persona (su rostro) a 1.500 metros de altura.

Este grupo militar, dotado en exclusiva del sistema de Plataforma Autónoma Sensorizada de Inteligencia (Pasi) que posee cuatro aeronaves Searcher MK II J, surca el cielo sin que nadie levante los pies de la tierra y su misión es de vigilancia y reconocimiento. "El sistema está para salvar vidas", sostiene el jefe del Grosa, el teniente coronel Jesús Ángel del Barrio, que explica que aunque el grupo se creó hace apenas un año –cumpliendo su vuelo número 100 la semana pasada– es heredero de la Unidad UAV Pasi que fue desplegada en Afganistán entre 2008 y 2014, donde relizaron 5.354 horas de vuelo en 943 misiones.

"No son aeronaves armadas", insiste Del Barrio, su misión es bien distinta, la vigilancia y el reconocimiento. Así, sobre territorio afgano, vigilaban los despliegues de las tropas aliadas en la base de Herat y los desplazamientos entre ésta y la de Qala i Nau, donde estaba la base española del Ejército de Tierra. Los UAV –germen del Grosa– se encargaban de identificar posibles amenazas entre estas dos localizaciones, además de vigilar viviendas o enclaves en los que se sospechaba que pudieran residir insurgentes.

A día de hoy, los cerca de 150 efectivos que componen esta unidad que está ya al 90% de la plantilla prevista, se desplazan por unidades desde el Ferral del Bernesga hasta Pajares para continuar con las labores de instrucción y adiestramiento haciendo uso del espacio aéreo segregado en el que trabajan en plena coordinación con la torre de control del aeródromo, con León y con Madrid.

Sus retos más inmediatos –recoge el Ejército en su web– son, por un lado, continuar con las campañas de vuelos de prueba para lograr la certificación de aeronavegabilidad que les permitirá operar el sistema dentro de espacios segregados del territorio nacional, y por otro, su participación en el ejercicio ‘Trident Juncture’, en el que se va a probar la integración de las imágenes que recopilen en el Sistema Conjunto de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento de la Otan.

Pero es previsible que su papel no se limite a operaciones militares y se les solicite para otro tipo de misiones. De hecho, ya han sido reclamados como colaboradores en la lucha contra incendios pues su capacidad de vigilancia y reconocimiento desde el aire día y noche ofrece muchas posibilidades ante esta y otras catástrofes naturales.

Dimensiones y características

Las aeronaves con las que trabaja el Grosa tienen una envergadura de 8,5 por seis metros. Se abastecen de combustible (no de baterías eléctricas) y portan un motor como el que se utiliza en otras avionetas o aeronaves. Tienen una autonomía máxima de 15 horas aunque, por seguridad, las misiones no sobrepasan las 10 horas.  Pueden volar a 250 kilómetros de distancia desde la estación de control y con un techo de vuelo de 6.500 metros (20.000 pies), a una velocidad que suele rondar los 120 kilómetros por hora.

El peso es muy importante a la hora de volar,especialmente en el despegue, de ahí que a pesar de tener una capacidad máxima de combustible de 142 litros tengan que jugar con los equilibrios para no sobrepasar los 436 kilos de peso.

A estas características se suma el sistema de aterrizaje, otra de las grandes diferencias con otras aeronaves, pues es muy similar a de los aviones que aterrizan en los portaaviones, frenando ayudados por un gancho en la parte inferior que engancha con una cuerda.

Estas aeronaves precisan de dos elementos clave, la GDT (Ground Data Terminal) que tienen que estar en ínea de visión directa con el UAV; y la GCS, la estación de control, desde la que los tres operadores (un comandante de misión, un piloto y un observador) manejan la aeronave y, a la verdadera protagonista de este sistema: la cámara, que, mediante infrarrojos, funciona tanto de día como de noche devolviendo una imagen de gran precisión.

En definitiva, una unidad innovadora, a la vanguardia de la tecnología en las Fuerzas Armadas a la que ha dado forma este equipo de personas cada vez más numeroso y experimentado que ofrece, cada día, más posibilidades.
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