"Los valores del emigrante leonés son muy necesarios en el desarrollo de las personas"

Entrevista a Nuria Alonso Mateos, directora de la Fundación Cepa González Díez

01/12/2024
 Actualizado a 01/12/2024
Nuria Alonso Mateos, directora de la Fundación Cepa González Díez. | SAÚL ARÉN
Nuria Alonso Mateos, directora de la Fundación Cepa González Díez. | SAÚL ARÉN

Nuria Alonso Mateos es la directora de la Fundación Cepa González Díez, que en sus once años de vida ha destinado más de 7,5 millones de euros a impulsar o apoyar iniciativas de carácter asistencial, cultural, educativo y social con el fin de impulsar el desarrollo humano, personal, cultural e intelectual de las personas, especialmente de las más necesitadas, además de favorecer el desarrollo económico y social de la provincia de León. Sus fundadores eran sobrinos de Pablo Díez, que emigró en la primera década del siglo XX desde Vegaquemada a México y fue el alma del Grupo Modelo, conocido principalmente por la cerveza Corona. 

– Para quienes no lo sepan aún, ¿quiénes eran Cesáreo y Pablo González Díez?
– Eran dos leoneses de Vegaquemada que querían muchísimo a su tierra. Eran sobrinos de don Pablo Díez, un emigrante leonés de referencia que salió de Vegaquemada y creó a base de mucho trabajo y de mucho esfuerzo una empresa de las más importantes de México, pero también de todo el mundo. Ellos nunca olvidaron a su tierra y siempre estuvieron preocupados de las personas de su entorno, sobre todo de León. Eran dos leoneses profundamente enamorados de su tierra. Y por eso en el año 2013 constituyen la Fundación Cepa, cuyo nombre viene de Cesáreo y Pablo. Eran años de dificultades, de crisis, de mucha necesidad para muchas familias que lo pasaron muy mal. Por eso decidieron tomar posición y crear una fundación para ayudar a las personas que más lo necesitan. En todo caso, ellos ya habían desarrollado una labor filantrópica desde el año 1994 en Vegaquemada con la residencia de mayores. Era algo que siempre les había inculcado su tío, don Pablo, que siempre se preocupó mucho por sus trabajadores y por todo lo que pasaba alrededor. En esa crisis tan fuerte, surgió la oportunidad de ayudar a unos estudiantes que iban a perder su matrícula en la Universidad de León porque no podían pagarla. Desde la institución académica se le comentó a don César, que colaboró y dijo que unos estudiantes brillantes no podían dejar de estudiar por falta de recursos. Empezó con una donación particular que luego fue llevando a la idea de impulsar una fundación con ese objetivo de atender a las personas que están en emergencia social, pero también a estudiantes brillantes.

– ¿Cómo ha sido el camino de la fundación en estos ya más de diez años?
– Tras esa colaboración inicial con la Universidad de León, los primeros programas se centraron en cuestiones de material escolar y becas, además de apoyar a Cruz Roja y colaborar en la creación del economato de Cáritas, que también ha cumplido ya diez años. Y luego ya en 2014 ampliamos nuestra colaboración a otras entidades del tercer sector que se encontraban en un momento muy delicado, porque fueron años en los que hubo una crisis muy fuerte y lo pasaron muy mal por la reducción en muchas líneas de subvenciones. Y eso es en lo que nos centramos fundamentalmente, en la emergencia social, en la parte educativa y en la ayuda al tercer sector. Luego está la parte cultural, como es el caso del Museo de la Emigración Leonesa o la restauración del rosetón de la Catedral en la época de la pandemia, justo antes de que financiásemos la adquisición del tomógrafo cardiaco computarizado del Hospital de León. Quizá estos dos últimos proyectos sean las iniciativas más conocidas de la Fundación Cepa, aunque fuimos recorriendo todo este camino antes de abrirnos a más cosas, pero siempre en León. 

– En el ámbito educativo, la labor de la Fundación Cepa se ha traducido en becas nacionales e internacionales para esos alumnos brillantes, pero también en formación para aquellos que no tienen posibilidades o se encuentran en una situación de vulnerabilidad social…
– Sí, ayudamos a la Fundación Juan Soñador a poner en marcha su escuela de formación para jóvenes en riesgo de exclusión social, que anteriormente había sido una residencia universitaria. Para hacer un taller de cocina, por ejemplo, necesitaban puestos para 15 participantes y eso requería una adaptación importante.

– ¿Qué valores pueden transmitir este museo en el que nos encontramos a las generaciones actuales a través las historias de los emigrantes leoneses de las primeras décadas del siglo pasado? 
– El museo es un sueño de nuestros dos fundadores, don César y don Pablo, porque los valores del emigrante leonés son muy necesarios en el desarrollo personal de cada uno de nosotros. Trabajo, esfuerzo, honestidad, austeridad y también coraje para emprender. Saber que, si tienes un poco de suerte, puedes cambiar tu vida y la de los que te rodean para conseguir un futuro mejor. Y antes de todo eso está la valentía de tomar la decisión de irte. No era como ahora, que coges un avión y llegas a Ciudad de México en doce horas, pero entonces ir a Argentina, Venezuela o Cuba, que también recibieron a muchos emigrantes leoneses, suponía un mes de barco y la mayoría de las familias de las que procedían los emigrantes no tenían muchos recursos, por lo que se iban con muy pocas cosas. Nosotros tenemos testimonios de gente que no llevaba ni un peso. Unas mudas, el traje que llevaban puesto y ni un peso. Con eso se fueron y a base de trabajo muchos se convirtieron en fundadores de empresas de profunda raíz leonesa que están todavía creando riqueza en México. 

– ¿Qué les diría a quienes no conocen este museo para invitarles a visitarlo?
– En el museo se hacen dos viajes. Por un lado, el visitante conoce todo lo que implicaba el viaje de una persona desde su tierra, cómo llega a sentir la necesidad de irse a buscar un futuro mejor, todas las dificultades que se encuentra y cómo se le acoge allí cuando llega allí, pero también destacamos todo lo que supuso la mujer como pilar de la casa, porque le damos un protagonismo específico. Y quiero destacar el papel de la Agrupación Leonesa de México, que nos ayudó mucho a la hora de elaborar el proyecto del museo y con la que tenemos una relación extraordinaria. Y no podemos olvidar los negocios que montaron, los frutos de su trabajo y de su esfuerzo y cómo se los están devolviendo a la sociedad a base de labor filantrópica de la que hemos estado hablando. Pero luego también hay otro viaje, que es el que recorre esta casona, que es un edificio neorrenacentista de principios del siglo XX obra de Manuel de Cárdenas y tiene unos espacios realmente reseñables. Estamos en pleno Camino de Santiago y nos enseña cómo era la vida de una familia burguesa como fue la de don Miguel Pérez, que encarna también los valores que transmitimos de un hombre de familia humilde que a base de esfuerzo, trabajo y visión fue capaz de convertirse en un empresario muy relevante en el León de principios del siglo XX. Y tenemos vidrieras de Basurto Millar González y espacios art decó que merecen mucho la pena.  

– La Fundación Cepa tiene especial vinculación con la montaña oriental por ser sus impulsores de Vegaquemada... 
– Ahí fue donde empezó la obra filantrópica de la familia González Díez. Tras la residencia de mayores de Vegaquemada, que arrancó en 1994 y se amplió en 2013 para atender a más de 80 usuarios, en 2003 se construyó un alojamiento hotelero de referencia en la zona. Tiene un restaurante estupendo, unas cabañas donde te puedes quedar unos días muy acogedoras de madera con un spa. Y luego está Biovegamasa, un proyecto que don César emprendió con 92 años y que da trabajo a 17 personas para fabricar una energía sostenible a través de los pellets de madera. Don Cesáreo, al igual que sus hermanos, siempre quiso hacer que Vegaquemada y toda la comarca de Boñar y La Vecilla, porque de allí era su esposa, tuviera más oportunidades y generase actividad y empleo. Si no hay trabajo, al final las personas se marchan y los pueblos se nos van quedando vacíos.

– Es una zona en que, además de todos los problemas de la época en la que emigraron tantas personas, estaba cubierta de nieve durante muchos meses, lo que mermaba aún más las oportunidades a la hora de ganarse la vida…
– Por eso muchísimos emigrantes leoneses son de la montaña oriental. En Vegaquemada y Boñar quizá no era tanto, pero otras zonas como Maraña, Riaño o Boca de Huérgano pasaban mucho tiempo bajo la nieve. Hay alguna de la información que ofrecemos en el museo que dice que no había más opciones que el campo, la minería o el seminario. No había muchas posibilidades, así que, si tú creas riqueza y puestos de trabajo en tu municipio, al final los jóvenes se quedan, forman sus familias, los colegios no se cierran y la vida se asienta. Sin embargo, si no hay oportunidades, las personas, lógicamente, buscan un futuro mejor y se van. 

– Mencionaba antes la colaboración con Cáritas para ayudar a las personas con más necesidades durante la crisis. ¿Siguen detectando esas necesidades?
– El economato de Cáritas lo gestionan ellos y nosotros pagamos muchas de sus facturas para atender a más de cien familias. Esta fórmula dignifica mucho para las familias la obtención de la ayuda, porque pagan un pequeño porcentaje. Por eso mantenemos esa colaboración con Cáritas, que está funcionando muy bien. 

– Y en la misma línea se trabaja también con la Asociación Leonesa de Caridad y con Cruz Roja…
– Sí. Por ejemplo, cada año compramos unas 24.000 barras de pan para Asleca. Nos hacemos cargo de la factura de la panadería del comedor social. Cada año tenemos un plan de actuación y, para optar a las ayudas de la fundación, en nuestra web tenemos una pestaña de ayuda social en la que se pueden presentar proyectos hasta el último fin de semana de septiembre. Luego los evaluamos y en las dos primeras semanas de noviembre se reúne el patronato y se aprueba el plan de actuación del año siguiente. El de 2025 ya lo tenemos aprobado.

– ¿Qué novedades prevén en ese plan de actuación?
– Continuaremos con los programas que tenemos en marcha y destinaremos el 44% de la ayuda a cuestiones educativas. Como novedad, vamos a colaborar con la llegada a León del Tour del Talento de la Fundación Princesa de Girona. Hemos renovado el convenio con la Universidad de León y estamos pendientes de enviar a un alumno leonés a una universidad de referencia en Madrid. Tenemos a un estudiante de Camponaraya cursando su último año en la Dublín Business School y seguimos colaborando con la Fundación Dádoris pagando los gastos de dos alumnas que estudian en la Politécnica de Valencia, aunque ahora está cursando un cuatrimestre en Australia, y en el campus de Lugo de la Universidad de Santiago de Compostela. Y tenemos las becas para mandar a Estados Unidos a alumnos de entre cuarto de la ESO y segundo de Bachillerato del instituto de Boñar para que cursen allí un año académico. Están además las becas de grado de la ULE, porque los alumnos que tengan capacidad de estudiar y logren buenos resultados no deben dejar de hacerlo por falta de recursos. Ese compromiso es muy importante para nosotros. Y también intentamos ayudar a otras asociaciones del tercer sector que están en la provincia. Muchas veces no hacemos ayuda dineraria, sino que pagamos las obras y las visitamos. Nos gusta ver dónde va nuestra ayuda. Si hacemos una reforma en un centro de día, como hemos hecho recientemente con una asociación de Laciana, pagamos las facturas y vamos a verlo con Rogelio Geijo, que es el arquitecto con el que trabajamos, para conocer el antes y el después, lo que nos da la tranquilidad de hacer las cosas que queremos para ayudar al usuario que lo necesita.

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