"Un indicador de esa angustia es el torrente de mensajes por WhatsApp"

La psicoanalista Blanca Doménech analiza la sensación de vulnerabilidad y las alteraciones psicológicas provocadas por la crisis sanitaria actual

Joaquín Revuelta
18/03/2020
 Actualizado a 18/03/2020
La psicoanalista Blanca Doménech.
La psicoanalista Blanca Doménech.
A nadie se le escapa que la nueva situación de confinamiento a la que estos días se está viendo sometida la ciudadanía española como consecuencia de la crisis sanitaria provocada por el covid-19 puede provocar con el paso de los días alteraciones psicológicas que se suman a la propia sensación de vulnerabilidad ante una enfermedad de la que todavía se conoce muy poco y con la que, con toda probabilidad, se va a tener que convivir en el futuro, una vez superada la actual pandemia. Por ello resulta interesante recabar la opinión de los especialistas, como es el caso de Blanca Doménech, psicóloga clínica y psicoanalista, Doctora por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Teoría Psicoanalítica, profesora titular (PTE), jubilada, del área de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico del Departamento de Psicología, Sociología y Filosofía de la Universidad de León y una de las codirectoras, junto con María Dolores Navarro, del ciclo de tertulias ‘Actualidad, Pensamiento, Psicoanálisis’ que desde hace seis ediciones se viene celebrando con periodicidad mensual en el salón de actos del Ayuntamiento de la capital.

–Como sociedad y también a nivel individual vivimos una situación totalmente inédita, que únicamente conocíamos a través de las ficciones llegadas de Hollywood y de otras cinematografías. ¿Contribuye esto a que se imponga una sensación de irrealidad de lo que nos está sucediendo?
Este ‘real’ necesita simbolización, necesitamos hablar, introducir algo que calme la angustia–Se nos presenta un real, en psicoanálisis usamos ese término para hablar de fenómenos como la enfermedad, un acontecimiento traumático imprevisible, algo que ponga en riesgo la vida, etc… El coronavirus es un real que nos evidencia la realidad de la muerte, algo que nuestra sociedad trata de ocultar, negar, eludir, etc.. Este real nos evidencia que somos estructuralmente seres frágiles, asustadizos, mortales, que no tenemos tanta fortaleza u omnipotencia como creíamos y esto despierta pánico, angustia. Este real (riesgo de muerte, enfermedad, ruina…) necesita simbolización, es decir, necesitamos hablar, introducir algo que calme la angustia. Por eso buscamos información, hablamos del virus covid-19, nos enviamos vídeos, mensajes, consejos, tratamos de hacer humor….

–De las medidas que se han tomado para frenar la pandemia provocada por el coronavirus está la de recluirnos en nuestras casas por un tiempo inicial de 15 días y que todo apunta puede prolongarse todavía algunos más. ¿De qué manera puede esto afectar tanto al individuo que vive solo, como a la pareja o a la familia con hijos? ¿Se da el mismo patrón en todos los casos?
Ahora tenemos tiempo y esto parece angustiarnos también. Y tenemos que llenarlo de actividad–Vivimos en una época de la inmediatez, obtenemos todo en un clic, tenemos noticias segundo a segundo, queremos ya saber cómo tratar, qué va a pasar… no nos damos tiempo. Esa inmediatez, impulsiva, poco reflexiva también puede producir angustia. Acallar la angustia no se hace tapando la boca o dando una pastilla. Se necesita la palabra y el tiempo. Ahora tenemos tiempo. Y esto parece angustiarnos también. Y tenemos que llenarlo de actividad, diría más bien de hiperactividad…. Llenarlo, llenarlo y rápidamente…. de actividad, de movimiento, de cualquier cosa. Tener tiempo libre nos aterra, nos hace darnos cuenta de esa fragilidad, de nuestra falta estructural, nos obliga a enfrentarnos con nosotros mismos. Creo que es un tiempo que también podemos aprovechar para la reflexión, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿cómo usar ese tiempo?, ¿cómo pensarnos a nosotros mismos?, ¿cómo escuchar a nuestros hijos? El tiempo nos puede ayudar, –si no lo tapamos impulsiva y angustiosamente–, a descubrirnos, a hablar y sobre todo a escuchar, a descubrir a nuestra pareja, nuestros hijos, a ser familia. Cada uno de nosotros somos únicos, nuestras respuestas singulares, por ello puede ser una oportunidad y un gran reto el escucharnos.

–¿La población inmigrante lo puede sentir de una manera diferente?
–No entiendo mucho por qué va a sentir de forma diferente el miedo a la enfermedad o el riesgo de muerte, salvo que lo veamos como el pobre, el peligroso, el culpable…, el chivo expiatorio en el que depositar todos nuestros miedos. El inmigrante, como cualquiera de nosotros –y como ser humano igual que nosotros– reúne los mismos temores, fragilidad y angustia que aquellos otros que no hemos inmigrado.

–Fernando Simón, el portavoz de Sanidad, ya advertía que la segunda semana de aislamiento puede ser la más complicada. ¿Cómo puede afectar el paso de los días en nuestros comportamientos individuales y colectivos?
–Somos seres sociables, necesitamos al otro, buscamos la presencia y aceptación del otro desde que nacemos. Esto nos hace ser solidarios y empáticos, pero también el otro puede producir en nosotros el pánico (si es un enfermo nos puede contagiar, si es pobre nos enfrenta a nuestra responsabilidad o a nuestro temor a llegar a serlo, etc..), atribuimos al otro nuestros miedos, le hacemos responsable de nuestros comportamientos, nos quejamos de sus actitudes... Y en un espacio más reducido es más fácil que emerjan los conflictos. Creo que hoy, como siempre, es imprescindible la solidaridad. La caída de la solidaridad nos lleva al caos, al «sálvese quien pueda» o a «el hombre es un lobo para el hombre», a la destrucción de todos. El otro no es nuestro enemigo, necesitamos al otro, escucharle, entenderle, calmarle. Es responsabilidad de todos.

–El exceso de información y el uso compulsivo de las nuevas tecnologías y de las redes sociales, ¿beneficia o perjudica a la hora de afrontar con menos ansiedad esta anómala situación?
–Es evidente que este real del coronavirus ha despertado angustia y buscamos cómo apaciguarla. Un indicador de esa angustia es el torrente de mensajes por WhatsApp. Y para calmar esa angustia queremos buscar rápida y urgentemente verdades incuestionables, certezas absolutas. Y no las hay. Volvemos otra vez a que necesitamos tiempo, reflexión, escucha.

–Supongo que la angustia e incertidumbre con que se está viviendo este periodo es aún mayor en el caso de personas que también ven peligrar sus negocios o sus puestos de trabajo.
–Sí, evidentemente, al temor por la salud se une el temor a no tener recursos para afrontar las exigencias económicas imprescindibles. Esta crisis sanitaria y económica nos muestra que de ser un país, una sociedad o una persona que discrimina, expulsa al pobre o al refugiado, podemos pasar a ser el discriminado; de ser una sociedad opulenta, del primer mundo, podemos pasar a ser excluidos, estigmatizados.

–¿Este tipo de crisis, una vez superadas, dejan huellas psicológicas, aparte de las desgracias personales, o tendemos más bien a olvidarnos muy pronto y a no sacar las necesarias enseñanzas de lo experimentado?
Entiendo que, también, puede ser una oportunidad para plantearnos modos de ser feliz por otras vías–No sabemos qué efectos puede provocar esta crisis en la subjetividad, no hemos vivido una experiencia global de este tipo. Tendremos que ir viendo. No quiero señalar sólo los efectos negativos como crisis de ansiedad, estrés post-traumático, etc.). Entiendo que, también, puede ser una oportunidad para plantearnos modos de ser feliz por otras vías más allá del consumo irreflexivo de actividades, de objetos, de viajes...
 
–¿Mentalmente somos más frágiles y vulnerables que nuestros ancestros?
–Como dije antes la fragilidad y vulnerabilidad es estructural en el ser humano, a pesar de que sea doloroso admitirlo y tendamos a querer negarlo. Cada momento histórico y cada generación se ve obligada a vivir acontecimientos y situaciones diversas que le obligan –de una u otra forma– a afrontar la falta de garantías en todo, en la vida misma. En esta sociedad neo-liberal parece querer decir que todo se puede conseguir y trata de ofrecer objetos, seguridades, certezas que nos aseguren frente a nuestra fragilidad estructural. No es la posesión de objetos ni la sobreprotección lo que nos hace más fuertes.
Archivado en
Lo más leído