A veces es necesario 'justificar' la condición de inolvidable de algún personaje. No es el caso de quien hoy llega a este apartado, pues nadie duda de esta condición en el caso del cabo Picurri, el del Ferral. Cierto que alcanzó más altos grados en la milicia, pero dado que ostentó durante muchos años el grado de cabo, es el más utilizado para recordar a este leonés inolvidable. Buena prueba de ello es que, llevando muchos años apartado de la vida militar, el anecdotario sobre su persona sigue tan presente como el primer día y se ha reavivado esta semana cuando se conoció la noticia de su fallecimiento en León, a los 79 años de edad. Ya le echaban de menos en el Valle Fenar, al que acudía en vacaciones y contaba jugosas historias en el bar de Pepo, el Rancho Canadá.
Una esquela a nombre de Alfredo Pérez Rodríguez pasó muy desapercibida, pues no son muchos los que conocían el nombre del "cabo Picurri", pero en cuanto comenzaron a correr los "wasap" avisando de que se trataba del recordado militar, los comentarios se hacían tan diversos como inevitables; cada uno contaba su anécdota y la suma de todas sería un libro de recuerdos militares. Algunas se repiten, son las más famosas.
Como en estos casos lo mejor es acudir a los grandes, recupero algunos pasajes del maestro Paco Flecha definiendo a nuestro personaje en uno de esos jugosos relatos costumbristas que ha decidido no llevar a ningún libro.
Escribe Flecha: "Durante mucho tiempo, en aquellos años de juventud, fue referencia obligada de todas nuestras conversaciones de bodega en tardes de amor y vino.
Cualquiera que fuese el punto de partida, la conversación caía siempre, en algún momento, en el recuerdo de alguna tierna ferocidad conocida por todos del cabo Picurri. Siempre se contaban las historias como nuevas, aunque eran siempre las mismas, y siempre las reíamos como si hubiesen ocurrido ahora mismo.
Se convirtió en una especie de héroe de tebeo, orgulloso y exigente, tierno y desvalido, azote y mayoral de la tropa en aquel campamento de reclutas destinado, parecía, a que los mozos de reemplazo de Murcia o Extremadura descubrieran en sus carnes la experiencia irrepetible de las heladas de enero en las altas parameras de León.

Los quince años de oficio, la voz un poco rota por culpa del tabaco, del orujo o de los gritos que acompañan la instrucción militar, le daban mucha más autoridad de la que cabría esperar de los galones o de la estampa militar que cabía en su metro sesenta de estatura".
Casi no hace falta contar más. Pero se podría añadir que cierra su relato con una de las anécdotas más repetidas en los recuerdos de los soldados de Alfredo Pérez, aunque ignoraran que ése era su nombre:
"Era entonces cuando solía decir, como advirtiendo, aquella frase, al principio de las guardias, que quedó para nosotros como un lema insuperable:
- ¡Ten cuidado, chaval, y no te duermas, que te meto una autocrítica que te cagas!"
Por cierto, el propio Paco Flecha es protagonista de una de las anécdotas del cabo Picurri.
- ¿Cómo te llamas, soldado?
- Francisco Flecha.
- Pues en el Ejército Español a las flechas les llamamos vectores; así que para toda la mili serás Francisco Vector.
Y lo fue.
Como tantas cosas, las biografías hay que entenderlas en su tiempo, en sus circunstancias. La de Picurri también, en aquellos tiempos de la mili obligatoria, de la forma de entenderla, de recibir y asustar a los reclutas que, en muchas ocasiones, era la primera vez que salían de casa. Hay que imaginar el susto cuando la voz de trueno del cabo Picurri le decía la que pasa por ser su frase más típica:
"Chaval, te voy a meter una ostia que subes, bajas; subes, bajas; vuelves a subir y ya no bajas más".
Sin embargo, hay un fondo de ternura y respeto en todos los comentarios, la misma de la que habla Flecha.
"Respetad la memoria de Alfredo, aunque solo sea porque era el militar que más creía en la milicia y más orgulloso estaba de ser militar; incluso decía aquello de 'soy el único de la familia que tengo carrera'".
Otro antiguo recluta cuenta cómo "a mí me amenazó un teniente con cambiarme de compañía y llevarme a la de Picurri para que me metiera en vereda...".
Un tercero recuerda otra:
"El sargento Picurri no escondía el orgullo de haber conseguido los galones tras treinta años de chuscos, de guardias y de heladas en aquellas altas parameras del campamento del Ferral", y recuerdan cómo logró uno de sus ascensos más esperados:
"Fue muchos años Cabo Primero y en la Marcha Verde ascendió a sargento; tenía mucha confianza con los mandos".
Una de las anécdotas más famosas la contaban varios soldados con versiones parecidas y la repetía Pepe, el de La Ruta Jacobea:
"Yo era chófer de camiones y bajamos un día a recoger a 70 reclutas que venían de Galicia en tren...".
Al final de esa historia, Picurri acaba "secuestrando a un portugués" pensando que era un recluta gallego más.
Y así se remata la historia con otra frase mítica:
"Lo soltaron porque las cosas caen por su propio peso". Frase que esconde otra de las más repetidas: los proyectiles que no caen por la ley de la gravedad sino por su propio peso.