Tomar las riendas de la vida

La Escuela Integral para la Formación y el Empleo Juan Soñador de León ofrece a jóvenes en riesgo de exclusión social de toda la Comunidad la oportunidad de aprender y ejercer un oficio

Ical
03/06/2017
 Actualizado a 10/09/2019
Alumnos del curso ‘Operaciones Básicas de Restaurante y Bar’ de la Escuela Integral para la Formación y el Empleo Juan Soñador de León. | ICAL
Alumnos del curso ‘Operaciones Básicas de Restaurante y Bar’ de la Escuela Integral para la Formación y el Empleo Juan Soñador de León. | ICAL
Este sábado se cumple un año de la inauguración de la Escuela Integral para la Formación y el Empleo Juan Soñador, con sede en la antigua residencia juvenil Consejo de Europa de la capital leonesa. El proyecto, convertido en realidad gracias a la implicación institucional pública y privada, tiene como objetivo lograr la inserción socio-laboral de jóvenes que se encuentran en una situación de vulnerabilidad o en riesgo de exclusión social.

La Consejería de Hacienda cedió las instalaciones, valoradas en 1,6 millones, cuya reforma asumió -con una inversión de 400.000 euros- la Fundación Cepa González Díez, con sede en el municipio leonés de Vegaquemada, para ser gestionada por la Fundación Juan Soñador. En noviembre de 2015 se suscribió el correspondiente protocolo de colaboración que también puso sobre la mesa el compromiso autonómico de destinar a este centro 2,1 millones de la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades hasta el año 2020.

Bajo el amparo de la Iniciativa de Empleo Juvenil y del Fondo Social Europeo y enmarcado en el Plan Autonómico de Inserción socio-laboral 2016-2020, esta Escuela Integral recibe a alumnos llegados de toda la comunidad, que proceden principalmente de los sistemas de protección y reforma de Castilla y León, y que residen y se forman en él.“Para que sea eficiente tiene que ser un trabajo integral”, subraya el director del centro, Álvaro de la Puente, antes de explicar que imparten formación inicial, formación media y cursos monográficos. A la labor socio-educativa que llevan a cabo con los alumnos -la mayoría de ellos con escasa preparación inicial- se suma la colaboración con el tejido empresarial de Castilla y León para lograr una integración en el mercado de trabajo y un seguimiento personal durante meses de la evolución y logros del alumno.Las chicas son minoría, frete a un 70 por ciento de asistentes masculinos a los cursos más recientes impartidos en la Escuela, de cocina y camarero, con 14 y 16 participantes, respectivamente. Llegan derivados de los Centros de Acción Social o de unidades de intervención educativa de la Junta; algunos de ellos con medidas judiciales impuestas y con vivencias intensas y complicadas, que incluyen la comisión de delitos en algunos casos. En cuanto su nivel formativo, el abanico es tan amplio como comprobar que existen casos de alfabetización cero y otros de personas que han estado cursando estudios universitarios.Con una todavía corta pero intensa trayectoria vital que a veces se traduce en una actitud muy negativa, el reto del profesorado incluye un itinerario individual y unos objetivos para cada alumno que cuando se cumplen les abren las puertas a una nueva realidad, con unas prácticas laborales como base fundamental para comenzar otro camino. Esas prácticas se llevan a cabo en el lugar de origen del alumno, para evitar su desarraigo.

La formación se completa con un diverso programa de juegos, deportes, culturales, sociales y de ocio. Se pretende que el centro sea también un lugar de encuentro para los chicos y ocupar el tiempo libre con actividades constructivas contribuye a un crecimiento personal que también se tiene en cuenta a la hora de evaluar de forma integral la evolución de cada uno.

“Necesitan cariño, respeto, límites y seguridad”, detalla la orientadora socio-laboral Laura Buelga y los resultados -con una inserción laboral en torno al 60 por ciento- avalan que la fórmula funciona. “El empleo es el primer paso de una nueva vida. Lo mejor es cuando ves que cumplen sus objetivos, vienen y cuentan cómo les va. Cada objetivo cumplido es un éxito”, subraya y pone como ejemplo a una joven segoviana de 19 años que ha logrado un contrato indefinido.Sara Garrido, coordinadora de Formación, opina que el principal cambio que detectan en estos jóvenes es “la motivación para mejorar, para coger las riendas de su vida; la esperanza, que cuando llegan no la tienen”. El trabajo que llevan a cabo con ellos, tanto profesores como voluntarios, es muy directo y no siempre es fácil evitar una implicación personal. “Lo más complicado es involucrarse hasta donde deber ser, sin desgastarse”, afirma antes de reconocer que ese acompañamiento cercano también lleva consigo grandes satisfacciones. “Te sorprenden a diario. Es gratificante... se abren porque se sienten cómodos”, señala.El cocinero Emilio Rodriguez es también formador de la Escuela, donde comparte fogones con Esther Ferreras. “Esto no es enseñar cocina. Es educar a través de la cocina” resume sobre el tiempo que pasa con unos alumnos a los que ve evolucionar y a los que enseña el primer día y antes que nada a limpiar la cocina y consigue que al acabar su formación sepan preparar un menú completo.

Con 18 años, Rubén nunca había salido de Segovia, su ciudad natal, hasta que en febrero llegó a León para formarse en el centro. Los compañeros y alguna de las clases que recibe es lo que más destaca de este periodo de su vida. Alí, natural de Somalia, tiene 19 años y lleva tres en la capital leonesa. De su paso por la Escuela Integral hace hincapié en que le ha hecho madurar. Hacer prácticas y conseguir un trabajo son sus metas inmediatas en un plan de vida que ahora, dice, sí tiene. Asegura que pocos meses le han cundido como años y dice sentirse preparado para afrontar el futuro.
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