Así lo consideran diferentes sectores preguntados por este periódico, que consideran que no tiene ventajas ni tampoco inconvenientes, a la vez que destacan que si es una idea de la Iglesia así debe acogerse y no ponerse en duda.
Para los hosteleros sería una buena fórmula para planificar contrataciones y adquisición de productos, como sucede en verano La más escéptica es la presidenta de la Asociación Provincial de Turismo y Hostelería, Mari Geli Luengo, para la que «es bastante difícil porque todas las fiestas dependen de la Semana Santa». Recuerda así, que si se fija la Pascua en un día concreto, «habría que cambiar Carnavales, el corpus, etc». «A lo mejor es lo más recomendable para todos, porque te planificas y marcas unas fechas, pero lo veo muy difícil», resaltó la representante de los hosteleros, que sí se muestra convencida de que se podría prever algunas intendencias del sector como la contratación o la compra de productos, tal y como sucede en Navidades, verano o los puentes, que se saben de antemano con mucha antelación.
Otro aspecto a destacar es la importancia del tiempo, de ahí que prefiere que tuviera lugar «cuanto más cerca de abril, mejor, porque si hay buen clima, la gente sale más a la calle y gasta más. Si la Semana Santa sale buena, hay mucha más ocupación», destacó.
La Junta Mayor de la Semana Santa acata la decisión y resalta que yase está acostumbrado a los cambios de fechasPor su parte, el presidente de la Junta Mayor de la Semana Santa, Manuel Ángel Fernández, explicó que, en su opinión, «lo que diga el Papa o la Iglesia hay que cumplirlo». «Nos debemos a la iglesia, por tanto pertenecemos a ella y lo que venga estipulado hay que aceptarlo». En cuanto a la planificación y preparación de estas jornadas, en los que se suceden las procesiones durante diez días, el máximo representante de las cofradías y hermandades de la capital sostiene que el cambio de fecha «no supone un problema, es más problema de todas las fiestas que están alrededor, que cambian a lo largo del año».
«Que sepamos, las fechas no supone una ventaja ni una desventaja», añadió Fernández, que destacó que están «acostumbrados a cambiar cada año de fecha». «Si ahora tuviéramos una fecha fija nos adaptaríamos, pero no es una cosa a la que haya que darle vueltas».
Es más, el presidente de la Junta Mayor reconoció que tiene «todas las semanas santas de los próximos años ya en el móvil, y ahora, ya en verano, se empiezan a planificar algunos actos para la del próximo ejercicio», desveló.
El Domingo de Pascua sería el segundo de abril
Y cuál sería la fecha escogida para la Semana Santa en el caso de que se fijara un día para cada año? Según explica el maestro de ceremonias de la Colegiata de San Isidoro y director del Secretario de Liturgia de la Conferencia Episcopal, Luis García, sería el segundo domingo de abril el Domingo de Pascua, porque así se celebraba esta fiesta judía y sería la forma de aunar los dos calendarios, el juliano y el gregoriano, motivo por el cual las dos ramas del cristianismo tienen esta fiesta separada.
La fecha que se fijaría si esta idea se confirma es el segundo domingo de abril por su coincidencia con la Pascua judía García recuerda que la iniciativa del Papa, «que todavía no es una decisión», ya se empezó a tratar en el Concilio Vaticano II, siempre con la idea de aunar el cristianismo oriental y el occidental. «En mi opinión es una buena decisión y es algo lógico, porque así todos los cristianos celebrarían la Pascua el mismo día», explica a este periódico el representante de la Diócesis de León, que recuerda que hasta el momento, en el cristianismo occidental la Pascua coincide con el domingo inmediatamente posterior a la primera luna de primavera.
En el caso de que se creara una fecha fija para la Semana Santa, siempre se establecería el segundo domingo de abril como Domingo de Pascua, y a partir de ahí se establecería todo el tiempo litúrgico, por lo que se moverían en función de esta jornada otras fiestas, como es el Miércoles de Ceniza (y por tanto los Carnavales) o el Corpus, además de la Cuaresma o el Adviento.
Lo que sí deja claro García es que «la estructura de la Semana Santa no cambiaría, porque la Pascua siempre tiene que caer en domingo». Por tanto, siempre sería el final de esta celebración con altas dosis de carácter turístico y también religioso casi a partes iguales.
Por este motivo, también se movería de un año a otro la fecha del Domingo de Resurrección y, por tanto, de todas las fiestas que dependen de esta jornada, pero siempre «con menos días de diferencia» respecto a lo que acontece en la actualidad, que puede variar incluso un mes de un año para otro dependiendo siempre de la luna.