Decir de un personaje leonés que formó parte de la andadura de Espadaña y Claraboya, las dos revistas de poesía más importantes del siglo XX en León; que dinamizó la vida cultural y social desde el Forecu; que fue respetado crítico literario y teatral en prestigiosas revistas especializadas de tirada nacional o que fue uno de los profesores más queridos de la Facultad de Periodismo de Madrid, hasta el punto de tener alumnos que aseguran que será imposible encontrar a un alumno que hable mal de él... es mucho decir.
Pues todo ello se dice y repite de Bernardino Martínez Hernando, que fue todo eso que se apunta y mucho más. Viajar a su biografía es encontrar cientos de artículos, y un buen número de libros, decenas, desde Las historias del coadjutor (de 1963) hasta 120 años de la Asociación de la Prensa de Madrid en fotos (de 2015). Pero en el repaso de sus obras te llamará la atención, y más en estos días cercanos a Todos los Santos, un trabajo titulado ‘La muerte mensajera. Las esquelas de defunción como elemento informativo’; que además desvela una curiosa afición de este leonés de Mansilla de las Mulas, localidad a la que regaló su excelente biblioteca y ahora la biblioteca de Mansilla lleva su nombre.
Desde hacía muchos años coleccionaba Bernardino esquelas de los periódicos que, a la vista de su trabajo, eran además de un filón de curiosidades material didáctico para sus clases, como ya explicaba en la introducción de su investigación: «Las esquelas de defunción figuran en los periódicos como sección especial, publicitaria. Con todas las consecuencias. Sin embargo, no admite un análisis meramente publicitario: la carga informativa de las esquelas de defunción es tal y tanta que exige un análisis en el mismo nivel de las secciones de información y opinión del resto del periódico».
Y explicaba con pelos y señales las esquelas como material informativo —se podría recordar aquí que los primeros datos ciertos sobre Genarín proceden de su esquela— pero era inevitable recordar algunas de las anecdóticas o curiosas que guardaba Bernardino M. Hernando. Por ejemplo, aquella redactada por el propio difunto, publicada en el Ya el 13-V-1984: «Don Alejandro Martínez Gil, Sacerdote de Jesucristo, falleció en Madrid el 11 de mayo de 1984. D.E.P. Con esta esquela, redactada por él mismo para ser publicada después de su entierro, suplica con cariñoso ahínco a cuantos de veras le quisieron que rueguen a Dios por el eterno descanso de su alma; y les promete que si ha tenido la dicha de ser acogido en el seno del Padre, pedirá para ellos copiosas bendiciones».
Reconoce M. Hernando que la gran fuente de esquelas singulares en la prensa española es, sin duda, el ABC.