"Procuro ser un buen novelista y exijo al político que procure ser bueno en lo suyo"

Entrevista a Luis Mateo Díez, que recibe este 23 de abril el Premio Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares

David Rubio y Laura Pastoriza
14/04/2024
 Actualizado a 22/04/2024
https://www.youtube.com/embed/f1N2hkKFew4

Es académico de la Lengua y, en cambio, se le puede escuchar: «Esto suena muy pedante, pero ya que estamos en este rollo...». Llama a su puerta un repartidor y trae su última novela, ‘El amo de la pista’, que saldrá prácticamente a la vez que se le entregue, el próximo 23 de abril, el Premio Cervantes en la Universidad de Alcalá de Henares. Y añade, quizá es lo más novedoso de todo a estas alturas, que se van a tomar un respiro, que va a dejar de escribir un tiempo porque que le han recomendado que disfrute del momento. La duda ahora es si sabrá vivir sin escribir.

– Quería empezar preguntándole... 
– Preguntándote. 

– Quería empezar preguntándote si ya tienes escrito el discurso para el día 23.
– Ya lo tengo preparado y ya lo he mandado al ministerio, en fin, porque te requieren para que lo tengan allí y nada, ya está preparado. 

Imagen LUIS 8
Luis Mateo Diez, en su casa de Madrid, durante la entrevista con David Rubio. | LAURA PASTORIZA 

– El discurso lo has escrito pero ese día se lee, y además delante de los Reyes, que no sé si habrá muchas ocasiones en las que seas tú el que habla y sean los Reyes los que escuchen. 
– No, seguro que no.

– Es, de alguna manera, todo un homenaje a la oralidad que ha marcado tu obra, ¿no crees? 
– Pues sí. Además en el discurso hago alguna reflexión somera, o sea tampoco es que haga grandes disquisiciones literarias, pero sí hablo un poco de dónde vengo, o sea el escritor que soy y que ha llegado al Cervantes, y en el de dónde vengo, pues, bueno, hablo claro de esa vertiente originaria donde estaba un niño que fue escritor y todas esas cuestiones. Y luego navego un poco para decir adonde he llegado, dónde estoy y cuáles son mis obsesiones o de lo que de que sigo escribiendo. En fin, ese tipo de cosas.

"Fui un niño escritor de un éxito tremendo, pero luego la verdad es que lo echaba todo en bolas de anís"

– A los que te seguimos desde hace tiempo saber que el 23 vas a estar allí delante de los Reyes dando el discurso nos recuerda a que tú, de pequeño, según cuentas, desde los puentes de Laciana soltabas muy solemern los discursos que oías por la radio.
– Es verdad. Me manipulaban. Yo tuve una infancia de niño así un poco atrabiliario, que por un lado era timidorro y por otro descarado… ese tipo de contrastes de la chavalería de aquellas infancias de la posguerra. En el puente de La Magdalena, por el verano, pues alguno de los mayorones y demás se reían mucho conmigo, sí, porque me hacían echar discursos y, bueno, yo me sentía entre halagado y… como te diría… un poco protagonista. Lo que hacía al parecer bastante bien era imitar a Girón, que era un ministro de aquellos de Franco, el del Trabajo, y además era un tío muy exagerado, pues lo imita bien. Pero, luego, aquello resonaba ahí tanto por la noche, en el puente y sin que lo tapara el río, que se corrió la voz y a mi padre, de la comandancia de la Guardia Civil, le dijeron: anda por ahí su hijo Luisín metiéndose líos, echa unos discursos que… Porque yo ahí no me no me andaba con contemplaciones. Eran discursos caricaturescos. Ahora me toca un discurso distinto, centrado en lo que me piden y, como yo soy muy disciplinado, es lo que voy a hacer.

– En ese discurso habrá también tiempo, y será el momento más adecuado, para para hacer un poco de de recuerdo de algunas de las personas que faltan y que han marcado su vida y su trayectoria literaria, como es el caso de don Floro. 
– Estas ocasiones uno de los elementos incuestionables que tienen, y supongo que esos momentos son muy especiales para ello, son las ausencias. Piensas que estoy aquí, tanto tiempo después, ¿y quiénes me faltan? No ya por el acompañamiento, que, bueno, voy a estar acompañado por familia, amigos, o sea que eso no me va a faltar, pero sí pues me va a faltar Margarita. Soy un viudo hace ya unos años, y sí estarán mis hijos, nietos… y luego sí, pues me faltan mis padres fundamentalmente, Don Floro y doña Milos. Para mi padre esto hubiese sido una cosa muy especial, muy reconfortante y muy satisfactoria. Ya no estaban tampoco cuando ingresé en la Academia. Un momento un poco fastidiado.

"Con el premio se inaugura una exposición en la que está Claraboya y gente con la que estuve muy comprometido"

– También imagino que haya ocasión para echar de menos a amigos, porque siempre le has dado un grandísimo valor a la amistad.
– Predico que la amistad es el bien mayor que tiene el ser humano, como sentimiento, por encima de todos los demás. Descansa un poco en esa idea generosa de encontrarnos hombres y mujeres. Siempre he dicho, dándole la vuelta aquella frase de García Márquez tan bonita que él decía que escribía para tener amigos, pero yo digo que he tenido amigos para escribir, y es verdad, no es una frase que me haya sacado de la manga, es que he tenido amigos para escribir, siempre he estado con mis amigos, escritores, escribiendo o algunos que no lo eran, pero que te acompañaban ya con esa deferencia de saber que tú escribías y eso me ha marcado mucho. En la exposición que se organiza con motivo de la entrega del Cervantes, que se titula ‘Vivir contando’ (se podrá visitar en Alcalá durante todo el mes de junio), hay una zona que está Claraboya, y está Toño Llamas, Ángel Fierro, Agustín Delgado, está la revista y hay allí recuerdos muy concretos de gente con la que estuve muy comprometido.

– Desde que se supo la noticia de que ibas a ser el premio Cervantes, ¿en qué ha cambiado tu vida?
– En el alboroto. Mi vida no, porque yo sigo haciendo lo que hacía, hago una vida de octogenario jubilado que posiblemente tenga pocos cambios sustanciales en lo cotidiano. Sí hay una conmoción grande alrededor, para darme cuenta de un aprecio fuerte en el mundo literario, no te digo ya en las amistades. Eso es tremendo, tremendo. No cambia mi vida pero sí la enriquece mucho, mucho, tomar conciencia de lo que la gente te quiere o saber que eres como un punto de referencia muy satisfactorio… Lo que pasa es que, alrededor de eso, hay un movimiento exagerado, como es lógico, porque vivimos en un mundo exagerado que vive también de las noticias. Y, bueno, esto es una noticia literaria, que podía tener menos importancia, pero el Cervantes... pues no sé, tiene mucha importancia en la lengua, tiene mucha importancia en el español americano y, bueno, pues, hombre, hay muchos requerimientos de allí, de periódicos y emisoras de México, de Argentina. Hay que saber sobrellevarlo, porque es lógico atender a toda la gente que te requiere.

– Pero cada vez será más difícil encontrar tiempo para escribir.
– Sí, sí. He suspendido. Yo, que soy escritor prolífico, que tengo una nevera con novelas, pues ya digo, bueno, ahora me puedo permitir un cierto sosiego. Pero yo escribo por necesidad, sin remisión. Es que me levanto y no sé, no tengo otra cosa en la vida que leer y escribir. Pero ahora he dicho, y además gente conocida me lo han aconsejado, es decir, sosiégate y disfruta un poco de esto y atiende las cosas. No voy a escribir en un tiempo.

"Predico que la amistad el bien mayor que tiene el ser humano y el día 23 echaré de menos a muchos amigos"

– Siempre has defendido que en el inicio de tu vida como escritor estaba la oralidad. ¿Como consideras que sigue viva de alguna manera esa oralidad? 
– Ya de octogenario, viendo todo desde la distancia, bueno, sí es verdad que, con una infancia de niño de posguerra y en Laciana de los años 40, hombre, aquel mundo diríamos que tenía un tipo de resonancias del pasado que eso se ha perdido totalmente o mucho. De aquella, había resonancias vivas todavía, por ejemplo, las costumbres vecinales de calechos o filandones… En mi caso, sin querer yo hacer valoraciones excesivas, lo que sí reconozco, y lo digo en el discurso, es un poco el hecho de que un niño especial, tan tonto como cualquiera, pero que tenía ese don por ahí de la curiosidad malsana hacia las cosas que se contaban, pues será un buen receptor de lo que se contaba, a lo mejor mejor que otros, no sé, pero enseguida eso incitó en ese niño tan curioso la posibilidad de escribir. Y sí, yo, claro, soy un niño escritor, fui un niño escritor de un éxito tremendo, y lo echaba todo en bolas de anís. Es un detalle. Hay una cosa ahí que yo creo que eso es lo que marca una sensibilidad de escritor, así un poco primigenia, que es también el escuchar contar, que tampoco era todo antropología cultural, había reuniones de entretenimiento en aquellos inviernos. Y luego sí, se contrastó porque, en la escuela, algunos de los maestros nos leían. Cuando estábamos en la escuela decían: ahora vais a escuchar un rato que hoy no salís al recreo porque está nevando. Ese doble juego de escuchar voces que cuentan espontáneamente y voces que leían está uno de mis recuerdos primitivos. Eso es El Quijote, en una edición de aquellas adaptadas y demás. Para mí El Quijote fue un héroe de la infancia, un héroe raro, tan vapuleado pero, por otro lado, tan quimérico, que iba buscando deshacer entuertos y que además habían enloquecido leyendo libros. Eso yo lo compaginaba un poco con los héroes de los tebeos, y con Robin de los bosques y Tarzán Johny Weissmüller y demás… Ahí hay una deriva que tiene mucho que ver en cómo son mis personajes.

Imagen LUIS 3
Luis Mateo Díez, en un instante de la entrevista. | LAURA PASTORIZA

– En eso de cómo son tus personajes también tiene mucho que ver, aparte del Quijote, un libro que yo me acabo de leer porque te he oído a ti hablar mucho de él, que es ‘La muerte de Ivan Ilich’.
– Claro. Cuando uno ya empieza hacer aprendizaje de la escritura y demás, ya empiezas a hacer lecturas más contrastadas. ‘La muerte de Ivan Ilich’ la cito mucho porque es para mí una novela corta perfecta y, como yo he hecho mucha novela corta, y he predicado mucho de que tal vez en la novela corta, más que en el cuento y en la novela larga, se puede hacer un poco el reto de la perfección, ¿no? En la novela larga porque siempre hay más páginas de las debidas y en el cuento porque comprimes y aciertas o desaciertas. Lo bueno que tiene ‘La muerte de Ivan Ilich’ que, bueno, es Tolstoi, o sea que es Dios, pero además es un poco como una especie de reflexión sobre el sentido de la vida después de la muerte, cómo se reconstruye la vida de Iván, el tío que muere y los que van a ver allí el cadáver le recuerdan y entonces empiezas a saber la vida del protagonista, y al final lo que se cuenta ya no es solo la vida es el sentido sino toda la filosofía de la vida y del destino.

"Escribo por necesidad, sin remisión. Me levanto y no sé, no tengo otra cosa en la vida que leer y escribir"

–Tu primera novela, ‘Las estaciones provinciales’, cuenta la vida de un periodista que trabaja en una ciudad de provincias en un periódico…
– Como el tuyo.

–Sí, como el que yo dirijo, y confieso que me siento tremendamente identificado con el protagonista, hasta el punto que hay veces que me parece que vivo dentro de ‘Las estaciones provinciales’ y que León no ha cambiado tanto desde que se publicó esa novela en los 80 hasta ahora. Tú has tenido siempre presente León, aunque sea desde la distancia física que no mental, o literaria al menos. ¿Tienes un poco también esa sensación de que hay cosas que no han cambiado?
–Yo creo que sí, hombre. Tampoco tengo yo un sentido como el que tenéis los que vivís allí la realidad de aquello y el cómo han ido las cosas y en fin, oye ,la mala suerte también a lo mejor de unos políticos… de una democracia que a lo mejor tampoco fue demasiado beneficiosa, yo que sé, con lo de las autonomías y todas estas historias. Hombre, claro, lo que ha cambiado enormemente cuando lees ‘Las estaciones provinciales’ es que yo pienso una novela que tiene un punto de ingenuidad, bien llevado, tiene ese punto de novela de sucesos más que de novela negra y lo que tiene mucho es la atmósfera de la ciudad, porque eso fue lo que pretendía. Ahora he tenido que releerla para reediciones que han hecho, pero lo que pretendía yo es que fuera un poco testimonial, un poco documental de atmósferas y del habla, de la parte verbal, esa cosa un poco disparatada que hay por ahí. En eso yo creo que el documento que hay en ‘Las estaciones provinciales’ y el León de ahora pues yo creo que contrasta. La novela mantiene los nombres de las calles y de los sitios y demás, las calles están pero la mayoría de los sitios han desaparecido. Eso sí que es una novela de desapariciones. Bueno, se la llevó el tiempo. Ahora: la parte de aventura de Marcos Parra tuvo un éxito tremendo y tal vez sea porque el personaje tiene mucha viveza. Al personaje, por cierto, hubo gentes que se lo adjudicaron.

"La mala suerte de sus políticos, las autonomías... la democracia no benefició a la provincia de León"

–Como Félix Pacho, gran periodista leonés.
–Gran periodista leonés y gran amigo. La presenté en León con él e hizo una presentación estupenda, y se achacaba ser el protagonista. Además me lo decía, me decía: Mateo, ¿para qué te andas con bobadas? ¡Soy yo! Y yo que tenía que reconocer que le conocía, que era muy amigo de mi padre, era un periodista de motocicleta, de bicicleta… En fin, un Marcos Parra de esos de esos tiempos y con esa solvencia y ese conocimiento de causa de lo que era un poco la propia realidad popular del León, que en eso sí ha sido siempre una ciudad tabernaria, una ciudad de un comercio menor, una ciudad con una burguesía de medio pelo… todas esas cosas. Y luego la esfera de las autoridades, los Poncios de la época.

–En toda tu trayectoria literaria, que es muy prolífica, que tienes no recuerdo cuántos libros, cualquiera ve que la aparición de la trilogía de Celama supuso un salto muy gradual. El año pasado salió ‘Un recuento’. Yo supongo que en Celama el próximo día 23 repicarán las campanas. ¿Es un universo cerrado o puede tener más visitas?
–Cerrado definitivamente no, porque Celama, en esta geografía de esa provincia innominada donde están las Ciudades de Sombra, de la que ya no voy a salir porque voy a estar siempre ahí, todas mis novelas están ahí, hasta la que acaba de salir ahora, ‘El amo de la pista’. El motivo del recuento estuvo muy bien eso, en manos de una profesora que es una grandísima experta. Celama tiene dos grandes expertas, Asunción Castro y Ángeles Encinar. Reconstruirlo me ha dado otra mirada. A Celama se puede llegar de distintas maneras y de hecho en el comienzo del libro del recuento hay un viaje a Celama. No tardaré mucho, a lo mejor, en hacer una edición completa del Reino de Celama. Hay una edición crítica de Asunción Castro que es buenísima y está muy visitado eso. Pero creo que le faltaba hacer lo que se van a llamar ‘Sacras estampas de Celama’, y son una serie de estampas sobre las imágenes que hay en Celama. Se publicará alguno como inédito ahora en el catálogo de la exposición.

"León ha sido siempre una ciudad tabernaria, de un comercio menor, con una burguesía de medio pelo"

–Al final crear un universo tan completo provoca que tiene una cierta vida propia.
–Aparecieron algunas cosas sueltas que no estaban los libros o andaban por ahí por otro sitio. Yo creo que Celama necesita… bueno, necesita no, que está más vista que el TBO, pero se le puede hacer una edición ya no crítica pero sí una edición exhaustiva de decir, bueno, pues, el Reino de Celama es esta totalidad. Con algunas otras cosas que podían estar en los alrededores de Celama, fíjate, que sorprendentemente hay unos alrededores donde hay material literario, puntos raros de disidencia.

– ¿Un recurso literario o necesidad?
– Al final yo creo que el territorio lo construí por necesidad. Ya en el arranque me dije: yo necesito un territorio provincial, León era una experiencia provincial, luego Madrid, luego el mundo por ahí abierto… pero necesitaba delimitar un territorio. Había grandes referentes de cómo los territorios literarios dan un humus especial y tienen una identidad propia. Ahora, cuando hago alguna novela, creo eso tal vez eso justifica el hecho de que sea tan prolífico: porque tengo ahí no un mundo literario sino un territorio con muchas ciudades, una comarca en el suroeste que parece que todavía echa algún humo… Entonces, sí, claro, en mi caso lo mejor es que, cuando termino una novela, no tengo que pensar a ver si se me ocurre la siguiente, pues no: ya está allí, así que  voy a entrar otra vez ahí a ver que a ver qué rasco.

"Me interesa más la experiencia de la vida inventada que la poca vida que le queda a uno"                                    

–Esto de tener un territorio imaginario crees que es el mejor ejemplo de que la literatura puede ser un refugio para huir de la realidad, de esa actualidad que decías antes tan exagerada.
–Puede serlo. Puede ser un lugar por supuesto inventado donde de pronto encuentres la coherencia de todo lo que quieres hacer, y eso está ya allí. Eso puede dar un poco la sensación también de que, en el total de mi obra, cuando yo me vaya y termine, a lo mejor todo encastra bien, todo construye. Pues aquí hay un territorio, esta provincia tiene muchas ciudades de sombra que tiene unas características especiales, comparten símbolos y metáforas y luego el personal que hay por ellas tiene una extraña peculiaridad. Entonces, sí, yo creo que habla bastante el que te puedas refugiar de la realidad, separarte con más consistencia o con más convicción.

–A veces, tanto para lo malo como para lo bueno.
–Claro, claro, claro. Hombre, lo que pasa es que uno vive en el mundo de la realidad pero, bueno, yo ya le he vendido el alma al diablo hace mucho tiempo, o sea me interesa mucho más la experiencia de la vida inventada que la poca vida que le queda uno.

–En otras entrevistas te he escuchado decir que, por tu experiencia como funcionario, que parece que los que nos dirigen no son los más brillantes.
–Es una sensación un poco malévola, porque uno, cuando se gana la democracia, en un país que costó tanto y donde hubo un dictador miserable que además era ruin y poco refinado, era un grandísimo zoquete, entonces, claro, los bienes que uno logra a través de eso parece que, en generaciones cercanas y en generaciones sucesivas, da una conciencia de una responsabilidad muy grande, de decir yo no me conformo, yo voy a pedir mucho, yo voy a votar pero aquí esto tiene que estar a tono con unas exigencias del pueblo llano o de los votantes. Dada nuestra experiencia, que es distinta de otros países europeos, que tuvieron una suerte de no tener a este señor 50 años, que acabamos de salir, hemos construido una Transición, modélica, toda una legislación que está muy bien, hemos hecho todos esos deberes, una Constitución la del 78 que para mí es mi Constitución, yo no tengo por qué viajar a la República, escarbar ahí en mi historia, eso está ahí muy bien visto y demás, pero mis modelos de vida están en la Constitución del 78.

–Pero todo va cambiando con el paso del tiempo y la sociedad también.
–Bien, pues el tiempo va pasando y de pronto empieza a haber circunstancias, variables crepusculares, decadentes, las ideologías se han ido un poco al garete, resucitar ideologías pues da un poco de grima, las creencias, ya no puede uno tener hábito para creencias religiosas (digo como elemento expansivo). Entonces hay que ser exigente y es terrible decir que eres un demócrata decepcionado, porque no hay bien mayor que la democracia, pero sí puedes llegar a ser exigente y decir: yo procuro ser un buen novelista así que al político le exijo que procure ser también bueno en lo suyo. 

– Y va a peor...
–Estás polarizaciones extremas, estas cosas que primero estabas metido en un tamiz de comportamientos políticos que veías razonables, pero de pronto eso se rompe, estalla, empiezan a pasar cosas raras y empieza cundir un poco el miedo de decir vuelve lo de antes lo del “españolito que vienes al mundo te guarde de Dios una de las dos España ha de helarte el corazón”.

–¿Tú crees que esa memoria es típica del propio ser humano o es más grave en el caso de los españoles? 
–El caso de los españoles es muy complicado. Repasamos nuestra historia y el XIX es un siglo de guerracivilismo, hay muertos por todas partes. Los españoles, que tenemos altísimo copete y que hemos sabido crear un desarrollo y un mundo que está ahora mejor que nunca, tenemos una creatividad enorme y que hay una conciencia fuerte del trabajo y de los compromisos y demás. Hacer este tipo de análisis es un poco vacuo, pero estamos un poco, generacionalmente, desconcertados, el mundo está revuelto.

–Pero la exigencia de los ciudadanos parece cada vez mayor.
–Yo pienso que cierto desagrado que pueda haber hoy día tiene mucho que ver con un tono de exigencia fuerte que se puede tener ante un bien tan grande como es la democracia. Porque se ha luchado mucho por ello, porque hay muchos muertos detrás para que ahora se peguen los que nos gobiernan. No hay derecho. Moralmente también, y eso está bien porque todos tenemos derecho a pensar lo que nos da la gana. Yo, por ejemplo, bueno, esto parece horrible y ya me han dicho que no lo diga, pero yo creo que uno de los derechos fundamentales de la democracia es la abstención, es sagrada, no me toque usted nada. Me dicen «pues vete a votar aunque sea en blanco». ¿Cómo en blanco? Soy un hombre abstenido. No hay que engañarse: Tenemos muchas zozobras. Hay un amigo mío que me dice, bueno, cuando sales por ahí y hablas de política y de rollos, bien, vaya lío hay ahora, me separo de España, no me gusta Castilla… por lo que os estoy oyendo es un mundo perdido y desgraciado y, joder, qué entretenido, esto es muy entretenido y el periodismo vive como dios de esto, que con el franquismo todo era un aburrimiento.

"Escribir una novela es un esfuerzo considerable en todos los sentidos, es llevar al límite una obsesión"

–Bueno, vamos, a dejar la política. Háblame por favor tu última novela, ‘El amo de la pista’. A estas alturas, qué tiene que tener una historia para que te apetezca escribirla
–Escribir una novela, como bien sabes, es un esfuerzo, un esfuerzo grande, un esfuerzo de imaginación, de concentración, de capacidad laboral. En mi caso, lo que tengo muy vivo son las reclamaciones de ese propio mundo que he creado. Eso produce un efecto un poco hipnótico y te secuestra. Cuando se te suscita alguna idea que te da para alguna historia, y ves ese mundo donde están los ambientes, las atmósferas, los personajes que van a convivir unos con otros, es ilusionante todavía. Eso alimenta un poco la pasión y la obsesión, lo que te decía antes de que escribir una novela es llevar al límite una obsesión, vives intensamente todo lo que haces hasta que la culminas. Como diría ese amigo mío, es entretenido, se pasa bien. Dicen: ¿no hay mejor alternativa? ¿No lo pasarías mejor yendo a cazar leones al África salvaje? ¿No te gustaría más viajar en vez de andar aquí escribiendo novelas? Pues no, aquí es donde yo vivo como dios. Puede acabar contigo, y en eso habría que tener una lucidez grande, el hecho en que en algún momento digas que en vez de reiterar, estoy repitiendo. Eso es el dilema y yo en eso tengo la verdad como mucha advertencia, mucha exigencia conmigo mismo, estoy muy alerta. Porque el mundo se construye reiterando, hay maravillosos pintores que pintan siempre el mismo cuadro maravilloso, aquí detrás tenemos un Novillo, que es uno de los grandes y este señor pintó eso más o menos toda su vida. Reiterar es profundizar, también en un estilo, en unas maneras, en la forma de ser unos personajes, tal vez hasta en una teoría que tú puedas tener sobre la condición humana. Pero puede haber un momento en el que digas: esto suena repetido, aquí empieza a haber frases que ya había leído. Cuando se cumpla esa advertencia irremediable, pues habrá que dejarlo e intentar pasar el rato dando paseos, que es una cosa que, particularmente, a mí no me gusta nada.

Lo más leído