El pobre que tenía cola para que aceptara una limosna

Joaquín ‘El Barbas’ o ‘El Pobre’ fue el pobre más famoso y enigmático de León. No hablaba con nadie, no pedía más que en momentos puntuales y muchos esperaban para darle una limosna a ver si decía algo

05/05/2024
 Actualizado a 05/05/2024
Joaquín ‘El Barbas’ o ‘El Pobre’. | MAURICIO PEÑA
Joaquín ‘El Barbas’ o ‘El Pobre’. | MAURICIO PEÑA

Ya hace unos quince años que desapareció de las calles de León la figura inconfundible de Joaquín Morán, para unos ‘el pobre’, para otros el barbas’, para todos un personaje con una gabardina vieja, sentado en el ‘escaparate’ de un banco (entidad bancaria), callado, que ni hablaba ni respondía a nadie, portador de una y mil leyendas urbanas y un tipo entrañable por su pacífico comportamiento. No pedía limosna más que en contadas ocasiones, cuando necesitaba «unas pesetas» para tomar un café y no tenía más que extender la mano, abrirla, y en segundos tenía más que suficiente. (Por cierto, no le hacía falta pues también los camareros de los bares a los que acudía ‘se pegaban’ por poder decirle «está usted invitado»), para ver si le sacaban una palabra).  

Intento vano el de los camareros. Ni una palabra, ni una sonrisa. El enigma viajaba en el interior de su gabardina y todo apunta a que era gran parte de su leyenda. Contaba que en cuanto extendía la mano «llegaba la limosna». Había vecinos de la zona, mujeres especialmente, que insistían en darle limosna «fuera de hora» y Joaquín ni se inmutaba. 

Un personaje así es inevitable que arrastre, o más bien que alimente, leyendas urbanas. No le faltaron las habituales: que era millonario, que tenía no sé cuántas saneadas cuentas en el banco, que tenía siete carreras y se había pasado de listo...

Nada. Aunque él no movía ni un músculo cuando le preguntabas. Siempre impasible. De cómo era su carácter de tipo libre e imprevisible dice mucho una anécdota que contaba el hermano José Luis, el encargado del Hogar del Transeúnte, que cada amanecer le visitaba para ver cómo le había ido la noche pues Joaquín dormía a la intemperie, incluso en las noches de ese duro invierno leonés de cuando esta ciudad era la capital del frío. Joaquín era habitual del Comedor de caridad, en el que no se tenía que someter a las normas del lugar, estaba exento, incluso del mínimo pago que se les pedía y que Joaquín solo tendría que extender la mano para juntarlo.

Nació en Torneros de la Valdería en 1945, trabajó en el campo y la construcción, hasta que fue a hacer la mili en Madrid y no regresó, llegaban noticias de que pedía en las calles

Cuando José Luis pensó que el frío podría hacerle mella y que sería bueno buscarle algún tipo de ayuda, alguna ‘paga’, un día le llamó a su despacho del Hogar del Transeúnte para decirle que si tenía carnet, y Joaquín no contestó, que si le daba sus datos se lo hacía, que conocía a gente en Comisaría que se lo arreglaría, y Joaquín no contesto. Se fue y no volvió más por el comedor y por el Hogar. Pasaron semanas y el hermano José Luis tuvo que convencerle de que volviera tranquilo porque nadie se iba a meter en su vida. «Es la primera vez que me salto algo que me parece sagrado con pobres y transeúntes, que tienen derecho a vivir como ellos decidan, y no lo volveré a hacer».

¿Algo que ocultar? Nada. La vida de Joaquín no había sido extraordinaria, pero «algún día se torció», decía su hermana Peregrina, pues nuestro inolvidable tenía familia, le querían llevar con ellos, pero las pocas veces que lograron que regresara a casa, a su pueblo, en Torneros de la Valdería, que saliera con el ganado de la familia... «un buen día, cogía la carretera andando y volvía para León», a sus rincones leoneses donde ya le echaban de menos; ya se sucedían las teorías sobre qué le habría ocurrido a El Pobre, porque Joaquín logró algo que le define: Era El Pobre, había más pobres en la ciudad, pero El Pobre era él. Y El Barbas. 

Joaquín Morán había nacido en Torneros de la Valdería en 1.945. En aquel pueblo entre Castrocontrigo y la Cabrera aquel niño había tenido una vida muy normal de su tiempo y de su mundo. Creció en Torneros, trabajó en el campo, como toda la familia, y también en la construcción hasta que se fue a Madrid para hacer la mili. «Allí es donde algo le torció la vida», decía su hermana Peregrina, que insistía sin éxito en llevar a Joaquín de vuelta a casa, donde tenían ganado, regentaban uno de los bares del pueblo...

En los 80 apareció por León, con su gabardina, en silencio, dormía a la intemperie, crecieron las leyendas urbanas;su familia le quiso llevar pero estaba unos días y, sin decir nada, se escapaba

En los años 60, en Madrid, la familia le fue perdiendo el rastro y las pocas noticias que les llegaban eran preocupantes, le habían visto mendigando por las calles de la capital de España. La noticia se confirmó cuando apareció por las calles de León, ya en los 80, ejerciendo el mismo oficio, en silencio, con una leyenda y una misterio en su gabardina. Y hechos realmente increíbles, como que cuando tuvo que ser ingresado enfermo los médicos dijeron que «realmente debería llevar unos años muerto pues era diabético y necesitaría insulina para vivir... pero también estaba exento.   

Después de la enfermedad y su ingreso sí regresó a su pueblo, con su hermana, «sin dar un ruido». Y en silencio, como vivió, se fue, un día frío de febrero de 2008. 
 

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