La momia de doña Urraca, hija de Alfonso VII de León, vuelve a ver la luz

La Diócesis de Palencia vuelve a colocar el sarcófago en el emplazamiento habitual tras haber sido exhibido en la exposición 'Renacer' de la Catedral

05/09/2023
 Actualizado a 05/09/2023
La momia de doña Urraca. | ANTONIO RUBIO
La momia de doña Urraca. | ANTONIO RUBIO

El sarcófago con los restos de la reina doña Urraca, que murió el 12 de octubre del año 1189, regresó en vísperas del día de San Antolín -el pasado 2 de septiembre- al espacio que tiene reservado en la capilla del Sagrario de la Catedral de Palencia desde que en 1532 se decidió tal emplazamiento, como recogió en la Silva Palentina don Alonso Fernández de Madrid, Arcediano del Alcor: "y se puso en lo alto de la pared en una tumba de madera pintada y dorada como ahora aparece con su letrero".

El hermoso féretro en madera policromada fue descendido de dicho emplazamiento para su participación en la exposición 'Renacer', uno de los actos programados por el Cabildo para celebrar los 700 años de la colocación de la primera piedra de la catedral gótica el 1 de junio de 1321. Al término de la muestra, y antes de su vuelta a la cornisa elevada, se decidió efectuar algunas reparaciones en el sarcófago, al advertir que la tabla del fondo presentaba signos de deterioro y debilitamiento. Dicha labor ha sido realizada por la restauradora de arte Celia Rosa García, en una de las recapillas de la catedral.

Doña Urraca, 'la Asturiana', que nació en Asturias y falleció en Palencia, fue la hija ilegítima del rey Alfonso VII, cuando este ya se encontraba casado con la reina Berenguela. Urraca se casó en León en el año 1144 con el rey García Ramírez de Pamplona. Después de enviudar, volvió a su tierra donde gobernó hasta 1165 y con su segundo esposo, el magnate Álvaro Rodríguez de Castro, se sublevó contra su medio hermano el rey Fernando II y protagonizó un intento de independencia de Asturias.

 

Labores de restauración

Para la restauración se comenzó por extraer el ataúd interior con tapa de cristal que acoge los restos de doña Urraca, cubiertos con un sudario blanco y un manto de seda azul, regalo éste de la reina Isabel II cuando contempló la regia momia el 4 de febrero de 1865.

Posteriormente, la restauradora ha procedido a los trabajos de desinsectación y protección contra los xilófagos, reposición de faltas en la tablazón del fondo, refuerzo y consolidación. No ha sido, por lo tanto, una intervención en la policromía exterior ni una restauración del mueble, sino tan solo reparación y refuerzo de la base, a fin de frenar el deterioro y garantizar su futura estanqueidad. Terminada esta intervención, el sarcófago y el ataúd, fueron trasladados por separado a la capilla del Sagrario y, una vez allí, tras la introducción de la urna con tapa de cristal en el interior del féretro, operarios de la empresa Rivero, adjudicataria de las obras que actualmente se realizan en la Catedral, procedieron al izado hasta su emplazamiento definitivo.

Aprovechando la reparación del sarcófago, el servicio fotográfico de la Diócesis y de la Catedral ha tomado fotografías de la operación y, lo más importante, del estado de la momia de la reina doña Urraca, ya que la única fotografía existente hasta ahora fue la realizada el 11 de diciembre de 1896, durante una sesión científica que se celebró a instancias de la Real Academia de la Historia.

En dicha sesión, el doctor Francisco Simón Nieto, que desempeñaba el cargo de secretario de la Comisión de Monumentos, procedió al examen de los restos, elaborando el dictamen que se reproduce a continuación:

"La momia de doña Urraca medía un metro y seiscientos veintidós milímetros, tenía los brazos cruzados sobre la cintura, las manos eran pequeñas y finas y las piernas rectas y fuertes, su cara ovalada, con ojos no muy grandes y la barba redonda y pequeña. Lo que más llamaba la atención eran los extensos perímetros torácico y abdominal, especialmente el último, con relieves tan acentuados, que permiten asegurar la corpulencia y obesidad de esta señora. La obesidad, aunque grande, no era deforme sino simétrica y ordenada y encaja bien en la aventajada estatura, en la esbelta rigidez de una dama cuyo espinazo tuvo muy pronunciada la curvatura lumbar. El volumen de todo el tronco y de los miembros, especialmente el inferior, contrasta con el desarrollo fisiológico de la actividad cefálica y la finura y delicadeza· de las manos y los pies".

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