María, gitana y "torrefacta"

María Hernández fue la primera edil gitana en el Ayuntamiento de León, también una de las primera en cursar una carrera universitaria, ha vuelto a su puesto en el mercadillo, donde empezó a trabajar con 12 años

07/04/2024
 Actualizado a 07/04/2024
María Hernández ante uno de sus ‘logros’ en su etapa municipal, el mural de reconocimiento al pueblo gitano, uno de los pocos no vandalizado. | Mauricio  Peña
María Hernández ante uno de sus ‘logros’ en su etapa municipal, el mural de reconocimiento al pueblo gitano, uno de los pocos no vandalizado. | Mauricio Peña

María Hernández siempre responde con una sonrisa amplia, con una carcajada muchas veces, ante los comentarios de su condición de hija de gitano y paya. Después reivindica su condición de gitana ‘torrefacta’ y borra la sonrisa un segundo para dejar tan clara como contundente su condición de activa militante feminista… y gitana. Como parte del segundo apartado, el de gitana, está preparando los actos del Día Internacional del Pueblo Gitano, que se celebra este lunes y una conmemoración en la que María suele ser una de sus caras visibles, seguramente por haber adquirido cierta notoriedad pública como primera edil gitana del Ayuntamiento de León; etapa que, por cierto, ella considera una más en su andadura vital y laboral y no la que más huella le dejó pues aunque reconoce que "aprendí más en aquellos años que en toda la carrera (estudió Ciencias Políticas) también comprobé, con pena, cómo en los ayuntamientos se interioriza la normalidad de hacer las cosas mal".

- Explícalo, que suena duro.

- Te lo digo con un ejemplo y lo entiendes mejor. Al final de la legislatura mi compañero Óscar y yo quisimos, como corresponde, devolver que nos había sobrado de la asignación económica al grupo. Aquello sorprendió, como las respuestas que nos dieron: ‘nadie lo hace’, ‘yo qué sé, gastarlo’....

Bueno. Vamos primero al Día del Pueblo Gitano, que se celebra mañana. ¿Qué pedís, en general y resumiendo, para vuestro pueblo gitano?

- Resumiendo, pero resumiendo mucho, queremos decir que existimos, que somos personas, que tenemos derechos, que somos un pueblo sin Estado pero un pueblo, como los leoneses, los vascos, los catalanes… y que se respete nuestra cultura y se conozca, se estudie y que la podamos contar nosotros para evitar tópicos o escaso interés por un pueblo que está presente en numerosos países. 

Mañana nos lo contarán.

Al recorrer con María su corta pero intensa biografía existe la misma sensación de ejemplaridad que con tantas y tantas mujeres de esta tierra que recorren su andadura de entrega y trabajo, de lucha por los suyos, de veneración por la familia; seguramente una las señas de identidad de esa cultura gitana de la que hablaba. Sirva un ejemplo: "Después de salir del Ayuntamiento estaba trabajando en un proyecto muy interesante sobre el censo del pueblo gitano en España (proyecto RIO), que no existe mientras en otros países ya lo tienen, viajaba bastante, pero entonces fue cuando falleció mi padre y me tuve que hacer cargo de la familia; más bien me quise hacer cargo, así entiendo yo la familia".  

Y así fue como esta joven gitana, nacida en 1985 en Puerta Moneda, volvió a trabajar de teleoperadora, algo que ya había hecho hace años y que fue despedida con más de 200 compañeros. 

- ¿Cuándo empezaste tu vida laboral?

- Uff. De niña. Con doce años ya iba con mi abuela al mercadillo y curraba, no iba a mirar. Y después mi primer contrato de trabajo, en una zapatería, me lo tuvo que firmar mi madre porque yo era menor de edad, tenía entonces 16 años. 

Posteriormente trabajó de teleoperadora y desde ahí ‘desembarcó’ en la política municipal, siendo la primera concejala gitana del Ayuntamiento de León (tampoco hubo concejales gitanos antes) en las filas de León Despierta, grupo vinculado a Podemos. Antes había comenzado a estudiar una carrera universitaria, en su caso Ciencias Políticas. 

- ¿Cómo fue la experiencia, de Ciencias Políticas a la política?

- Hubo de todo. Por una parte reconozco que aprendí más en aquellos cuatro años que en toda la carrera, que estudiaba segundo cuando fui elegida concejala; después un poco de frustración pues nos habría gustado (a mí compañero Óscar y a mí) hacer muchas más cosas pero no siempre es posible; pero lo más decepcionante fue lo que te apunté de que está interiorizado hacer las cosas mal, no les preocupa. Imagino que no es solo en el Ayuntamiento de León, pero yo es donde lo viví. Lo hablé muchas veces con Lolo y era exactamente su misma percepción de cuando él estuvo, muchos años antes y en otro partido (la UPL) pero con algo que sí se repetía, estábamos en la oposición y eso lo complica todo, aunque no debería ser así. Pero lo es. 

Pese a lo apuntado; María sí tiene buenos recuerdos de algunas de las iniciativas que sí pusieron llevar a buen puerto. "Una de las que más me agrada, por razones obvias, es el mural de reconocimiento al pueblo gitano, aunque tuve que buscar yo misma a los tres payos que lo pintaran gratis, que ni la pintura nos pagaron, pero se hizo; también el logro de no dejar actuar en la ciudad a circos con animales o que en León se presentara la primera moción por lo del tren de Android que luego se sumaron otros muchos en España... En fin, lo que pudimos, que ya nos hubiera gustado que fuera más". 

- ¿Que fue lo más curioso de tu experiencia como concejal?

- Sin duda, cuando me saludaban los municipales cuadrándose; ya les decía, oye, que en mi familia cuando vemos a un guardia salimos corriendo. 

En esa defensa de la familia cree que está la semilla de sus batallas posteriores. Por la parte ‘paya’, la de su madre, es nieta de un personaje que a ella le fascinó, le enseñó y le inculcó ideas que asume como propias. "Mi abuelo Fontano (Rafael Pérez Fontano, histórico líder ugetista y ferroviario) era mucho, escucharle era una permanente lección de compromiso pero también la abuela María, es lo mejor que me ha pasado en la vida, estar con una mujer a la que todo el mundo quería y paraba en la calle. Cuando íbamos a coger el tren para ir a Quintana Raneros siempre llegábamos tarde, porque nos iban parando para hablar, pero el maquinista nos esperaba y pitaba para que fuéramos más rápido".

Calla un momento y añade: "Era guapísima la abuela". 

Aquellas sentencias de Fontano — "¡qué bien juraba!"—  presidieron su andadura en política y presiden su compromiso. Recuerda que el abuelo parecía distante pero se le acercaba todo el mundo. "Nos llevaba unos días a la playa, a los apartamentos de los ferroviarios en el Mediterráneo, y allí entre las familias de ferros había un niño con el que concidimos varios años y nada más que veía a Fontano le decía: ‘Este año me he portado muy bien’, porque sabía que le mandaba los Reyes". 

- ¿Y la parte gitana para dar una mezcla que tú misma llamas ‘torrefacta’?

- Manolo y Herminia, también unos abuelos irrepetibles.

- Hablas de los abuelos.

- Los tiempos. Ya sabes que en aquellos años a la mayoría de los niños nos criaban los abuelos, o al menos pasábamos muchas horas con ellos, en mi caso también. Claro que mis padres estaban ahí, la muerte de mi padre fue uno de los golpes más duros. 

De los recuerdos y vivencias de su parte gitana habla con pasión de la convivencia, de un mundo que "nada se parece a los tópicos y leyendas. En verano nos íbamos al Barrio de la Inmaculada, que más que un barrio para nosotros era como un pueblo. Lo que más recuerdo es los juegos en la calle, que en los cumpleaños, por ejemplo, sacábamos las mesas a la calle y allí los celebrábamos todos los niños". 

- ¿Cuándo fuíste consciente de que eras gitana?

- En las monjas. Yo vivía con ello, con absoluta normalidad, pero al ir a las monjas, cuando supieron que era gitana, una de ellas, mi tutora en Cuarto de Primaria me recitaba todas las semanas las primeras lineas de ‘La Gitanilla’, de Cervantes: "Una, pues, desta nación, gitana vieja, que podía ser jubilada en la ciencia de Caco, crió una muchacha en nombre de nieta suya, a quien puso nombre Preciosa, y a quien enseñó todas sus gitanerías y modos de embelecos y trazas de hurtar...".

- ¿Le cogerías manía a Cervantes?

- Bastante.  Igual que al Marqués de la Ensenada, ése que llamaban ilustrado y tuvo la maravillosa idea de exterminar a los gitanos

Contaba María cómo, con 12 años, ayudaba a su abuela en el mercadillo y a ese oficio ha regresado después de salir del Ayuntamiento, tiene un puesto en el mercadillo. Ríe abiértamente cuando recuerda las anécdotas que vive allí con gentes que la reconocen y exclaman frases del tipo: "¡Ay qué penica, con lo que tu vales" o "¿tú no eres  la concejala? ¿qué haces aquí? ¿no te sale nada?". María les cuenta que "es un orgullo, que es un trabajo muy digno, que lo hicieron otros miembros de la familia, pero después alucino cuando me dicen, ¿y no nos podrías quitar un eurillo del precio?".

- Pues no señora (o señor) lo que le doy es un vale y ya lo canjea usted en El Corte Inglés, que allí sí regatean. 

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