Libros para llenar el vacío de una escuela cerrada

Lucía Blanco aprendió a leer en la escuela de Matallana de Valmadrigal y por eso desde que la vio sin vida no ha hecho más que pensar cómo recuperarla hasta que se le encendió la bombilla y lo tuvo claro: una biblioteca

Teresa Giganto
24/02/2019
 Actualizado a 14/09/2019
Lucía en la escuela de Matallana, en la que ella estudió y la que ahora ha reconvertido en una biblioteca. | MAURICIO PEÑA
Lucía en la escuela de Matallana, en la que ella estudió y la que ahora ha reconvertido en una biblioteca. | MAURICIO PEÑA
No es fácil llenar el vacío que deja en un pueblo una escuela cerrada. Es mucho más que un aula con las persianas bajadas y los pupitres sin niños, es palpar un poco la soledad. Darse cuenta de que ya nadie volverá a aprender a leer, a escribir y a contar en un edificio que fue sinónimo de vida y de futuro. Y una vez que ya no queda quien aprenda en esa escuela, ¿qué? ¿Cómo se atenúa el silencio de un pueblo por el que apenas quedan niños que corran por sus calles? Al sur de León, allí donde la provincia abre el horizonte al paisaje de Tierra de Campos, han tenido una idea para reabrir las puertas de las viejas escuelas de Matallana de Valmadrigal. Se han propuesto llenar el vacío con cuentos, novelas y poesías, con libros de viajes y leyendas de León, con clásicos y alguna que otra novedad, con aquellas series del Barco de Vapor y recuperados recetarios que llevaban tiempo sin abrirse. Encima de la puerta de la escuela, un edificio que es el apéndice de la iglesia del pueblo, ahora luce un nuevo cartel: biblioteca. Un proyecto que da una segunda oportunidad al colegio, ese lugar en el que muchos aprendieron a leer y al que ahora podrán volver para descubrir nuevas historias.


Lucía estudia Filología Hispánica y aunque le gustaría dedicarse a la docencia, entrena como biblitoecaria 
Lucía Blanco tiene 19 años y es una de las que aprendió a leer allí. Es de Matallana de Valmadrigal, y mucho. «A mí dame el pueblo y no me des León capital», afirma con seguridad. Esa pasión por el terruño unida a su afición a la lectura han sido los detonantes para convertir las viejas escuelas en biblioteca. Durante la semana estudia Filología Hispánica y durante el fin de semana se ha convertido en ‘bibliotecaria’. No ha sido tarea de solo un par de tardes la de ordenar y catalogar los libros que iban llegando donados por vecinos del pueblo, asociaciones y conocidos de unos y otros que al enterarse del proyecto no dudaban en contribuir con un puñado de historias para el fondo de esta biblioteca. Y así hasta más de un millar de libros que ya están dispuestos por categorías y enumerados a la espera de encontrar la fórmula ideal para que eche a andar. «Tenemos que acabar de definir el funcionamiento que tendrá la biblioteca, pero haremos turnos y pondremos unos horarios para que nuestros vecinos puedan venir a por libros o para sentarse aquí a leer un rato o a estudiar», comenta Lucía, la cabecilla de la idea.

«Desde que cerraron las escuelas no hice más que pensar en qué podíamos hacer con este local para aprovecharlo con que hablé con el alcalde y nos propusimos convertirlas en una biblioteca. El Ayuntamiento también ha contribuido en su puesta en marcha como, por ejemplo, con la compra de las estanterías para colocar los libros», explica la joven. Aún no tiene claro si esta iniciativa tendrá mucho recibimiento por parte de los vecinos del pueblo, aunque espera que estos sí la aprovechen. Y también en verano, «cuando somos muchos más en el pueblo», incide. Lo mismo espera el alcalde del municipio de Santa Cristina de Valmadrigal al que pertenece esta localidad, Ceferino Revilla. Cuenta que este es el quinto curso con las escuelas cerradas y que «fue una pena» que desapareciesen, pero iniciativas como estas animan. «Allí donde esté el papel, que se quite todo. Meterse uno en las páginas de un libro, en sus historias... Al final es como todo, cuestión de ponerle ganas y de que la gente se vaya animando», comenta y pone como ejemplo la Casa de la Cultura. «Al principio parece que la gente no se animaba mucho a utilizarla pero ahora no paran las actividades y eso está fenomenal», asegura.

La "suerte" del 'cole' rural

«¿Cómo iba a permitir que el sitio donde me crié estuviese sin aprovechar y verlo cerrado?», dice Lucía. Esta gusta de leer novela rusa o nouvelles de Stefan Zweig y entre sus últimas lecturas está la de Berta Isla de Javier Marías. Lo cuenta sentada en la mesa central de la biblioteca de Matallana, su pueblo, rodeada de los libros que la forman y entre los que están algunos de los infantiles con los que ella leía de niña en ese mismo lugar. Recuerda su aprendizaje en el colegio del pueblo con cariño y se siente «muy afortunada» de haber podido disfrutar de la enseñanza en la escuela rural.

Lucía Blanco: "¿Cómo iba a permitir que el sitio donde me crié estuviese cerrado?" «Yo era la única de mi curso y estábamos varios niveles mezclados en la misma aula. Para mi eran como clases particulares porque éramos muy pocos entonces y aquello suponía una ventaja ya que en cursos inferiores podías ir aprendiendo lo que estudiaban los más mayores. Eso al llegar al instituto se notaba y para bien», explica. Ahora, ya en la universidad, los estudios no tienen ningún secreto para ella y es «buena estudiante». Le gustaría que su futuro laboral estuviese relacionado con la docencia, pero de momento entrena como bibliotecaria entre los libros que son su pasión y el lugar en el que aprendió a valorarlos.

«Una biblioteca que es una reunión de libros agrupados y seleccionados, que es una voz contra la ignorancia; una luz perenne contra la oscuridad. (...) Que esta biblioteca sirva de paz, inquietud espiritual y alegría en este precioso pueblo donde tengo la honra de haber nacido, y no olvidéis este precioso refrán que escribió un crítico francés del siglo XIX: Dime qué lees y te diré quién eres». Así concluyó Federico García Lorca en septiembre de 1931 la alocución al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada) tras inaugurar en él la biblioteca municipal. Fue cosa de Lorca entonces, hoy cosa de Lucía y en Matallana de Valmadrigal.
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