La ciudad de León se llenó un año más de flores y tradición de la mano de la celebración de la festividad del Corpus Chico –octava del Corpus– tres años después de que obtuviera el reconocimiento de Bien de Interés Turístico de Castilla y León. Está organizada por la Real Cofradía del Santísimo Sacramento de Minerva y la Santa Vera Cruz, fundada en 1612 en el barrio de San Martín, y a la que en el siglo XVI la bula del papa Pablo III les otorgó el encargo de dignificar la veneración al Santísimo.
La fiesta llegó a perderse, pero fue recuperada en el año 1937 e impulsada desde entonces. La puesta a hombros del paso del Santísimo, que partía de 23 braceros y ronda ahora los 90, la ampliación del recorrido al barrio de San Martín y del Mercado en el 400 aniversario de la fundación de la cofradía, la cesión en dos ocasiones de la custodia de Enrique de Arfe, propiedad del Ayuntamiento de Sahagún, o la recuperación de la Pendoneta del Santísimo son ejemplos de ese crecimiento.

La ciudadanía se implica con la colocación de vistosos altares en la plaza de San Martín, Concepcionistas, Santa Cruz y Plaza Mayor, las Madres Concepcionistas y las Madres Carbajalas oran y cantan al Santísimo durante la procesión y asiste el alcalde y la Corporación Municipal acompañada por los maceros.
La singularidad del acto procesional por el León más típico llevó a la Junta de Seises a soñar con una declaración oficial que reconozca su importancia, resaltando la tarea de la cofradía, del barrio de San Martín y de la ciudad, y que tuviera un impacto social, turístico y económico. La procesión de ayer, tras la misa en San Martín, fue tórrida como pocas y discurrió bajo un sol abrasador que obligaba al público e incluso a los braceros a cobijarse en la sombra.
